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Trou de Fer, una brecha de 300 metros de profundidad con seis grandes cascadas en la Isla Reunión

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Seis grandes cascadas principales e innumerables más secundarias le confieren a este angosto cañón excavado en la tierra un peculiar atractivo.

Tanto que a su nombre oficial Trou de Fer (Pozo de Hierro) se suma también el de Trou d’Enfer (Pozo del Infierno). Se localiza en la Isla Reunión, un departamento francés de ultramar en el archipiélago de las Mascareñas, al este de Madagascar en el Océano Índico.

La isla forma parte por tanto de la Unión Europea, con estatus de región ultraperiférica, y a pesar de ser un importante destino turístico tiene la tasa de paro más alta de toda la Unión.

Tiene una superficie de 2512 kilómetros cuadrados y alberga dos volcanes, el pitón de la Fournaisse y el pitón des Neiges, que es el punto más alto de la isla y también el volcán más alto en el Índico, con 3.070 metros de altitud. El primero es el más activo, habiendo entrado en erupción más de 100 veces desde 1640, la última vez el 2 de enero de 2010.

El Trou de Fer es una depresión geológica en el pitón des Neiges, al noroeste de la isla, una brecha en la tierra que alcanza los 300 metros de profundidad. Visualmente su espectacularidad viene determinada por dos factores.

Trou de Fer / foto Shutterstock

El primero es que se abre en una meseta boscosa, conformando una especie cañón estrecho y angosto. Y el segundo son los numerosos cursos de agua que fluyen a la brecha creando imponentes cascadas que se distribuyen a lo largo de todo su recorrido.

Tiene seis cascadas principales, de las cuales la más impresionante es la que forma el río Bras de Caverne y que alcanza los 225 metros de altura, considerada la más alta de Francia y una de las más altas del mundo.

Las seis se vierten a una poza natural llamada Bassin des Grands Vents, en el circo principal del cañón.

Foto: Sebastien Delcoigne en Flickr

Es precisamente este río el que discurre por el cañón, que tiene una longitud de unos 7 kilómetros y medio, hasta afluir al Rivière du Mât, que desemboca al noreste de la isla.

La pequeña corriente del Bras Mazerine produce varias cascadas que fluyen al Bassin Fenoir, una piscina natural en el fondo de uno de los circos secundarios de la brecha, y otras muchas surgen de la porosa roca volcánica.

Foto: Bbb en Wikimedia Commons

La primera exploración del Trou de Fer fue el descenso realizado en octubre de 1990 por Pascal Colas, Marie-Anne Chamel, Patrick Moret y Vincent Terrisse (lo habían intentado también el año anterior sin éxito, a causa de las lluvias). La expedición, que duró más de dos semanas, fue grabada documentalmente por la televisión francesa, y en ella participaron también guías locales.

Considerado como el descenso más dificil del mundo, en 2014 el asturiano Jorge Núñez fue la primera persona que lo completó en solitario, en un tiempo record de 5 horas y 12 minutos.

Actualmente es posible sobrevolar la zona en helicóptero e incluso acceder en coche hasta un punto desde el que hay que caminar varias horas a través del bosque, por un sendero de escasa dificultad, que lleva hasta un punto desde el que se puede contemplar la brecha. No obstante, el fondo suele estar cubierto de niebla la mayor parte del tiempo.

Fuentes: Wondermondo / El Comercio / K2Studio /Wikipedia


Frente de Hierro, el grupo paramilitar alemán de los años 30 antimonárquico, antinazi y anticomunista

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En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial se instaló en la derrotada Alemania un régimen democrático al que se conoció como la República de Weimar.

En realidad este nombre se le puso a posteriori, debido a que la Asamblea Nacional Constituyente se celebró en la ciudad homónima, aunque la denominación oficial seguía siendo Imperio Alemán. Al igual que otros sistemas democráticos de la época, sufrió una grave inestabilidad política con continuos intentos de golpe de estado por parte de la derecha y de conatos revolucionarios por la izquierda que fueron en progresivo aumento, agravados con la Gran Depresión de 1929.

Como es sabido, el final de la guerra se puso en práctica con la firma del Tratado de Versalles, un documento que sellaron los más de medio centenar de países beligerantes el 28 de junio de 1919 después de seis meses de negociaciones (el armisticio tuvo lugar en noviembre de 1918) y por el cual Alemania debía asumir la responsabilidad del conflicto, pagar una exorbitante indemnización (algo que no terminó de hacer hasta 2010), entregar una considerable serie de compensaciones territoriales, adoptar un corpus de medidas democratizadoras en materia política pero también laboral y proceder al desarme nacional, reduciendo su ejército a cien mil hombres equipados precariamente (sin material pesado, flota ni fuerza aérea), prescindiendo de Estado Mayor y prohibiendo la industria armamentística.

Firma del Tratado de Versalles, por William Orpen/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Muchos de los excombatientes se encontraron entonces con la realidad de retornar a la vida normal, adaptación que buena parte de ellos encontró tremendamente difícil. La solución fue integrarse en unas organizaciones tradicionales, existentes desde el siglo XVIII y denominadas Freikorps.

Los Cuerpos Francos, que tal es su significado, eran unidades irregulares compuestas por voluntarios imbuidos de un fuerte espíritu nacionalista, antisemita y conservador así como de la camaradería propia de su experiencia bélica, que centraron su atención en planear golpes y enfrentarse a los grupos comunistas.

En realidad no eran algo excepcional, ya que si hay algo que caracterizó a la República de Weimar fue la proliferación de grupos paramilitares, algunos concebidos como brazos armados de los partidos pero otros creados aparte.

La diferencia con los Freikorps era que éstos, en general y salvo excepciones, gozaban de protección oficial como una extensión del estado en las calles para frenar al marxismo, especialmente desde el levantamiento espartaquista de enero de 1919.

Freikorps en 1919/Foto: dominio público en wikimedia Commons

Porque los comunistas, viendo el panorama, también habían formado sus propias bandas, las Räterepubliken. Unos y otros solían intentar reventar sus respectivos actos y terminar chocando violentamente.

Esa situación continua de altercados callejeros molestaba profundamente a las fuerzas del orden normales, hasta el punto de que cuando a finales de 1919 el gobierno creó abiertamente una nueva unidad paramilitar llamada SIPO (Sicherheitspolizei), los policías germanos convocaron una manifestación en contra. Sin embargo, la SIPO perduró (y hoy es la base de la policía, de uniforme verde), al igual que siguieron proliferando los otros grupos.

El ejecutivo decidió disolverlos a partir de 1920, cuando hubo pasado la parte crítica de la posguerra y la economía empezó a funcionar incipientemente, pero algunos de los más radicales continuaron su actividad e incluso intentaron dar un golpe de estado, el Putsch de Múnich.

Varios de ellos, como los Stahlhelm (Cascos de Acero), los Kampfbund (Liga de Lucha) o las Sturmabteilung (Secciones de Asalto, más conocidas como SA) se vincularon a lo que luego sería el nazismo y constituyeron la base estructural de su organización, mientras que el Rotfrontkämpferbund (Frente Rojo de la Liga de Combatientes) o el Rote Ruhrarmee (Ejército Rojo del Ruhr) se situaban en el lado opuesto y tenían una evidente relación con el comunismo.

No obstante, incluso las tendencias centristas tuvieron sus brazos armados. El más importante quizá fuera Reichsbanner Schwarz-Rot-Gold (Bandera Imperial Negra-Roja-Dorada), próximo a los partidos SPD y DDO (socialdemócrata y liberal respectivamente).

Bandera Stahlhelm/Foto: dominio público en Wikimedia commons

Ahora bien, sin duda el más singular fue el Eiserne Front o Frente de Hierro porque no se alineaba con ninguna tendencia concreta y tenía una curiosa ideología anticomunista pero también antimonárquica y antinazi.

Nació a finales de 1931 de la mano del SPD en colaboración con el ADGB (Allgemeiner Deutscher Gewerkschaftsbund, una confederación sindical que se desintegraría con la crisis económica de 1929 y acabaría absorbida por los nazis), el Reichsbanner Schwarz-Rot-Gold (una milicia que aunaba a socialdemócratas, centristas y sindicalistas) y los clubes deportivos obreros, con el fin de contrarrestar el poder del Harzburger Front (Frente de Harzburg), una coalición derechista opositora al gobierno de la que formaban parte el citado Stahhelm, el DNVP (Partido Popular Nacional Alemán y el NSDAP (Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, el de Adolf Hitler).

La actividad del Reichsbanner fue notable, organizando masivas manifestaciones y enfrentándose en las calles a los grupos fascistas, pese a que el SPD no veía con buenos ojos ese radicalismo.

Pero el Frente de Hierro atraía al sector más radical y combativo, la juventud, y fue imposible contrarrsstar su cada vez más acusado tono revolucionario, expresado a menudo con la enarbolación de la palabra ataque y derivados. De hecho, el Reichsbanner, la citada milicia de los partidos socialdemócrata y liberal, rehusó la invitación de unirse.

Bandera actual del Reichsbanner/Imagen: Darthbond007 en Wikimedia Commons

Uno de los elementos más peculiares del Frente de hierro fue su logotipo, concebido por Sergei Stepanovich Tschachotin, un biólogo y sociólogo ruso especializado en el estudio de la propaganda y la psicología de masas que había trabajado como ayudante del célebre conductólogo Ivan Pavlov.

Su diseño se bautizó con el significativo nombre de Círculo Antifascista porque consistía en una circunferencia negra con tres flechas blancas apuntando a la parte inferior izquierda.

El sentido del dibujo aludía al enfrentamiento con lo que se consideraba los tres grandes peligros para la socialdemocracia: primero los reaccionarios, encarnados en quienes deseaban restaurar la monarquía de la dinastía Hohenzollern; segundo los fascistas, que en Alemania se encuadraban en el partido nazi dirigido por aquel cabo austríaco que había participado en el citado Putsch de Múnich en 1923; y tercero los comunistas, que al igual que pasaba en otros países europeos habían ido incrementando su número y hecho también alguna tentativa revolucionaria, como el levantamiento espartaquista de 1919 o el Putsch del Rühr del año siguiente, siempre salvajemente reprimidos.

El Círculo Antifascista/Imagen: Wikimedia Commons

No obstante, del Círculo Antifascista se han hecho otras interpretaciones. Así, hay quien opina que cada una de las tres flechas representaba a un miembro del Frente (o sea, SPD, sindicatos y Reichsbanner) o al trío de ámbitos a los que se dirigía la clase obrera (política, economía y sociedad); incluso se ha sugerido que tenía una función puramente práctica, ya que las tres flechas permiten sobreponerse sobre los brazos de la esvástica nazi.

En cualquier caso, durante la campaña electoral de 1932 el SPD editó un cartel que parecía refrendar la primera teoría de los tres enemigos clásicos asaeteados.

No estuvo mucho tiempo vigente en Alemania porque en enero de 1933 Hitler era nombrado canciller y, pese a estar en un gobierno de coalición en minoría, no tardó e adueñarse del poder; una de sus primeras decisiones fue prohibir todas las agrupaciones paramilitares a excepción de las afines.

Curiosamente, el logotipo fue rescatado del olvido en 1989 pero no en tierra teutona sino en EEUU, donde fue adoptado por la YPSL (Young People’s Socialist League, la Liga Socialista de los Jóvenes), aunque ésta se disolvería en 2010.

Póster del SDP para las elecciones de 1932/Foto: Wikimedia Commons

Fuentes: La República de Weimar. Génesis, desarrollo y fracaso de la primera experiencia democrática alemana (León E. Bieber)/De una guerra a otra, 1914-1945 (Jean-Paul Brunet y Michel Launay)/La primera guerra de Hitler (Thomas Weber)/Wikipedia.

La muerte de Julio César, el origen de las autopsias y los informes forenses

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Los idus de marzo han llegado pero no han pasado todavía. La temible frase con que el adivino profetizó a Julio César su cruento magnicidio ha pasado a la Historia como sinónimo de un mal que se avecina.

