
“Cuando no quede sitio en el Infierno, los muertos caminarán sobre la tierra”. La terrible frase que explicaba gráfica y proféticamente la trama de La noche de los muertos vivientes, la clásica película de George A. Romero, podría acercarse -hipérbole aparte- a lo que pasa en algunas ciudades de Extremo Oriente en las que el suelo escasea.
Es algo que por esas latitudes sufren también los vivos, claro. Sólo que, como decía otra frase cinematográfica célebre, “la vida se abre camino”. En Tokio, por ejemplo, han hecho fortuna los hoteles cápsula, que no son tanto para turistas como para trabajadores que desempeñan su oficio en la capital y se alojan en ellos durante los días lectivos para los fines de semana escapar a su residencia fuera del casco urbano. Pero ¿y los muertos? ¿Dónde se meten cuando los cementerios se llenan y no hay dónde abrir unos nuevos?

Quizá el camino al más allá lo haya empezado a marcar el edificio Shinjuku Rurikoin Byakurengedo: camposantos desarrollados en vertical y ubicados en inmuebles destinados específicamente para esa función fúnebre. En realidad no es una exclusiva nipona, ya que los hay también en otros países con grandes urbes o escasez de terreno, caso de China, Brasil e Israel, pero los japoneses han aportado un entorno realmente fantástico, más propio de una estación espacial que de una necrópolis.
El Shinjuku ha sido diseñado por el arquitecto Kiyoshi Takeyama con la forma exterior de una gran urna funeraria, de tono dorado al estilo asiático; pero lo verdaderamente sorprendente es su interior, que parece sacado de una película, en este caso no de terror sino de ciencia ficción. Y es que el rincón estrella, la sala llamada Suishoden, está iluminada con una luz azul muy tamizada y procedente de cada uno de los pequeños nichos que recubren las paredes, multitud de pequeños cajones cuadrados y decorados con la silueta de Buda dentro de los cuales se guardan las cenizas de los difuntos.

Estas celdas son de vidrio y todas iguales. La forma que el visitante tiene de identificar la suya es mérito de Toyota Industries, la empresa encargada de dotar al edificio Shinjuku de una sorprendente tecnología informática: al contratar sus servicios, el familiar del difunto recibe una tarjeta de identificación que, cuando llega y la introduce en la puerta, registra el código del fallecido. Entonces hace una búsqueda en el sistema y localiza la celdilla en la que reposa y hace que se abra automáticamente, encendiéndose en un tono diferente y mostrando una lápida en miniatura con nombre y foto.
El cementerio Shinjuku se encuentra en el barrio homónimo, centro comercial y administrativo de Tokio, y está regido por el templo budista Banshoji. Tiene capacidad para dos mil urnas.

Vía: Maptia
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El cementerio vertical de Shinjuku se publicó en LBV Magazine