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La historia de Oneida, una utópica comunidad del siglo XIX reconvertida hoy en empresa líder del acero inoxidable

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Oneida Limited es una de las principales empresas mundiales dedicadas al trabajo del acero inoxidable y la plata, en particular aplicado a la fabricación de cuberterías, menaje de cocina y vajillas, siendo el principal proveedor de América del Norte aunque opera en casi todos los continentes.

Lo verdaderamente curioso de esta compañía es su origen: se remonta a finales del siglo XIX en el seno de una extraña comunidad religiosa o falansterio asentada en la localidad estadounidense de la que tomó el nombre y que se hacía llamar Oneida Community.

Oneida se ubica en el estado de Nueva York. Es una pequeña ciudad fundada recientemente, en 1901, tras separarse de la vecina Lenox cinco años antes.

Un territorio que hoy pertenece al condado de Madison pero que antaño era propiedad de los indios oneida, integrantes de la Liga Iroquesa y aliados de los colonos durante la Guerra de la Independencia, a los que después se despojó de sus tierras; aún quedan integrantes de la tribu hoy en día.

El caso es que en 1848 se estableció en ese lugar John Humphrey Noyes, el creador del falansterio, junto con un grupo de adeptos. Procedía de Putney, de donde había tenido que irse precipitadamente con un puñado de adeptos ante las acusaciones de adulterio -de las que se libró pagando una fianza- y la amenaza de linchamiento por parte de los vecinos. También encontró problemas iniciales en Oneida, donde se denunciaba que propagaba el mormonismo, el paganismo e incluso el Islam.

Una muestra de los productos Oneida Ltd

En realidad, su comunidad obedecía a una de esas creencias algo estrambóticas que tanto abundan en EEUU: intentaron crear una modesta utopía iluminados directamente por Jesucristo, quien habría regresado a este mundo unas décadas después de su muerte, en el año 70.

Así, los ochenta y siete devotos que seguían aquella fe estaban dispuestos a alcanzar la perfección humana ya en este mundo terrenal, librándose del pecado, a través de una serie de preceptos basados en la vida comunitaria, en la que se compartía todo.

John Humphrey Noyes

En ese sentido resultaba llamativo su concepto de matrimonio complejo, en realidad un eufemismo para designar el amor pseudo-libre: al no haber propiedad privada material tampoco debía haberla afectiva y, de hecho, no se veía con buenos ojos una relación estrecha y exclusiva entre dos personas.

El matrimonio complejo, término acuñado por Noyes, revestía algunas características realmente peculiares, como el que los mayores, tanto hombres como mujeres, hicieran de intermediarios entre los potenciales amantes, trasladando las rspectivas solicitudes de sexo; o que el propio líder decidiera quiénes habrían de mantener una relación (a veces admitiéndola con gente de fuera para intentar atraerla).

Las condiciones eran siempre el consentimiento de ambas partes y la consumación no por placer sino con el objetivo de engendrar un hijo, al fin y al cabo el método principal para lograr el crecimiento de la comunidad.

La residencia comunitaria

Eso sí, también se practicaba un control de natalidad para que los nacimientos no superaran las posibilidades económicas de Oneida, bastante precarias en aquellos primeros años. Para ello se aplicaban la abstinencia sexual y el coitus interruptus, algo que ideó Noyes en persona a partir de su experiencia personal: su esposa había dado a luz cinco veces pero siempre con partos muy difíciles, cuatro de los cuales terminaron con la muerte del bebé.

Así que el número de niños debía ser el justo y, al parecer, todos se mostraron de acuerdo hasta el punto de que los archivos, abiertos al público en 1993, revelan que tan sólo se produjo una docena de embarazos inesperados en veinte años.

Fue al término de ese período, en 1869, cuando se introdujo un programa eugenésico por el cual los fieles que deseaban tener un hijo debían solicitarlo ante un comité que buscaba para ellos la pareja más adecuada en función de sus cualidades espirituales.

De nuevo los archivos de la comunidad revelan que en una década nacieron cincuenta y ocho niños por ese sistema, bautizado por Noyes como estirpicultura; por lo visto la idea le vino tras leer -e interpretar a su manera- a Darwin y su teoría de selección natural.