César lo ignoró y le costó la vida tras caer acuchillado por veintitrés heridas de pugio (una daga que usaban los romanos) que, sin embargo, algunos cronistas aseguraron que no eran mortales excepto una que le atravesó el pecho.

El análisis del cadáver se plasmó en un informe que dio origen al término forense para referirse al lugar donde se enseñaba este tipo de medicina post mortem y que, a su vez, deviene del foro de Roma, la plaza donde se trataban los asuntos públicos y se celebraban los juicios; el escenario del crimen de Julio César.

Tanto Suetonio como Plutarco, entre otros, cuentan su asesinato en sus respectivas obras Vidas de los doce césares y Vidas paralelas. De ambos relatos se deduce cómo transcurrieron los hechos.

El 15 de marzo del año 44 a.C. el célebre general llegó al Senado y se le acercó Tulio Cimbro para pedirle clemencia para su hermano desterrado. César se negó a escucharle pero como el otro le tiró de la toga, se revolvió irritado contra él exclamando «¿Ista quidem vis est?» (¿Qué violencia es ésta?), dado que como tribuno y pontífice máximo era intocable. Pero, en realidad, aquel gesto constituía una señal para iniciar el ataque. Servilio Casca le dio la primera puñalada en el cuello, aunque no fue grave porque César se revolvió y exclamando “¿Qué haces, Casca?” se defendió con su punzón de escritura (estaba prohibido llevar armas en el Senado).

Casca invocó a los demás conspiradores en su ayuda y entonces llovieron las cuchilladas sobre la víctima. Trastabillando y envuelto en sangre, César cayó por la escalinata del pórtico mientras seguía recibiendo heridas hasta quedar a los pies de la estatua de Pompeyo, donde murió. Suetonio dice que sus últimas palabras fueron las famosas !¡Tu quoque, Brute, filii mei!” (¡Tú también, Bruto, hijo mío!) mientras que Plutarco cuenta que no dijo nada y empleó las fuerzas postreras en cubrir su cabeza con la toga.

Muerte de César (Gerome)/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Suetonio también narra que se hizo venir a Antistio, el prestigioso médico personal del fallecido, quien certificó que a éste se le habían infligido veintitrés heridas pero que solamente una de ellas, la que le atravesó el corazón desde atrás, era verdaderamente mortal.

Consta que la primera fue de Casca pero no quien dio la siguiente, la decisiva, aunque tratándose de un asesinato colectivo no tiene mayor importancia; sí que la mayoría de las laceraciones fueron en las piernas y espalda, más algunas en los ojos, fruto del odio hacia su persona. Siguiendo el relato de Suetonio, Antistio sospechó en un primer momento que el arma homicida quizá estaba envenenada, aunque no lo corroboró.

En cualquier caso, el análisis del galeno se considera el origen histórico de las autopsias y los informes forenses; por supuesto que seguramente habría casos anteriores pero es el primero registrado en que un experto elabora una opinión a partir del cuerpo de la víctima.

Si hablamos de autopsias propiamente dichas, es decir, aquellas que se llevan a cabo en el contexto de una investigación judicial, habría que avanzar unos siglos desde los tiempos de Roma hasta llegar al XIV y en un enclave muy concreto, la ciudad italiana de Bolonia.

En su universidad enseñaba el florentino Tadeo Alderotti, quien fundó una escuela médica que seguía los métodos de los clásicos (Hipócrates, Galeno, Avicena…) según las cuatro causas aristotélicas (material, formal, eficiente y final), además de escribir un compendio de casos médicos titulado Consilia y otras obras del tema como De la conservazione della salute.

Alderotti, al que Dante sitúa en el Paraíso en su Divina comedia, tuvo como alumnos a futuras figuras de la medicina, caso de Mondino de Luzzi (un cirujano que escribió un manual de disecciones titulado Anatomía) y Gentile da Foligno (otro prolífico autor experto asimismo en disecciones que escribió un aplaudido tratado sobre la Peste Negra, enfermedad que, irónicamente, fue la causa de su muerte).

Autopsia medieval/Imagen: Strange History

Pero el que nos interesa es un tercer discípulo llamado Bartolomeo de Varignana, a quien corresponde el honor de esa primera autopsia oficial. Bartolomeo fue el encargado de hacérsela a un comerciante llamado Azzolino, quien falleció súbitamente tras sentirse mal después de comer.

Las circunstancias del óbito le parecieron sospechosas a su familia, que exigió una investigación y el juez ordenó entonces a este doctor que examinase el cadáver para intentar dilucidad si, en efecto, había sido un crimen o la muerte se debió a causas naturales.

Bartolomeo se encontró con un cuerpo hinchado y de piel aceitunada, muy oscura, que a priori parecía apuntar a un veneno; sin embargo su conclusión fue que hubo un exceso de sangre en la vena cava y en la vena vecina del hígado que “ha impedito il flusso dello spirito in tutto il corpo, e si é verificatto un degrado o meglio un’estinzione del calore innato in tutto il corpo”.

Era el año 1302 y acababa de nacer la medicina forense propiamente dicha, consolidándose un siglo más tarde (en Padua antes, en 1329) con la autorización por parte de las autoridades de diseccionar cadáveres humanos y ampliar la enseñanza de anatomía en las universidades.

Para ser exactos, Bartolomeo de Varignana no era tampoco quien hacia la primera autopsia de ese tipo, pues antes hubo otros casos como los del médico que buscaba el origen de la epidemia de peste de Cremona (1286) o el caso de la disección que describe Pietro D’Ebano de un farmacéutico de Padua que había bebido mercurio en vez de agua en la segunda mitad del siglo XIII.

La diferencia fundamental de lo que se hizo en Bolonia con el presunto envenenado estaba en su carácter público, ya que Bartolomeo no llevó a cabo su autopsia en privado sino públicamente y con la asistencia de otros médicos como testigos.

Fuentes: Medieval Medicine (Plinio Prioreschi) / La fragua de la Medicina Clínica y de la Cardiología (Juan José Puigbó) / La autopsia: la consulta final (VVAA) / Storia della definizione di morte (Francesco Paolo de Ceglia) / Vida de los doce césares (Suetonio) / Vidas paralelas. Alejandro y Julio César (Plutarco).

Los Caballeros del Círculo Dorado, la sociedad secreta que pretendía crear un imperio esclavista panamericano

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Como ya hemos contado en artículos anteriores, el siglo XIX fue el de las sociedades secretas. Las hubo de todo tipo, desde las masónicas a las reaccionarias, pasando por las religiosas, nacionalistas, militaristas, racistas, culturales, ocultistas y prácticamente lo que uno pueda imaginar.

Además no fue algo limitado a Europa sino extendido por todo el mundo y, claro, Estados Unidos no iba a quedarse al margen. De ese país nos quedamos hoy con una realmente curiosa, empezando por su nombre mismo: la KGC (Knights of the Golden Circle), siglas de los Caballeros del Círculo Dorado.

No se trataba de una orden de caballería sino de una sociedad de corte imperialista y esclavista que aspiraba a crear un gran país panamericano que incluyera territorios de sus vecinos continentales, fundamentalmente de México aunque también manejaba Centroamérica, el Caribe e incluso la parte norte de Sudamérica.

Eso sí siempre supeditados a un país, la Confederación, donde la primacía sería de los estados del sur de EEUU. Conviene resaltar que este proyecto es anterior a la Guerra de Secesión y su origen estaba vinculado a la oposición al cada vez más intenso abolicionismo que se promulgaba desde los estados del norte.

Esa nueva mega-entidad es la que recibiría el nombre de Círculo Dorado -o Círculo de Oro- y abarcaría una extensión de tres mil novecientos kilómetros cuadrados.

Reunión de los caballeros/Imagen: KGC

Por tanto, es fácil deducir que los caballeros en cuestión eran básicamente simpatizantes del Partido Demócrata, los más reacios a acabar con el sistema esclavista por creer que ello supondría su sustitución por una industrialización deshumanizada cuya mano de obra estaría pagada con salarios míseros.

La idea de anexionarse el norte de México y extender así las tierras susceptibles de cultivo con esclavos a gran escala (se dividiría en veinticinco provincias dedicadas a la agricultura con esclavos) también era una parte importante del programa, según el fundador de la sociedad.

Éste fue un médico natural de Indiana pero residente en Cincinnati, Ohío, llamado George Washington Lafayette Bickley. Tras una vida aventurera, se había convertido en un galeno sin título y erudito, siendo fundador de una sociedad de estudios históricos y autor de una historia sobre las guerras indias en Virginia.

Ámbito del Círculo Dorado/Imagen: Spesh531 en Wikimedia Commons

En 1851 se estableció en la citada Cincinnati, donde le ofrecieron el puesto de profesor de medicina alternativa mientras seguía publicando libros, unos de botánica y otros de ficción. Acosado por acreedores, tuvo que dejar la ciudad y empezó una gira por el sur del país promoviendo su idea de una expedición a México; obtuvo bastante atención en Texas, que al fin y al cabo se había independizado de una forma análoga.

Sin embargo, la fecha oficial de la creación del KGC fue el 4 de julio de 1854, cuando, junto a otros cuatro miembros, se redactó y firmó el acta oficial en Lexington (Kentucky), aunque la primera sede se ubicó en Cincinnati.

En 1858 se abrieron castillos (el romántico nombre que se daba a las sedes) en Texas y Louisiana. Ese mismo año el senador Samuel Houston, artífice de la independencia texana, propuso a la cámara iniciar una campaña cuyo resultado fuera la creación de un gran protectorado al sur de EEUU que empezara en tierra mexicana y se extendiera por Guatemala, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Costa Rica pero la propuesta fue desestimada.

George Bickley/Foto: Cincinnati Curiosities

Entretanto, la sociedad seguía creciendo y en la primavera de 1860 ya contaba con cuatro mil miembros repartidos por una veintena de castillos, todos encuadrados militarmente a las órdenes de Elkanah Greer, un general que en breve combatiría en la Guerra Civil a favor de la Confederación.

Algunos de ellos integraron un contingente armado que llegó hasta Río Grande, donde Bickley debía unírseles con refuerzos traídos desde Nueva Orleans; sin embargo, a Bickley le resultó imposible encontrar suficientes fuerzas y la cosa quedó en nada, lo que le acarreó un enorme descrédito y la expulsión. No obstante, al mes siguiente él convocó una convención de la sociedad en Raleigh (Carolina del Norte) y volvió a hacerse con el control del KGC.

Bickley empezó a organizar una nueva campaña militar pero las cosas habían cambiado en EEUU y ahora era la política nacional la que reclamaba la atención. El KGC era un firme partidario de James Buchanan, presidente por el Partido Demócrata desde 1857 en sustitución de su compañero ideológico Franklin Pierce, ya que Buchanan era partidario de respetar el derecho de los estados del sur al esclavismo; así lo había declarado en el discurso inaugural advirtiendo del riesgo de fractura del país.

Apenas un par de días después, el Tribunal Supremo dictaba sentencia sobre el caso Dred Scott contra Stanford, por la que el primero, un esclavo negro que reclamaba su libertad por haber conseguido refugiarse en el norte, debía ser devuelto a su antiguo dueño porque a los esclavos no se les reconocía la ciudadanía estadounidense. El país quedó sumergido en una ola de violencia entre esclavistas y abolicionistas que no auguraba un futuro halagüeño para EEUU.

Dred Scott/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

En ese turbulento contexto, agravado por el llamado Pánico de 1857 (una terrible crisis económica que afectó tanto a la industria como al campo y la banca, sobre todo en el norte), fue creciendo la sensación en los estados sureños de que era necesaria la secesión para proteger sus intereses y el KGC retomó su idea del Círculo Dorado separándose de los estados del norte por la línea Mason-Dixon (una antigua frontera colonial que pasaba por Maryland, Pensilvania, Delaware y Virginia Occidental).

