Una de las noticias deportivas de la semana pasada fue la irrupción del extraño artefacto en el Amsterdam Arena, estadio en el que estaba entrenando la selección holandesa que dirige el ex entrenador del Barça Louis Van Gaal. Cabe imaginar la estupefacción de todos, jugadores y cuerpo técnico cuando de pronto oyeron el ruido de un motor y vieron aparecer eso sobre sus cabezas.
Van Gaal había decretado la sesión a puerta cerrada, es decir, prohibiendo la entrada a los medios de comunicación porque su equipo se enfrentaría al día siguiente a Turquía y no quería dar pistas sobre cuál sería el once inicial. Pero los periodistas también querían hacer su trabajo, así que decidieron buscar un medio alternativo para colarse en el campo e informar tomando imágenes.
Recurrieron a este aparato al que vulgarmente se ha llamado octocóptero y que consiste en una cámara de alta definición instalada en una carcasa de helicóptero de radio control cuya característica distintiva es que, en vez de un rotor principal y otro de cola, tiene ocho dispuestos de forma circular, algo que le permite soportar todo tipo de cámaras por pesadas que sean.
Lo fabrica la empresa Helicam Services Oy y cada unidad cuesta miles de euros, por lo que no es precisamente un juguete sino un instrumento utilizado, sobre todo, en el cine, para filmar escenas aéreas. Al menos el, digamos, bueno, ya que muchos aficionados se fabrican el suyo artesanalmente. Probablememte sería el caso del incidente con Van Gaal. Y no digo incidente porque el míster holandés mostrara su contrariedad con la prensa sino porque, tras volar pocos minutos, el aparato terminó estrellándose contra la cubierta del estadio.