Los niños de Oneida

La estirpicultura no se limitaba sólo a la procreación sino que continuaba después, a partir de los quince meses, con una crianza comunitaria en la que los padres biológicos sólo eran un elemento más del engranaje social. Así que, terminada la lactancia, el niño pasaba a vivir en la llamada Children’s House, aunque las madres podían ir a dormir con ellos durante un período de adaptación; luego, para relajar el vínculo afectivo, era sustituída por otra mujer de la comunidad de forma rotatoria.

El amor padres-hijo no estaba mal visto pero siempre subordinado al de la comunidad; si no, se les separaba un tiempo.

A cambio, los niños recibían cuidados y atención, incentivándoseles a jugar y hacer ejercicio. Por lo visto, el programa resultó bastante positivo y muchos alcanzaron una buena educación; algunos incluso llegaron a la universidad.

Tan sólo se registró un fracaso con uno que tenía discapacidad intelectual, aunque la cosa tampoco fue tan redonda como estaba previsto y debieron presentarse más problemas, ya que a partir de 1879 la comunidad empezó a disgregarse.

Quizá no todo era tan idílico como se pretendía, aún cuando en muchos aspectos la mentalidad de Oneida Community fuera bastante avanzada. Por ejemplo en el de la consideración de la mujer, bastante superior a la de las féminas de su tiempo. Como explicaba, no veían reducido su papel a la crianza de hijos ni sus relaciones sexuales tenían que terminar con concepción, reconociéndoseles el derecho a obtener satisfacción sexual también.

Podían vestir como quisiesen y llevar el pelo corto, algo muy útil para poder colaborar en los trabajos comunitarios tradicionalmente de hombres; en ese sentido, también podían iniciar negocios y llevar comercios por su cuenta. Es decir, eran iguales jurídicamente a sus colegas masculinos y participaban activamente en las reuniones comunitarias.

Las mujeres gozaban de libertad de imagen

Estas reuniones tenían un doble objetivo: por un lado, dirigir la vida de Oneida y por otro poner en práctica la autocrítica, otro de los pilares de la comunidad. Fue esto lo que, paradójicamente, empezó a descomponerla; lo que estaba pensado para eliminar o poner coto a actitudes discutibles, cosa que se hacía públicamente, acabó en críticas hacia el propio Noyes cuando éste quiso transmitir la dirección a su hijo Theodore, que a ojos de los demás no reunía los requisitos para el liderazgo (era un bala perdida y encima agnóstico).

El debate llevó al cuestionamiento de otros procedimientos por parte de los jóvenes, como el del matrimonio complejo. Oneida moría de éxito, pues para entonces había multiplicado a sus integrantes hasta trescientos y la situación económica era boyante, habiendo abierto incluso otras comunidades en Wallingford, Newark, Putney y Cambridge (aunque sólo había logrado mantenerse la primera, hasta 1878).

Pero una campaña exterior, dirigida por clérigos y apoyada por los testimonios de los que optaron por irse, le dio la puntilla. Noyes, con sus antecedentes, tuvo que huir a Ontario acusado de violación y Oneida se disolvió como comunidad en 1881 mientras las parejas regularizaban su situación conforme a la ley.

La actual Oneida Community Mansion House

Sin embargo, consiguió pervivir en forma de empresa, tal como explicaba al principio. La fabricación de utensilios de cocina había ido tan bien que fue necesario contratar personal ajeno a la comunidad y en 1870 se contaban dos centenares de empleados, eclosionando definitivamente en el siglo XX ya centrada en ese tipo de productos (antes también se hacían cestos, trampas de caza y varias cosas más).

En 1950 falleció el último miembro que aún vivía de la comunidad original, pero el recuerdo de la Oneida Community se puede evocar visitando el sitio histórico, la Oneida Community Mansión House, un imponente edificio que antaño era la vivienda comunal y ahora es la sede-museo de una organización sin ánimo de lucro entregada a conservar ese legado.

Fuentes: La mujer de tu prójimo (Gay Talese)/Free Love in Utopia. John Humphrey Noyes and the Origin of the Oneida Community (George Wallingford Noyes)/Oneida. Utopian Community to Modern Corporation (Maren Lockwood Carden)/Special Love/special Sex. An Oneida Community Diary (Victor Hawley)/Religion and Sexuality. The Shakers, the Mormons, and the Oneida Community (Lawrence Foster)

Fotos: Oneida Community Mansion House


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