En 1859 se produjo el incidente de Harper’s Ferry (un grupo de fanáticos abolicionistas asaltó un arsenal) como manifestación más extemporánea de una serie de incidentes menores y boicots mutuos entre ambos bandos. La victoria de Abraham Lincoln en las elecciones presidenciales supuso el definitivo cambio de orientación de los Caballeros del Círculo Dorado: la aventura mexicana quedaba aparcada y el objetivo inmediato pasaba a ser el secesionismo.

El 15 de febrero de 1861 una fuerza de medio millar de hombres dirigidos por el exranger Ben McCulloch ocupó el arsenal federal de San Antonio, entregado sin lucha por el general David E. Twiggs, quien fue premiado con un mando en el ejército confederado.

Ciento cincuenta de aquellos hombres pertenecían al KGC, al igual que otros muchos que protagonizaron otras acciones por el estilo en lo que era un clima prebélico patente. Ese mismo año, varios de ellos se adueñaron temporalmente de parte de Nuevo México a las órdenes del teniente coronel John Robert Baylor en una campaña que se repitió al año siguiente. A la par, otros atacaban intereses unionistas.

Franklin Pierce/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Curiosamente, no todos los caballeros eran sureños. El expresidente Franklin Pierce se ganó fama de ser uno de ellos por sus críticas contra Lincoln, si bien él lo negó rotundamente. De hecho, la sociedad ya se había extendido por lugares alejados del sur como Kentucky, Ohío, Illinois, Missouri, Iowa e Indiana.

Los miembros norteños, pro-esclavistas, eran conocidos despectivamente como copperheads (un tipo de serpiente venenosa) porque se manifestaban contrarios a la guerra, oponiéndose al reclutamiento obligatorio y escondiendo a los desertores, lo que desencadenó su represión con múltiples detenciones.

Al desatarse las hostilidades, el KGC participó activamente, tanto en el plano institucional como en el individual, aunque en el primer caso la sociedad se vio envuelta en un turbio asunto de estafa con la emisión de bonos a su nombre. A finales de 1863 se produjeron una serie de cambios tras una reorganización de su estructura que dejó fuera al fundador -sustituído por el copperhead Clement L. Vallandigham– e impuso un nuevo nombre: Orden de los Caballeros Americanos, que poco después volvía a trocarlo por el de Orden de los Hijos de la Libertad.

Según algunas fuentes bastante fantasiosas llegaron a sumar unos trescientos mil miembros, pero su momento había pasado ya. La potencia industrial de la Unión y sus continuas victoria en el frente, que decantaban claramente la victoria de su lado, llevaron a la sociedad a la disolución a despecho de los sectores más extremistas, no obstante minoritarios.

Clement Vallandigham/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

George Bickley, que servía como cirujano militar, estuvo en prisión desde el verano de 1863 hasta el otoño de 1865 acusado de espionaje. Y aunque ya no había orden, no faltaron dudosas leyendas sobre su mantenimiento secreto, su implicación en el asesinato de Lincoln, el intento de hacer otro tanto con Ulysses Grant y un plan para iniciar una nueva secesión financiándola con un tesoro enterrado por partes a lo largo del país, esperando el momento propicio. Otra más sobre el mítico oro confederado.

Fuentes: The Dark Intrigue. The True Story of a Civil War Conspiracy (Frank Van der Linden)/Historia de la masonería en Estados Unidos (Mario Escobar)/Slavery in the United States. A Social, Political, and Historical Encyclopedia (Junius P. Rodriguez)/A Secret Society History of the Civil War (Mark A. Lause)/Wikipedia.

Libro recomendado: Knights of the Golden Circle: Secret Empire, Southern Secession, Civil War (David C. Keehn).

Gran Trango, la pared rocosa casi vertical más alta del mundo

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Las Torres Trango, un grupo de montañas en una subcordillera del Karakórum, son uno de los retos de escalada más difíciles del mundo, intentados cada año por numerosos deportistas.

Están situadas en la cordillera Baltoro Muztagh, al norte del glaciar del mismo nombre, en territorio de Pakistán. La cordillera alberga el segundo pico más alto del mundo, el K2 (8.611 m.) así como otros tres ochomiles.

En ese contexto las Torres Trango no destacan precisamente por su altura, ya que su mayor elevación se queda en 6.286 metros. Pero a cambio presentan algunas de las paredes casi verticales más altas del mundo, y de las más difíciles de escalar.

Se ubican sobre una cresta que discurre en dirección noroeste-sureste entre los glaciares Trango y Dunge. Gran Trango es un gran macizo con cuatro cumbres, la mayor de las cuales alcanza los 6.286 metros antes indicados. Al noroeste está la Torre sin nombre (6.239 m.), a la que se identifica fácilmente por la enorme aguja puntiaguda y casi simétrica que se proyecta desde los 1.000 metros. La tercera es El Monje, más al norte.

Es la cara Este del Gran Trango la que está considerada la pared casi vertical más alta del mundo, con 1.340 metros, y una de las escaladas más dificiles que se pueden acometer. Como comparación, la pared vertical más alta del mundo tiene 1.250 metros, en el canadiense Monte Thor.

La cara este del Gran Trango, por John Middendorf / foto Dominio público

Fue escalada por vez primera en 1984 por los noruegos Hans Christian Doseth y Finn Daehli, ambos lamentablemente fallecidos en el descenso.

Los primeros que consiguieron regresar fueron Xaver Bongard y John Middendorf, quienes en 1992 siguieron una ruta paralela a la empleada por los noruegos, a la que hoy se denomina El gran viaje.

La Torre Sin Nombre / foto Maria Ly en Wikimedia Commons

La ruta seguida por Doseth y Daehli no volvería a ser intentada hasta 2008, cuando otros cuatro noruegos (Rolf Bae, Bjarte Bø, Sigurd Felde y Stein-Ivar Gravdal) la emplearon para llegar hasta la cumbre. Tardaron 27 días en el ascenso y tres más en el descenso. Bae moriría días más tarde ese mismo verano, el 1 de agosto, en el desastre del K2.

La ruta de los noruegos / foto Stein-Ivar Gravdal

Tanto el Gran Trango como la Torre sin nombre y otras cumbres menores, como El Púlpito, tienen rutas de ascenso más sencillas (en comparación con la cara Este del Gran Trango), pero que se cuentan asimismo entre las más difíciles y técnicas que un escalador puede acometer hoy en día.

Fuentes: Climbing / Alpinist / Wikipedia

La Masacre de Cefalonia: el exterminio de 5.000 soldados italianos a manos de los alemanes

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Una de las primeras películas que Penélope Cruz hizo en Hollywood fue La mandolina del capitán Corelli, una floja adaptación de la novela homónima del escritor británico Louis de Bernieres.

En ella interpretaba (aunque fue candidata al premio Razzie a la peor actriz) el papel de una joven griega de Cefalonia que se debate entre el amor de un pescador y el de un oficial italiano del destacamento que ocupa la isla.

No nos importa aquí el argumento sino el contexto, porque aquellos soldados italianos que parecían gozar de un destino casi paradisíaco acabaron exterminados a sangre fría a manos de sus propios aliados, los nazis, en uno de los episodios más negros de la Segunda Guerra Mundial: la llamada Masacre de Cefalonia.

Grecia había sido invadida por el Eje en la primavera de 1941, repartiéndose su territorio entre alemanes e italianos pero ocupando estos últimos la mayor parte, a lo que destinaron 170.000 efectivos.

A controlar Cefalonia, una isla del Heptaneso situada en el Mar Jónico (al sur del Adriático), fue enviada la 33ª División Acqui, 11.500 hombres y 525 oficiales encuadrados en los regimientos de infantería 17º y 317º, el 33ª de artillería, la 27ª Legión de Camisas Negras, el 19º Batallón del mismo cuerpo y otras unidades menores de apoyo.

La defensa de la isla contaba además con baterías costeras, un par de aviones y varias lanchas torpederas, todo ello bajo el mando del general Antonio Gandin, un veterano de cincuenta y dos años que había luchado en el frente ruso ganando la Cruz de Hierro.

El general Gandin en Cefalonia (a la derecha)/Foto: Istituto Storico Autonomo

Los verdaderos problemas llegaron en septiembre de 1943, cuando Italia capituló ante los Aliados firmando lo que se conoce como Armistizio di Cassibile o Armistizio dell’8 Settembre: ante el avance del enemigo por la península, a donde había saltado desde Sicilia, el rey Víctor Manuel III organizó el arresto de Mussolini y su sutitución al frente del gobierno por el general Pietro Badoglio, si bien fue otro mando, Enzo Castellano, el que llevó a cabo las negociaciones de rendición.

Como los alemanes se olían el asunto, habían enviado tropas a Cefalonia ese verano: los batallones de granaderos 810º y 909º, que incluían carros de combate y cañones autopropulsados sumando un total de dos millares de hombres al mando del teniente coronel Johannes Barge.

Así que el general Gandin tenía que tomar una grave decisión: dejar que los alemanes les desarmaran y se hicieran cargo de la isla -como ya ocurría en otros sitios de Grecia- o negarse y afrontar lo que pasara.

Las órdenes de su superior, Carlo Vecchiarelli (general en jefe del ejército italiano en Grecia) eran poco concretas: evitar el enfrentamiento con sus ex-aliados y no colaborar con los partisanos griegos, pero contestar a cualquier agresión.

Johannes Barge/Foto: Politics

Gandin ya no contaba con barcos para evacuar porque había tenido que enviarlos a Italia siguiendo las condiciones del armisticio. En los días siguientes se reunió con Barge para tratar la situación, que no parecía presentar mayor problema dado que el italiano era un reconocido germanófilo y, de hecho, por eso se le había elegido para aquel puesto.

Sin embargo, el 11 recibió la orden de considerar a los teutones como enemigos y no entregarles las armas. Barge consideraba que, siguiendo las directrices del propio Badoglio, las fuerzas italianas quedaban supeditadas a las alemanas pero Gandin obedeció a Vecchiarelli y se negó a desarmar a su gente ignorando el últimátum que le envió el teutón.

Y así, aunque al parecer la mayor parte de la tropa era partidaria de no combatir, el 15 de septiembre empezó una batalla entre los antiguos aliados, con los stukas de la Luftwaffe bombardeando las posiciones italianas y lanzándoles folletos incitando a abandonar las armas.

En un primer momento Gandin impuso su superioridad numérica e hizo cientos de prisioneros, pero dos días más tarde desembarcaron en la isla los dos batallones de la División de Montaña (Division Gebirgs) de Harald von Hirschfeld, un cuerpo de élite que ya tenía cierto renombre por su brutal represión contra la población civil griega de Kommeno en agosto.

Llegaba, además, reforzado por un tercer batallón de la División Jäger. Las peticiones de ayuda de Gandin no fueron escuchadas pese a que bastante cerca, en Lecce, había un campo de aviación; el mando Aliado no podía permitirse el riesgo de que aquellos 300 aviones desertaran y lo mismo pasaba con algunos torpederos que navegaban hacia Cefalonia y a los que se ordenó dar media vuelta.

De esta forma, los alemanes suplieron su inferioridad numérica con el dominio aéreo y su experiencia en combate. Sólo algunos efectivos del ELAS (Ejército Griego de Liberación) se unieron a los italianos pero inútilmente. El 22 de septiembre Gandin se quedó sin municiones y tuvo que rendirse; había tenido 1.351 bajas frente a las 300 germanas. Pero lo peor estaba aún por venir.

Harald von Hirschfeld/Foto: Wikimedia Commons

Antes de que Gandin cediera, los alemanes ya habían empezado a ejecutar prisioneros de manera sumaria, por traición, siguiendo órdenes de Hitler en ese sentido. Inicialmente los ametrallaban en el mismo lugar y momento de la captura pero, al parecer, varios soldados bávaros protestaron y aunque ellos mismos fueron amenazados se cambió el sistema, encerrando a los presos en el ayuntamiento y fusilándolos en grupos pequeños.

Gandin y 137 de sus oficiales también murieron tras pasar por una rápida corte marcial en apenas dos días; sólo se salvaron 37. Los pelotones siguieron haciendo su siniestro trabajo hasta sumar 5.155 muertos, una de las mayores matanzas de la Wehrmacht (no había unidades SS en Cefalonia).

Los cadáveres, tras ser despojados de su equipo y botas, se incineraban en grandes piras que extendían el olor a carne quemada por toda la isla, aunque en algunos casos, como Gandin y sus oficiales, eran embarcados y arrojados en alta mar, por eso sus restos nunca se recuperaron.

Soldados italianos enfrentándose a los alemanes/Foto: Fondazione Europea Cefalonia

En la aldea de Frangata las ametralladoras estuvieron disparando cerca de un par de horas, regando de sangre calles, jardines, tapias e incluso el interior de las casas, pues algunos vecinos habían acogido a los italianos heridos.

Éstos eran atendidos a veces por algunos soldados alemanes pero luego llegaban otros a rematarlos. Se conservan dos importantes testimonios de las matanzas. Uno, del capellán Romualdo Formato, que comparó la masacre con la persecución de los primeros cristianos en tiempos de Roma contando cómo los soldados solían esperar la muerte cantando, rezando y recordando a sus familias; también reseñó que se perdonó a los que podían probar que eran originarios del Tirol, región anexionada por Hitler.

El otro testimonio correspondió a un soldado austríaco llamado Alfred Richter, quien explicó que los compañeros de su nacionalidad sentían tanta repugnancia como impotencia ante aquel salvaje aniquilamiento.

Romualdo Formato/Foto: Wikimedia Commons

Cefalonia quedó sembrada de cadáveres al prohibirse a los vecinos que los enterraran. Pero no fue un caso aislado porque situaciones parecidas, aunque no de tales proporciones, se repitieron en otras islas como Corfú (donde estaba otra parte de la división y los teutones ejecutaron a 280 oficiales) o Kos (90 oficiales).

Al mes siguiente, después de que Mussolini fuera liberado por un comando de paracaidistas, se detuvieron los fusilamientos, ofreciéndoseles a los italianos quedarse en la isla realizando trabajos forzados o ser trasladados a Alemania a un campo de concentración.

La mayoría, unos 3.000, se decantó por esa segunda opción pero una maldición pareció cebarse de forma cruel sobre la División Acqui, ya que los barcos Sinfra y Ardena, donde eran trasladados fueron hundidos en el Adriático y todos fallecieron.

Reparto de Grecia por las potencias del Eje/Imagen: Politics

La información de lo ocurrido llegó hasta el Duce en enero y, aún cuando despreciaba a la División Acqui por su traición, montó en cólera; parece ser que luego se mostraba orgulloso del heroico comportamiento de sus soldados.

Harald von Hirschfeld se convirtió en el general más joven de la Wehrmacht y murió combatiendo a los soviéticos en Polonia en 1945. Su superior, Hubert Lanz, responsable de las muertes en Corfú y de la matanza de Kommeno, fue juzgado en Nuremberg y condenado a sólo 12 años de prisión al no quedar claro si la responsabilidad última era suya y por las dudas que algunos compañeros sembraron sobre la veracidad exacta de los hechos; quedó libre en 1951 y falleció en 1982.

En cuanto a Johannes Barge, no tuvo nada que ver con los hechos por hallarse ausente; más tarde luchó en Creta y ganó la Cruz de Hierro, muriendo en el año 2000.

En los años cincuenta se exhumaron miles de cuerpos para llevarlos a Italia, al Cementerio de Guerra de Bari pero el tema permaneció ignorado hasta 1980, en que se levantó en Cefalonia un monumento en memoria de las caídos; después, la citada novela publicada en 1994 y, sobre todo, su adaptación cinematográfica en 2001 recuperaron la memoria de la División Acqui.

Fuentes: Atrocities, Massacres, and War Crimes. An Encyclopedia (Alexander Mikaberidze ed)/The Ionian Islands and Epirus (Jim Potts)/Lost Sons of the Mediterranean Kefalonia, September 1943 (Pietro Giovanni Liuzzi)/Whistling in the Face of Robbers (Dahn A. Batchelor)/ Arrendersi o combattere. Storia fotografica della Divisione Acqui (Carlo Pallumbo)/Wikipedia.

Floki, el excéntrico personaje de la serie televisiva Vikingos, ¿existió realmente?

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Uno de los personajes más singulares de la exitosa serie televisiva Vikingos es Floki, al que interpreta el actor sueco Gustaf Skarsgård (hijo del célebre Stellan Skarsgård, que se ha hecho muy popular con películas como Mamma mía o Los Vengadores).

Floki, fiel amigo de Ragnar Lodbrok para quien construye el barco especial con que la expedición de éste consigue llegar a Inglaterra, posee una excéntrica personalidad que combinada con su firme devoción por los dioses tradicionales hace de su presencia los momentos más peculiares de la serie. La pregunta es ¿existió este personaje?

Y la respuesta, que además sería aplicable a otros compañeros suyos, es que ni sí ni no sino todo lo contrario. Los creadores de la serie han explicado alguna vez que la inspiración fue el dios Loki y, al parecer, el propio actor partió de esa idea, una divinidad encarnada, para afrontar su papel.

Efectivamente, Loki tenía una serie de características que son reconocibles en Floki, más allá de la similitud en el nombre (cuya etimología, por cierto, se ignora): gracioso, burlón, extravagante, tramposo… Solía cambiar de forma física para sus hacer sus chanzas y engañaba a sus propios compañeros suprahumanos.

El burlón Loki/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La mitología nórdica plasmada en los Eddas (unas recopilaciones de leyendas islandesas en prosa, parte de las cuales compuso el famoso escaldo Snorri Sturluson) cuenta que Loki era hijo de Farbati y su esposa Laufrey, dos gigantes, y tenía dos hermanos llamados Helblindi y Býleistr.

Sin embargo no se ha encontrado rastro de su culto, por lo que muchos autores consideran que su naturaleza no era exactamente divina, al menos al mismo nivel que la de Odín (que no obstante le consideraba un hermano), Thor o Freyja, por ejemplo. Un dios menor, pues, que se casó con Angrboda, quien le dio tres hijos (Fenrir, Jörmundgander y Hela), aunque luego tuvo otros dos (Narfi y Váli) con su segunda mujer, Sigyn.

Loki cayó en desgracia al matar a Balder, vástago de Odín, resentido porque a causa de una pesadilla mortuoria de éste se había encerrado a sus hijos para prevenir que nadie le hiciera daño. Entonces huyó de la furia de los dioses y esta parte de su historia es interesante porque se refleja en la serie, humanizada, con Floki de protagonista: tras intentar asesinar a Ragnar por su condescendencia con el cristianismo, Floki escapó a los montes y pese a que les da esquinazo varias veces ocultándose bajo el agua de un río (en paralelo al mito, en que se convierte en salmón).

Finalmente fue atrapado y castigado atándosele entre dos rocas; en la mitología se usan como ligaduras los intestinos de sus hijos, pues la venganza alcanzó a toda su estirpe de una forma u otra. Más tarde, Loki conseguiría liberarse y acudir al Ragnarök, la batalla del fin del mundo, una especie de Armagedón.

El castigo de Loki/Imagen: Apriv40dj en Wikimedia Commons

De todo esto puede deducirse que el Floki de la televisión es ficticio. Ahora bien, lo cierto es que hubo un personaje histórico llamado Floki Vilgerdsson (Hrafna-Flóki Vilgerðarsson en versión islandesa) que vivió en el siglo IX y alcanzó cierta notoriedad por haber sido el primer escandinavo que alcanzó Islandia premeditadamente.

Hay una teoría que apunta a que la isla ya había sido pisada con anterioridad, en el siglo VIII (o incluso antes), parece ser que por monjes cristianos procedentes del norte de Gran Bretaña, pero como éstos se fueron al llegar los vikingos y no ha quedado registro arqueológico de su paso, hay que irse al año 874 d.C. para encontrar la primera colonia estable, dirigida por Ingólfur Arnarson.

Subrayo lo de estable porque hubo colonias previas, como la de Gardar Svavarsson, que se asentó allí temporalmente al poco de que Naddoddr, un vikingo de las islas Feroe, descubriera aquel pedazo de tierra en medio del océano en el 860 bautizándolo con el nombre de Snæland (Tierra de la Nieve). El matiz es que Nanoddr llegó por azar mientras que Floki Vilgerdsson viajó allí intencionadamente.

Expediciones vikingas a Islandia/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Su periplo lo cuenta el Landnámabók (Libro del Asentamiento o Establecimiento), un manuscrito islandés del siglo XII que es fundamental para conocer esa parte primigenia de la historia de la isla. Floki era hijo de Vilgerd Karadatter y por tanto nieto de Horda-Kåre Aslaksson, caudillo del reino noruego de Hordaland, pero se le consideraba un víkingr mikill, es decir, un inadaptado, tal cual refleja la serie, en la que vive aparte y se mantiene radicalmente fiel a la fe tradicional.

Buscando un lugar donde establecerse por su cuenta oyó hablar de nuevas tierras hacia occidente a las que llamaban Garðarshólmi, así que se embarcó junto a su mujer Gró y sus hijas Oddleifur y Þjóðgerður, zarpando de Rogaland. Tras una escala en las Islas Shetland, donde una de las niñas se ahogó por accidente, llegó a las Islas Feroe. Allí casó a su otra hija y se hizo con tres cuervos que debían ayudarle a encontrar Garðarshólmi.

Edición de 1688 del Lándnámabók/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Efectivamente, puesto de nuevo en camino y a la manera de Noé, una de las aves regresó a las Feroe y otra voló brevemente para posarse otra vez en el barco pero la tercera se perdió de vista en dirección noroeste y no regresó, apuntando así el rumbo a seguir.

Por ello, Floki se ganó el apodo de Hrafna, que significa Cuervo. No está claro en qué año fue pero por fin divisó tierra, una bahía que llamó Faxaflói y que está frente a la actual capital, Reykjavík. Floki no viajaba sólo con su familia sino con las de otros compañeros como Herjolf, Faxe y, sobre todo, Þórólfur Þorsteinsson (nieto de Grímur Kamban, primer colonizador de las Feroe), al que más tarde se conocería por el mote de Smjör (Mantequilla) en alusión a una frase con la que describía la tierra descubierta. Levantaron un poblado en Vatnsfjörður (actualmente una reserva natural cercana a Barðaströnd) y exploraron la isla.

Como su arribada coincidió con un verano expléndido, cuando llegó el durísimo rigor invernal estaban bien preparados para afrontarlo. No obstante, la primavera tardó en presentarse y entretanto aprovecharon para explorar el territorio.

Cuenta el Landnámabók que en ese lapso de tiempo Floki ascendió a la cumbre de la montaña más alta que encontró, que los expertos creen que pudo ser el Nónfell (una colina de 473 metros situada en los Fiordos del Oeste), y desde allí contempló todo el contorno, incluyendo el gran fiordo Ísafjörður, que por entonces aún conservaba su morfología glaciar y estaba lleno de hielo en movimiento. Al parecer, la visión de Ísafjörður fue lo que incitó a Floki a rebautizar la isla con el nombre de Ísland (o sea, Islandia, Tierra del Hielo).

Pese a todo, los escandinavos no quedaron muy contentos con la dureza climática de Islandia ni con el escaso provecho que le sacaban a la tierra, así que terminaron recogiendo sus cosas y regresando a Hordaland. Sus descripciones no fueron muy positivas pero el caso es que Floki volvió a hacer gala de su culo inquieto y de nuevo se echó a la mar para retornar a su isla, de la que no sólo ya no se movió más sino que terminó sus días ejerciendo de goði, una especie de sacerdote con atribuciones políticas extra.

Fuentes: Los vikingos en la historia (F. Donald Logan)/Chronicles of the Vikings. Records, Memorials and Myths (Ian Page)/The World of Vikings (Justin Pollard)/Iceland. The Bradt Travel Guide (Andrew Evans)/El evangelio según Loki (Joanne M. Harris)/The Book of Settlements. Landnámabók (en inglés).

Gafas para pollos, un insólito sistema para evitar su agresividad en el gallinero

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La visión de una granja de pollos, con esos cientos o miles de animales apretujados en una inmensa nave industrial que hace las veces de gallinero puede resultar curiosa, divertida incluso, pero tiene una cara oculta.

No por necesaria menos tremenda: la escasez de espacio, la territorialidad de que hacen gala y el carácter jerárquico que tienen los animales les lleva a picotearse entre sí para imponerse a los demás.

Eso provoca graves heridas y la muerte de ejemplares (hasta una cuarta parte si se les deja), sin contar la parte antihigiénica de la sangre mezclada con plumas y excrementos o el hecho de que estas aves no tengan problema en alimentarse de los restos de sus congéneres.

Y el canibalismo no es algo precisamente recomendado por las autoridades sanitarias.

Por esa causa, a principios del siglo XX se ideó una inaudita solución: poner antifaces a los pollos de manera que no pudieran ver y, consecuentemente, tampoco fueran capaces de atacar a sus congéneres.

La idea de cubrir los ojos de los animales para mantenerlos tranquilos e inmóviles da resultado, y ahí están las caperuzas usadas en la cetrería para demostrarlo.

Una granja de pollos/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

El problema es que los halcones y otras aves de presa no viven en esas enormes granjas y son alimentados de forma individual, mientras que resulta imposible dar de comer a miles de pollos uno por uno y, por tanto, con los ojos tapados no pueden encontrar el comedero salvo que estén inmovilizados en jaulas de forma que su única capacidad de acción sea picotear hacia delante. Aparte, está la dificultad de poner antifaces a tantas aves.

Sin embargo, en 1903 se registró la primera patente a nombre de Andrew Jackson Jr, un vendedor de equipos médicos de Múnich (no la ciudad alemana sino la del estado de Tennessee, EEUU), que se fijó en un curioso detalle: los pollos que tenían cataratas resultaban ser más pacíficos que los sanos.

Jackson dedujo que si no podían ver evitarían la violencia jerárquica y fabricó un prototipo de lo que llamó Eye-protector for chickens (Protector de ojos para pollos). El diseño era sencillo, una montura de aluminio con aros redondos y unas patillas que se juntaban por detrás de la cabeza.

Antifaces para pollos /Foto: National Band & Tag

El artilugio fue fabricado en serie por National Band & Tag Company y comercializado por la empresa Sears-Roebuck, especializada en ventas por correo, aunque también se podía adquirir en tiendas de pienso y productos de granja.

Era muy barato, apenas unos centavos, y al parecer se llegó a plantear la posibilidad de decretar la obligatoriedad de su uso en Kansas, pero al final no se materializó y el Eye-protector for chickens terminó cayendo en el olvido. Eso sí, la proverbial capacidad estadounidense para sacar dinero de todo ha hecho que las unidades que aún existen se coticen como piezas de coleccionista.

Una página de la patente de Jackson en 1903/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Pese a todo, la historia de este invento no acaba ahí. En los años treinta, con el resurgir de la economía tras la Crisis del 29 y la Gran Depresión, las granjas volvieron a llenarse de pollos y el invento de Jackson se recuperó, aunque con una pequeña innovación: en vez de gafas opacas tenían unos cristales (en realidad láminas de plexiglás) de tono rosado.

Con ellos, el animal podía ver lo suficiente para localizar el comedero y alimentarse mientras que el tono encarnado impedía captar el color rojo de la sangre, haciendo que no se excitara más con ello.

Estos nuevos anteojos se bautizaron con el nombre de Anti-Pix y los fabricó a gran escala la misma compañía que los anteriores. Según sus propios datos, llegaron a producir unos tres millones de unidades anuales hasta mediados de la década de los cincuenta y aún ofrecen productos similares en su catálogo.

Un anuncio de Anti-Pix/Imagen: National Band & Tag

Artilugios parecidos se continuaron utilizando hasta los primeros años de los setenta con ligeras variantes, como ajustarlos a la cabeza del ave con una correa en vez de patillas rígidas, anclarlos en las aberturas nasales del pico o incluso clavándolos a éste (si bien tal método está prohibido en muchos países).

En cualquier caso se detectó algo tan lógico como que los animales estaban incómodos usando gafas y se temió que ello pudiera repercutir en el tamaño y calidad de los huevos que ponían las gallinas, por lo que aprovechando los avances tecnológicos se buscó una nueva solución y en vez de ponerles gafas pasó a usarse una especie de lentillas.

La empresa Animalens Inc. se dedicó a ello desde 1989… y supuso su ruina porque las aves estaban igual de molestas o más y se pasaban el día intentando quitarse las lentes con las alas, sufriendo úlceras corneales y lanzando picotazos al aire. Y eso sin contar las protestas de las asociaciones animalistas. Las ventas fueron eximias y la empresa quebró.

Pieza de coleccionista/Foto: Eyeglasses Warehouse

Por lo visto, no hay un sistema que resulte definitivo o carezca de pegas. Incluso iluminar los gallineros con luz roja tiene inconvenientes, en este caso para los trabajadores.

Parte de las razones que llevaron a desechar las gafas hay que encontrarlas en que, a partir de los años cuarenta, se cayó en la cuenta de que era más fácil cortarles el pico a los pollos: se les rebanaba la punta (un tercio del total) con un cuchillo, al principio sin más, luego caliente, tarea dificultosa pero definitiva porque, en efecto, los animales dejaban de herirse.

Las contrapartidas eran el tiempo empleado en cada operación y el dolor que sufrían las aves; la primera cuestión se ha solventado hoy usando máquinas que realizan el corte mediante rayos infrarrojos cuando el pollito apenas ha cumplido un día; la segunda sigue soliviantando a los defensores del bienestar animal.

El pico antes y después del recorte/Fotos: dominio público en Wikimedia Commons

Fuentes: Science’s Strangest Inventions (Tom Quinn)/Tastes Like Chicken. A History of America’s Favorite Bird (Emelyn Rude)/National Band & Tag Co./Wikipedia


Yukigassen, un insólito deporte japonés que es una batalla de bolas de nieve

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El mundo de los deportes de invierno es realmente singular, al menos a ojos de los españoles. Si se exceptúan el esquí, el patinaje artístico y alguna otra práctica más extendida, buena parte de las especialidades nos resultan bastante estrambóticas.

Algunas incluso lo serían de no ser porque ese instrumento globalizador que es la televisión nos ha acostumbrado a verlos en Año Nuevo, como los saltos, pero hay otras que siguen pudiéndose catalogar de pintorescas como mínimo: el biatlón (peculiar combinación de esquí con tiro al blanco), el skijöring (esquí tirado bien por animales -sean éstos perros, caballos-, bien por trineo motorizado), el bobsleigh y sus variantes como el luge y el skeleton (sobre un pequeños trineos), los varios tipos de hockey sobre hielo (bandy, broomball, ice stock sport, ringette) o esa hipnótica modalidad de petanca helada que es el curling.

La mayoría proceden de juegos tradicionales propios de lugares con inviernos fríos, pródigos en nieve, por eso casi todos limitan su práctica a los países nórdicos, Canadá, Rusia…

También Japón pero ahí ya entramos en un mundo aparte porque, como sabemos, los japoneses tienen una extraña capacidad para asombrarnos y uno de los deportes invernales más inaudito que se practica por esas latitudes consiste en algo tan sencillo como una batalla de bolas de nieve.

El sueño de cualquier niño hecho realidad. Allí lo llaman yukigassen, término resultante de juntar las palabras yuki (nieve) y kassen (batalla).

Una competición de yukigassen/Foto: IAY

Aunque el país del sol naciente nos tiene acostumbrados a un exquisito cuidado por sus costumbres ancestrales, en este caso no hay que remontarse demasiado en el tiempo porque el yukigassen no hunde precisamente sus raíces en ningún folklore milenario: su origen se sitúa a finales de los años ochenta del siglo XX, lo que inevitablemente nos retrotrae mentalmente a la época dorada de aquel concurso televisivo tan divertido como estupefaciente denominado Humor amarillo, que allí titulaban Fūun! Takeshi Jō (¡Diversión! El Castillo de Takeshi, en alusión a su creador y presentador, el célebre actor Takeshi Kitano). Sí, aquella década tenía cosas salvables y todo.

El yukigassen es un juego colectivo, no individual, parecido al balón prisionero. Consiste en el enfrentamiento entre dos equipos de siete jugadores cada uno (más dos reservas) sobre una cancha delimitada de cuarenta metros de longitud por diez de ancho.

Los participantes arrojan bolas de nieve (de unas dimensiones concretas, parecidas a las pelotas de béisbol, y prefabricadas con un molde) disponiendo de un total de noventa; cuando un jugador es alcanzado queda eliminado.

La competición se divide en tres juegos de tres minutos cada uno, adjudicándose la victoria quien elimina a todos los contrarios; ello puede contabilizarse de forma total pero también por acumulación de juegos, es decir, un equipo gana cada juego si al concluir el tiempo reglamentario (los citados tres minutos) lleva menos jugadores eliminados que el contrario. Un conjunto de árbitros se encarga de decidir quiénes quedan fuera y no es fácil en medio del caos que se monta.

Esquema de una cancha de yukigassen/Imagen: IAY

No obstante, hay una forma extra y fulminante de vencer en un partido de yukigassen: capturando la bandera del adversario, pues cada equipo tiene una que coloca en la parte trasera de su campo y que los delanteros tratan de coger enfrentándose a los defensas adversarios.

Evidentemente no resulta fácil llegar hasta ella sin ser alcanzado, pero se puede conseguir con habilidad, táctica y algo de suerte, contando con factores como movimientos de diversión, la creación de confusión en el rival o el agotamiento de la munición.

También con algo de valor pues, aunque no lo parezca, los bolazos son dolorosos (se dan casos de huesos o dientes rotos) y lo prueba el hecho de que los jugadores usen cascos especiales con protección facial, así como que cada plantilla incluya un médico y que en la cancha haya bloques de hielo a manera de parapetos. Gajes de que muchos de sus practicantes provengan del béisbol.

Las bolas de nieve/Imagen: IAY

Al parecer, este insólito deporte adoptó oficialmente su forma y reglamentación en la isla de Hokkaido (la segunda más grande de Japón, separada de Honshu por el Estrecho de Tsugaru); un sitio emblemático porque su capital es Sapporo, ciudad que en 1972 acogió la celebración de los XI Juegos Olímpicos de Invierno.

El primer torneo de yukigassen tuvo lugar en 1989, contando ya con una federación, y desde tierra nipona saltó a otros países; la mayoría, como decía antes, a países con tradición de deportes de nieve y que ya organizan competiciones regulares (incluído un Campeonato del Mundo), caso de como Canadá, Suecia, Finlandia, Noruega, EEUU, Rusia, Holanda, Bélgica y China; no obstante, también hay algunos un tanto sorprendentes en ese sentido, como Australia o Tailandia. En España, que yo sepa, ni está ni se le espera.

Más información: IAY (Yukigassen International)

El caso del espía francés enamorado de una cantante china que resultó ser un hombre

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¿Es posible que un hombre se enamore de una mujer que en realidad es, a su vez, un hombre? Si, por supuesto pero ¿y mantener relaciones íntimas con él/ella sin percatarse?

Parece un poco más difícil, aunque siempre es posible cierto grado extremo de atolondramiento. Ahora bien ¿y si la pareja en cuestión dice que está embarazada y se aprecia el aumento de volumen del vientre? La cosa se va complicando.

No obstante, el culmen del despiste sería tener un hijo que luego resulta que no salió del vientre de la madre porque de facto es físicamente imposible… Todo este lío que parece un vodevil barato, ocurrió realmente y se convirtió en la sensación del momento en la Francia de mediados de los años ochenta.

Situémonos en 1983, una fecha lo suficientemente cercana como para recordar que hasta dos años después, con la caída del Muro de Berlín, el mundo estaba sumido en la Guerra Fría y el espionaje entre los dos grandes bloques era una realidad cotidiana.

En tal contexto, la Audiencia de París acababa de abrir un proceso contra Bernard Boursicot, un diplomático francés al que se le atribuía la entrega de cientos de documentos clasificados a China a lo largo del último lustro.

Lo que nadie imaginaba era la motivación de fondo que el acusado tenía para sus actos y menos aún la sorpresa que salió a la luz en el juicio, haciendo que más de uno se pellizcase para asegurarse de que había oído bien: Boursicot era chantajeado por los servicios secretos chinos con no permitirle volver a ver al hijo que había tenido con una cantante de esa nacionalidad. Sólo que, en lo que en principio pasaba por ser una clásica historia de espías, nada era como parecía.

Bernard Boursicot nació en la localidad de Vannes, región de la Baja Bretaña, el 12 de agosto de 1944. Desde joven tuvo experiencias homosexuales que vio favorecidas al pasar buena parte de su infancia en internados, aunque luego declararía que por entonces pensaba que esas prácticas no pasaban de ser meros ritos iniciáticos de los internos.

Por eso en 1964, con apenas veinte años de edad, cuando ingresó en el cuerpo diplomático galo y fue destinado a la embajada francesa en Pekín como administrativo, no tuvo problema en enamorarse de una mujer con la que coincidió durante una recepción oficial en la legación.

Ella se llamaba Shi Pei Pu, tenía seis años más que él y era una artista local, una cantante del coro de la Ópera de Pekín que además daba clases de mandarín a los diplomáticos extranjeros. Ambos se enamoraron e iniciaron una relación sentimental.

Shi Pei Pu con vestuario artístico/Foto: Time

En 1965 Shi Pei le dijo que se había quedado embarazada y unos meses después nacía un bebé al que bautizaron Shi Du Du, si bien él le llamaba Bertrand. No pudo verle hasta que cumplió cuatro años por motivos de trabajo y porque ella dijo que lo había enviado a otra ciudad para protegerlo.

Esto se debía a que en 1966 se desató la Revolución Cultural, un astuto movimiento organizado por Mao para deshacerse del ala menos afecta del partido, con el argumento de que se alejaban de los ideales revolucionarios, y recuperar el poder del que le habían apartado tras el fracaso económico y social del Gran Salto Adelante, quedando el país envuelto en una ola de inestabilidad y desorden.

Así, a lo largo de los años siguientes, ese niño quedó como vínculo principal entre ambos, ya que sus vidas se separaron física y afectivamente; especialmente en este último apartado porque Boursicot retomó sus escarceos iniciales con el sexo masculino con otro ciudadano francés llamado Thierry.

En medio de la tensa situación, que se prolongó hasta 1977, Bousicot logró un destino en la embajada de Ulan Bator (Mongolia) desde donde esperaba poder entrar en China para visitar a su familia. Pero se encontró con dificultades: puesto en contacto con un funcionario llamado Kang Sheng para gestionar su permiso de entrada, resultó que éste pertenecía a los servicios de inteligencia chinos y le exigió que les pasara información.

Él se negó inicialmente pero el otro le advirtió de que si no colaboraba no podría volver al país ni ver nunca más a su vástago; al parecer, también amenazó con la vida de Shei Pei. El francés cedió y empezó a facilitar documentos; durante un lustro, se calcula, entregaría cientos.

Sin embargo, a pesar de la colaboración siguió sin tener acceso y, sorprendentemente, en 1979 Kang Sheng le eximió de su actividad. Como tuvo que regresar a Francia, perdió el contacto hasta tres años más tarde, en que por fin logró sacar a Shi Pei y Shi Du Du, este último ya un adolescente y obtener permisos de residencia para ellos.

En 1983 los servicios de contraespionaje galos, que habían detectado sus actividades y hecho el correspondiente seguimiento, procedieron a su detención. El juicio se convirtió en una especie de show entre cómico y patético por las revelaciones que fueron haciéndose públicas; la primera, que la mayor parte de los documentos entregados a los chinos carecían de valor real y muchos eran meros contratos comerciales intrascendentes, como el que encargaba la instalación de una fuente en la embajada o una factura de exportación de quesos a China. Quedaba patente por qué habían prescindido de sus servicios como espía.

Cartel propagandístico de la Revolución Cultural China

No obstante, el momento álgido del proceso llegó cuando la fiscalía desveló que Shi Pei no era una mujer y consideraba que había seducido deliberadamente a Boursicot para conseguir información de la embajada. Resultó que, en realidad, la cantante sólo interpretaba papeles femeninos en la ópera pero era un hombre a todos los efectos, contando con sus correspondientes atributos; eso sí, con la capacidad, según una teoría de algunos investigadores del tema, de retraerlos de manera que visualmente asemejen genitales femeninos e incluso fueran susceptibles de penetración superficial.

De hecho, Boursicot se negó a aceptarlo hasta que se demostró con pruebas médicas; alegaba haber mantenido relaciones sexuales con Shi Pei y cuando los jueces le preguntaron si no se había percatado del engaño respondió que siempre había sido a oscuras y deprisa.

Shi Pei, que también estaba procesada, explicó la misma historia que le había narrado a Boursicot en su día: que siempre se había sentido mujer pero tuvo que vivir como un hombre para no desairar a sus padres, que eran uigures tradicionales, hasta que con el estallido de la Revolución Cultural el gobierno chino la obligó a hormonarse para conseguir su masculinización.

Examinada por un equipo de psiquiatras, se determinó que estaba mentalmente sana y equilibrada, contando con gran sensibilidad y además nada sospechosa de ignorante, pues tenía buena formación académica, licenciada en Literatura; es más, admitió que el primer relato que refirió a Boursicot se parecía sospechosamente al de la ópera de Puccini Madame Butterfly y, de hecho, en 1993 el director canadiense David Cronenberg estrenó una película sobre este affaire que adaptaba la obra de teatro de David Henry Hwang titulada M Butterfly.

Las ambiguas declaraciones de Shi Pei no gustaron a los jueces, que pensaron que intentaba tomarles el pelo; especialmente cuando salió el inevitable tema del hijo. Porque su versión de cómo lo había concebido sonaba bastante poco creíble: recogiendo el esperma de Boursicot para luego someterse a una inseminación artificial.

Los médicos demostraron que eso era imposible y al final admitió que había simulado el embarazo y que el niño fue comprado en una clínica de Xinjiang. Todas estas revelaciones hundieron psicológicamente a Boursicot que, humillado intentó suicidarse en su propia celda cortándose la garganta.

No lo consiguió y en la primavera de 1986 se dictaba sentencia: condena a seis años de prisión para él y Shi Pei por espionaje contra la República Francesa. El tribunal había sido bastante indulgente porque la fiscalía solicitaba veinte años por traición.

Lo cierto es que cumplieron una parte muy pequeña de la pena porque Miterrand les otorgó un indulto en 1987 para limar asperezas con China. Cada uno siguió su propio camino: Shi Pei se quedó en París cantando en locales, Boursicot continuó su relación con Thierry y Shi Du Du fundó su propia familia; no volvió a contactar con su padre hasta 2009, año en que falleció Shi Pei.

Fuentes: Historical dictionary of sexpionage (Nigel West)/Foreigners under Mao. Western Lives in China, 1949–1976 (Beverley Hooper)/The Woman Who Pretended to Be Who She Was. Myths of Self-Imitation (Wendy Doniger)/Thinker, Failure, Soldier, Jailer: An Anthology of Great Lives in 365 Days (Harry Quetteville)/Wikipedia.

Fraktur, la letra gótica prohibida por el nazismo a causa de su posible origen judío

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El 3 de enero de 1941 una circular firmada por Martin Bormann, secretario personal de Adolf Hitler, informaba a toda la estructura del gobierno y el partido nazi de la prohibición de seguir usando la letra frakturschrift (Letra quebrada).

La prohibición afectaba a cualquier tipo de publicación oficial, fuera del tipo que fuese, debiendo ser sustituída en lo sucesivo por la antiqua, que pasó a denominarse Normalschrift (Letra normal).

Sin duda, la nueva disposición debió de sorprender a muchos, ya que esa grafía se identificaba completamente con Alemania y el espíritu ario, siendo su uso generalizado. El problema estaba en que se había descubierto que su origen podía ser hebreo.

La fraktur era una de las variantes que tenía la escritura gótica libraria (también llamada textualis formata), término usado por los humanistas italianos para referirse al tipo de letra que fue sustituyendo a la antigua o minúscula carolina, de la que derivaba, en la Baja Edad Media.

El término gótica aludía a su carácter bárbaro, al extenderse sobre todo por regiones noreuropeas, frente a las letras de tradición romana más usuales en el sur. Esas variantes góticas eran, básicamente, cuatro: textura, rotunda, schwabacher y la citada fraktur, siendo esta última escrita de una forma muy característica debido al corte que se le daba a la pluma, oblicuo hacia la izquierda, lo que provocaba que al escribir se produjeran grandes contrastes entre trazos gruesos y finos, así como un predominio de los ángulos sobre las curvas típicas de la carolina. Un buen ejemplo de ello sería la O, que pasaría de ser un círculo a un hexágono irregular.

Textos en dos versiones de de fraktur/Imagen: Wikimedia Commons

En eso llevaba al extremo las formas de la letra antiqua, menos angulosa y procedente de una síntesis de la capital cuadrada romana y la mencionada minúscula carolina, que se había desarrollado entre 1400 y 1600 impulsada por el grabador y tipógrafo francés Nicolaus Jenson; tuvo tanto éxito que fue adoptada por otros impresores importantes, como Claude Garamond y Aldus Manutius.

La fraktur iba más allá, de ahí su nombre, recargando la rotura siempre hacia el mismo lado, el izquierdo. Su creación se debió al editor germano Johann Schönsperger, que la aplicó por primera vez a una serie de obras encargadas por el emperador Maximiliano I, quien quería formar una gran biblioteca y entre cuyos ejemplares figuraban el célebre poemario Theuerdank (una espléndida pieza decorada con más de un centenar de grabados de Leonhard Beck, Hans Burgkmair y Hans Schäufelein, entre otros artistas) y el libro de rezos, caso del Gebetbuch, pero sobre todo para el Arco Triunfal (un enorme grabado en treinta y seis hojas que al juntarse abarcaban 295 × 357 cm y que llevaba decoración del mismísimo Alberto Durero).

Se cuenta, por cierto, que las mayúsculas fraktur se inspiraban en la escritura personal del propio Maximiliano.

El Arco Triunfal de Maximiliano/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

El estallido de la Reforma Protestante le dio a la fraktur el impulso difusor que necesitaba porque la mayoría de los impresores de la nueva fe la adoptaron como emblema de unidad mientras que los católicos prefirieron mantenerse fieles a la antiqua.

La letra se impuso en popularidad a las otras, especialmente a la generalizada schwabacher (un híbrido entre textura y rotunda que fue de uso muy común en Alemania hasta 1530), y, a su vez, desarrolló sus propias variantes, imponiéndose sobre todo en el centro y norte de Europa, desde Escandinavia al Báltico, pero encontrando especial aceptación en territorio alemán.

De hecho, fue en la región teutona donde perduró, adoptándose prácticamente como letra nacional en el siglo XVIII gracias a la popularización del subtipo breitkopf que ideó el tipógrafo Johann Gottlob, mientras que en los demás sitios terminó siendo sustituída por la antiqua a lo largo de los siglos siguientes, ya que era más próxima al gusto clasicista imperante.

Sin embargo, con el auge del romanticismo decimonónico y la unificación alemana la fraktur vivió un nuevo momento de esplendor, asentándose definitivamente en el subconsciente nacionalista; incluso el parlamento teutón llegó a debatir el tema y se contaba que Bismarck no leía libros que estuvieran impresos en tipografías latinas.

Facsímil de un texto en antiqua impreso por nicolas Jenson en 1471/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Esto eclosionó especialmente cuando los nazis subieron al poder y la hicieron omnipresente en todo tipo de documentos, carteles propagandísticos y publicaciones (incluso la portada original del Mein Kampf se editó en letra fraktur), si bien a menudo se alternaba o complementaba con variantes como la tannenberg, que era reciente, desarrollada a partir de 1933 por el diseñador gráfico y tipógrafo Erich Meyer (debía su nombre a una batalla de la Primera Guerra Mundial).

No sólo las publicaciones oficiales la usaron, pues a la prensa también se la presionó para que abandonara su tipografía habitual en caracteres romanos (en alusión a la antiqua), considerados “de influencia judía”, y adoptara la fraktur.

En esa línea se siguió hasta la citada orden que firmó Bormann en 1941, que ponía textualmente (y no muy bien redactada): “En realidad la llamada letra gótica consiste en las letras judías Schwabatch. Como, tras la introducción de la imprenta, tomaron el control de los periódicos, los judíos residentes en Alemania controlaron las máquinas de imprimir y por eso las letras judías Schwabatch se introdujeron en Alemania. Hoy el Führer ha decidido que en el futuro la letra Antiqua será la normal”.

Primera edición de Mein Kampf, en fraktur/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Resulta un tanto soprendente que el régimen nazi cambiara tan súbitamente de posición y además de una forma tan radical; después de años promoviendo el uso de la fraktur de pronto esa tipografía pasaba a ser proscrita y lo que antes representaba la esencia de la tradición germánica ahora era sospechoso de tener también antecedentes hebraicos.

Así pues, las judenlettern (que no sólo incluían la fraktur sino también otras similares agrupadas bajo la denominación sütterlinschrift) cedieron el sitio a otros tipos de letra más funcionales. De hecho, algunos historiadores opinan que ésa, la funcionalidad, fue la verdadera causa de aquel cambio, pues, al hallarse ya en plena guerra, leer los comunicados en fraktur les resultaba difícil a los representantes locales de los territorios anexionados o invadidos, y dado que el régimen no podía admitir tal deficiencia, recurrió a su estigmatización por la vía de las raíces judías.

Hitler ya había declarado algo en ese sentido ante el Reichstag en 1934: “En cien años nuestra lengua será la lengua europea. Las naciones del Este, del Norte y del Oeste, para comunicarse con nosotros, aprenderán nuestra lengua. Y el requisito para ello será que la letra gótica sea sustituida por la que hasta ahora hemos conocido como latina”.

La circular de Martin Bormann de 1941/Foto: Alemanes del Wolga

Por supuesto, ello no implicó la desaparición de la fraktur y al acabar el conflicto revivió de nuevo pero ya no para textos enteros sino limitada a portadas y decoración (nombres de periódicos -no necesariamente alemanes sino de todo el mundo, como demuestra el español La Voz de Galicia entre otros-, rótulos de locales comerciales, placas con el nombre de calles, portadas de discos, etc), que es donde pervive hoy junto a algunas publicaciones de carácter historicista.

Eso sí, cualquiera puede incorporarla a su ordenador y usarla como si estuviéramos en otra época.

Fuentes: La escritura gótica. siglos XIII-XV (XX) d.C (Juan josé Marcos García)/La historia de la escritura (Ewan Clayton)/Desde Santurce a Bizancio. El poder nacionalizador de las palabras (Jesús Laínz Fernández)/ Wikipedia.

La estatua-biografía del rey Idrimi, uno de los descubrimientos más importantes de la arqueología

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No es algo que ocurra todos los días, descubrir biografías de personas reales de hace 3.500 años, por eso la estatua del rey Idrimi es todavía hoy uno de los hallazgos más importantes de la Historia.

La frase es de James Fraser, uno de los conservadores del departamento del Medio Oriente del Museo Británico, donde se custodia la escultura y de donde no ha salido en los últimos 80 años.

Fue descubierta en 1939 por el arqueólogo Leonard Woolley, a quien se considera el primer arqueólogo moderno y se recuerda, entre otras cosa, por haber encontrado evidencias geológicas del diluvio de Gilgamesh y trabajar junto con T. E. Lawrence (el famoso Lawrence de Arabia) en las excavaciones de la ciudad hitita de Carquemís.

Apareció en las ruinas del anexo de un templo de Alalakh, al sur de Turquía y cerca de Antioquía, una ciudad fundada en el II milenio a.C. en una situación estratégica a medio camino entre Alepo y la costa.

Alalakh fue saqueada por los hititas hacia el siglo XVI a.C. pero volvió a vivir una época de esplendor entre los siglos XV y XIV a.C. bajo una dinastía local, a la que perteneció el rey Idrimi.

La efigie del rey, tallada en magnesita y de unos 104 centímetros de altura, le representa sentado en su trono. Las cejas, los párpados y las pupilas son de incrustaciones de cristal y piedra negra, y la cabeza está cubierta con una especie de corona o gorro redondo.

Estatua del rey Idrimi en el Museo Británico / foto Geni en Wikimedia Commons

Pero lo verdaderamente interesante de la figura es la inscripción en acadio que cubre buena parte de su cuerpo, y que consiste en una biografía de Idrimi en 104 líneas, algo ciertamente inusual en hallazgos arqueológicos del período. Por ello está considerada como uno de los descubrimientos más significativos de la escritura cuneiforme.

En ella se relata como Idrimi tuvo que huir a Yamkhad (nombre del reino amorrita de Alepo en época paleo-babilónica), y después a Emar (actual Tell Meskene, Siria) lugar natal de su familia materna, posiblemente huyendo de los hititas.

Decidido a restaurar el reinado de su dinastía en Alalakh viajó hasta Canaán en busca de la ayuda del rey de los Umman-Manda, un grupo de pueblos de dificil identificación que según el contexto se asocian con los hurritas, elamitas, medos, cimeros e incluso escitas, pero cuyo origen todavía es un misterio para los historiadores. Allí vivió durante siete años, mientras reunía efectivos para su causa.

Detalle de la cabeza / foto Rama en Wikimedia Commons

Finalmente obtiene la ayuda de los Habiru, un grupo de gentes seminómadas asentadas en el Creciente Fértil, desde Canaán hasta Persia, descritos en las fuentes como mercenarios ocasionales. Volverá con un gran ejército y, apoyado por Parsatatar, el rey hurrita de Mitanni, recupera el trono de Alalakh aunque como vasallo de éste, reinando durante treinta años.

La inscripción finaliza con maldiciones para todos aquellos que profanen o destruyan la estatua.

Detalle de la inscripción en el modelo digital / foto Museo Británico

Los especialistas han datado la imagen entre finales del siglo XVI y principios del XV a.C., lo cual presenta problemas y ha suscitado un largo debate académico al respecto. De hecho, según los informes de la época en que fue encontrada, se deduce que apareció en un nivel arqueológico fechado varios siglos después del período en que vivió Idrimi, en torno al 1250-1200 a.C.

Una de las explicaciones que han apuntado algunos arqueólogos es que el escriba Sharruwa, cuyo nombre aparece al final de la inscripción, la habría realizado en ese último período obedeciendo a motivos políticos, y no por encargo de Idrimi como se afirma en el texto.

No obstante la historicidad de Idrimi y los hechos narrados son confirmados por dos tabletas aparecidas en las excavaciones de Alalakh, esta vez sí en el nivel correspondiente al siglo XV a.C., una de ellas conteniendo el sello real del rey.

La vida de Idrimi ha sido comparada por algunos historiadores con las de Abraham, David, Moisés y otros personajes bíblicos, todos ellos compartiendo similitudes y avatares: todos ellos fueros refugiados o exiliados en su juventud, emprendieron un viaje en busca del favor de la divinidad y basaron su éxito y autoridad posterior en ella.

Ahora el Museo Británico ha procedido a la digitalización de la estatuilla, haciéndola accesible por vez primera al público online mediante un modelo en 3D. Su fragilidad ha sido la causa de que durante todo este tiempo no haya sido prestada a ningún otro museo. Incluso los especialistas han tenido que estudiar la inscripción mediante antiguas fotografías y transcripciones.

Al mismo tiempo se ha creado una reproducción a escala 1:1 que será expuesta en Siria a partir del verano de 2018.

Fuentes: On Idrimi and Sarruwa, the Scribe (Jack M. Sasson) / Poderes colectivos en la Siria del Bronce Final (Bárbara E. Solans) / Scripture and Other Artifacts (editado por Philip J. King et al.) / The Art Newspaper / Wikipedia

Libro recomendado: Historia Antigua del Próximo Oriente: Mesopotamia y Egipto (Joaquín Sanmartín y José Miguel Serrano).

Cuando los Fenianos intentaron invadir Canadá para liberar Irlanda de los ingleses

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El 10 de abril de 1998 se firmó en Belfast el llamado Acuerdo de Viernes Santo que ponía fin al conflicto de Irlanda, aquella sangría que enfrentaba a católicos con protestantes, a irlandeses con británicos y a irlandeses entre sí.

El problema hundía sus raíces en la Edad Media pero eclosionando en el siglo XX, con especial virulencia en su segunda mitad. Sin embargo, aquel enfrentamiento no se mantuvo estrictamente en los límites naturales que tenía el carácter insular de Irlanda y saltó a América del Norte, donde la pobreza y la persecución política habían hecho establecerse a una importante comunidad irlandesa.

Fue ésta la impulsora de una serie de ataques a Canadá -territorio británico en el siglo XIX- que se conocieron como Fenian raids (Incursiones fenianas).

Feniano es una palabra gaélica que deriva de la expresión Na Fianna (o Na Fianna Éireann), una banda de guerreros célticos cuyo líder más famoso se llamaba Fionn mac Cumhaill y que protagonizaban varios episodios legendarios recopilados bajo el título Fiannaidheacht (Ciclo feniano u Ossiánico, uno de los cuatro principales de la mitología celta irlandesa junto con los ciclos Mitológico, del Ulster e Histórico).

Por extensión, el término se aplicó también a los nacionalistas de Irlanda y, sobre todo, a los integrantes de la IRB (Hermandad Republicana Irlandesa), organización secreta que tenía como objetivo la creación de una república independiente. Pues bien, la rama norteamericana de ésta, fundada en 1858 por los eruditos celtistas John O’Mahony y Michael Doheny a partir de la existente en su tierra desde medio siglo antes, se bautizó con el nombre de Hermandad Feniana.

Las primeras acciones fueron duramente reprimidas y sus líderes, al igual que muchos militantes, se vieron obligados a exiliarse, uniendo su descontento al de miles de inmigrantes irlandeses, no sólo en EEUU sino también en otros lugares como Australia.

Bandera feniana enarbolada en 1867; cada estrella representa un condado de Irlanda/Foto: Scoilnet

La Hermandad Feniana celebró su primer congreso en Chicago en noviembre de 1863; otro que tuvo lugar en Filadelfia en enero de 1865 dotó de una estructura de gobierno al grupo, iniciando sus actividades por la causa mediante la recaudación de donativos y la emisión de unos bonos en nombre de la República Irlandesa que ésta haría efectivos seis meses después de declarar su independencia; cientos de miles de emigrantes los compraron y los fondos reunidos permitieron adquirir una considerable cantidad de armas, algo facilitado por el contexto en que se encontraba el país en esos momentos, la Guerra de Secesión.

Fue ésta precisamente el detonante de la campaña que iniciarían los fenianos en el vecino Canadá con el visto bueno del gobierno de la Unión, si no de derecho sí de hecho, ya que Gran Bretaña no sólo no le había brindado apoyo al ejecutivo sino que había indicios patentes de que prestaba ayuda a la Confederación desde Canadá precisamente.

Por supuesto, el objetivo de los fenianos no era tanto castigar a los británicos por eso como presionarlos para que se retiraran de Irlanda. Contando con el asesoramiento militar del general Thomas William Sweeny y bajo el impulso decidido del diplomático de ascendencia irlandesa William Randall Roberts, se planificaron una serie de incursiones en territorio canadiense que les permitieran apoderarse de sus redes de transporte y dejar en su poder, de facto, la zona sur de ese país, de manera que pudieran utilizarla para negociar con los británicos a cambio de la libertad de Irlanda.

Para ello tenían también la colaboración logística de muchos católicos irlandeses asentados en Canadá, aunque no de todos: de hecho, esa comunidad se polarizó porque parte de ellos creían que la injerencia de los fenianos ponía en peligro la posible independencia del Canadá.

William Randall Roberts/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

En abril de 1866, terminada ya la Guerra Civil con el triunfo del Norte, se inició el primer raid cuando un contingente de setecientos hombres dirigidos por O’Mahony trató de apoderarse de la isla de Campobello, New Brunswick.

Fue un fracaso porque el comandante británico, Charles Hastings Doyle, envió varios barcos desde Halifax (Nueva Escocia) con un número de tropas similar al de los atacantes y éstos optaron por dispersarse sin presentar batalla.

El resultado resultó contraproducente para los planes irlandeses por otro motivo más: viendo el peligro, las colonias de Nueva Escocia, Provincia Unida del Canadá, Alto Canadá y Bajo Canadá se unieron en una confederación bajo el nombre de Dominio del Canadá.

John O’Mahony/Imagen: Fenian Graves

Al chocar con la dura realidad, O’Mahony se decantó por centrar las actividades fenianas en la recaudación de fondos pero el ala radical que dirigía Roberts y era conocida como senatorial seguía siendo partidaria de las acciones armadas, así que trazó otro plan de invasión con la ayuda de Sweeny: una maniobra de diversión en el municipio de Fort Erie para que los británicos enviaran tropas y debilitaran sus defensas en otros puntos, por los que se llevarían a cabo ataques simultáneos.

Así, el 1 de junio de 1866 entre mil y mil trescientos hombres, muchos de ellos veteranos de la guerra de Secesión, cruzaron el río Niágara a las órdenes del coronel John O’Neill y derrotaron a una inexperta guarnición de milicianos canadienses en la batalla de Ridgeway y luego en otra escaramuza que les permitió adueñarse de Fort Erie.

Pero hubo un factor con el que no contaban: al gobierno de EEUU ya no le interesaba aquel conflicto con Gran Bretaña, así que, enterado de la operación, envió la cañonera USS Michigan para interrumpir el flujo de refuerzos y equipo que los irlandeses necesitaban; O’Neill se quedaba así a dos velas, insuficientes para mantenerse en territorio enemigo y sin suministros.

La noticia de que marchaban sobre él cerca de cinco mil soldados británicos y milicianos canadienses le disuadió de continuar y dos días después emprendió la retirada, rindiéndose a los marinos estadounidenses.

La batalla de Ridgeway/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El presidente Andrew Jackson tuvo que hacer un comunicado público garantizando la neutralidad de EEUU y envió a los generales Ulysses Grant y George Meade al noreste para desarmar a los fenianos e impedir que se repitieran hechos semejantes. Sweeny fue detenido y le siguieron otros compañeros, pero ello no impidió que los irlandeses volvieran a hacer nuevos intentos.

El primero, muy poco después, el 7 de junio, redirigiendo sus fuerzas hacia el Este: a las órdenes del general Samuel Spear, un millar de hombres intentaron ocupar Pigeon Hill, Frelighsburg, St. Armand y Stanbridge. Los británicos no tardaron en reaccionar y los invasores, mal equipados, se vieron obligados a renunciar una vez más.

Esas campañas se cerraron con una treintena de muertos, un centenar de heridos y habiendo no sólo fracasado en su objetivo sino resultando contraproducente, pues se reforzaron los vínculos de Gran Bretaña con Canadá.

Sin embargo, tras un período de calma, la Hermandad Feniana volvió a la carga. A finales de 1867 se celebró en Filadelfia un nuevo y espectacular congreso -cuatrocientos delegados y cerca de seis mil militantes armados desfilando por las calles- del que salieron dos decisiones: O’Neill se convertía en líder de los fenianos senatoriales y se intentaría una segunda invasión de Canadá.

Ésta se inició en abril de 1870 atacando el condado de Missisquoi y salió tan mal como las anteriores porque la milicia canadiense, advertida por un espía, se bastó para rechazar a los irlandeses en la batalla de Eccles Hill, que en realidad fue poco más que una escaramuza.

La batalla de Eccles Hill/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

No obstante y pese a la falta de apoyo popular y político, la Hermandad parecía inasequible al desaliento y el 27 de mayo hubo una nueva incursión en Huntingdon, Quebec, bajo la dirección del general Owen Starr.

Contra ellos se enviaron tres batallones de infantería que se les enfrentaron en la batalla de Trout River y, aunque los fenianos siempre negaron la derrota y hablaron de redistribución de sus efectivos, el hecho es que tuvieron que dar media vuelta. Lo peor para ellos fue el arresto de O’Neill por orden de Ulysses Grant; viendo el panorama Starr optó por desaparecer, aunque al final le encontraron y acabó en una prisión de Nueva York.

Con O’Neill fuera de juego se aupó al poder William.B. O’Donoghue, que insistió en la misma línea pero probando la entrada a Canadá por Dakota. El Consejo de Gobierno de la Hermandad lo rechazó, mas, pese a todo, aún habría otra tentativa ese mismo año.

William Bernard O’Donoghue/Foto: Manitoba

Tuvo lugar a principios de octubre y su objetivo era la ocupación de Manitoba. O’Neill, que ya estaba libre y el citado O’Donoghue se pusieron al frente; apenas llevaban treinta y cinco soldados consigo porque la idea era contactar con los indios métis (que para ser exactos no eran indios puros sino un grupo étnico formado por mestizos) que, liderados por Louis Riel, se negaban a formar parte de Canadá y el año anterior habían sido duramente reprimidos tras capturar Winnipeg y establecer un gobierno autónomo en lo que se conoce como la Rebelión de Red River.

Pero los fenianos cometieron un error estrafalario al equivocarse y tomar un puesto aduanero y una factoría comercial de la Hudson’s Bay Company que en realidad estaban aún dentro de territorio estadounidense. Una columna del ejército los detuvo en Pembina y ningún méti acudió en su ayuda porque para entonces habían firmado un acuerdo con los británicos; de hecho, O’Donaghue, que había logrado escapar de los soldados, fue apresado por ellos y entregado a las autoridades de EEUU.

Veteranos de la incursión de 1866 reunidos en Toronto en 1900/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

No hubo más incursiones armadas. Los fenianos continuaron lanzando campañas de agitación durante una década, esta vez en la Columbia Británica, pero sin recurrir a las armas, entre otras cosas porque Gran Bretaña tomó nota de la situación y destinó allí una escuadra.

La tensión fue suavizándose poco a poco y al final las acciones irlandesas sólo sirvieron para fortalecer el sentimiento nacionalista canadiense mientras que la Hermandad Feniana se disolvía en 1880.

Fuentes: El nuevo norteamericano. Integración continental, cultura e identidad nacional (Lawrence Douglas Taylor)/Historia de Irlanda (John O’Beirne Ranelagh)/The Last Invasion of Canada. The Fenian Raids, 1866–1870 (Hereward Senior)/The Fenians. Irish Rebellion in the North Atlantic World, 1858–1876 (Patrick Steward y Bryan P. McGovern)/Wikipedia.

Libro recomendado: The Fenians: Irish Rebellion in the North Atlantic World, 1858-1876 (Patrick Steward y Bryan McGovern).

Undara, el lugar donde se pueden recorrer los túneles creados por el mayor flujo de lava de un volcán de la Historia

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El Parque Nacional Volcánico de Undara, en el estado australiano de Queensland, forma parte de la región McBride, donde se han contabilizado hasta 164 volcanes.

En él se hallan los restos del mayor flujo de lava jamás producido por un solo volcán, donde además abundan las piedras preciosas como topacios, granates, aguamarinas o piedras de luna.

Esta actividad volcánica tuvo lugar hace unos 190.000 años, cuando las erupciones expulsaron una cantidad estimada de 23.000 millones de metros cúbicos de lava, que cubrieron un área de 55 kilómetros cuadrados y formaron enormes tubos volcánicos que están entre los más grandes y largos de la Tierra.

La lava fluyó en todas direcciones, aunque la mayor parte siguió la dirección noroeste a lo largo de la cala Cassidy y el río Gilbert, hasta una distancia de 160 kilómetros desde el volcán. Otra corriente de lava un poco más corta, unos 90 kilómetros, alcanzó el río Lynd.

En el más famoso de los tubos, que tiene unos 100 kilómetros de longitud y se ha derrumbado parcialmente, se situa la llamada Cueva Bayliss, que tiene aproximadamente 1.300 metros de largo por 11 de alto y 22 ancho. En su interior los niveles de dióxido de carbono hacen que el aire sea irrespirable.

El diámetro medio de los tubos es de 20 metros, con una altura máxima de 13,5 y un grosor de de las paredes que alcanza un máximo de 40 metros. Más de 300 tubos han colapsado por lo que hoy en día solo 69 son transitables.

Foto Undara Experience

De todos ellos hay ocho que son los que suelen enseñar a los turistas las numerosas empresas que explotan el parque, aunque es posible internarse, con las precauciones adecuadas y guías, en cualquiera de los otros. El recorrido turístico típico es de apenas un kilómetro pero la espectacularidad de los túneles bien merece una visita.

Los tubos fueron descubiertos hace 100 años y explorados por vez primera en la década de 1960 por J.C. Best y D. A. White. El volcán es el punto más alto de la provincia de McBride con 1.020 metros sobre el nivel del mar, y su cráter, el Kalkani, tiene 48 metros de profundidad, pudiendo accederse al borde del mismo incluso sin guía.

El cráter Kalkani / foto Dominio público en Wikimedia Commons

La lava de Undara tiene una composición química muy similar a la de los volcanes Hawaianos, donde también existe un sistema de tubos similar, con basaltos de granito rojizo abundantes en hematita, magnetita, y piroxeno.

En el parque existen resorts vacacionales, campings, restaurantes y todo tipo de comodidades para los visitantes que se acercan a vivir la experiencia de internarse en los tubos de lava. Para ello es conveniente reservar con Undara Experience, la empresa que se encarga de los tours turísticos en la zona.

Fuentes: Queensland Government / Undara Experience / Wikipedia

Operación Keelhaul, la repatriación forzosa de millones de personas a la URSS tras la Segunda Guerra Mundial

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En su obra Archipiélago Gulag, escrita entre 1958 y 1967, Aleksandr Solzhenitsyn hace referencia a un acuerdo pactado entre los participantes en la Conferencia de Yalta.

Según ese acuerdo, tras vencer a Alemania, los dos bloques que empezaban a formarse como preludio de la Guerra Fría se devolverían mutuamente los prisioneros de sus respectivos países que liberasen de manos del enemigo.

El escritor ruso describió este pacto como el último secreto de la Segunda Guerra Mundial porque no se hizo público hasta décadas después. Hoy en día se conoce con el nombre de Operación Keelhaul.

Keelhauling es el término inglés para lo que en español se denominaba pasar por la quilla, es decir, aquel castigo que se aplicaba a los marineros que cometían una infracción muy grave y consistente en arrojar al reo por la borda atado a un cabo que era jalado desde el otro costado del buque, de manera que el infortunado pasaba por debajo de la quilla enfrentándose a un doble problema: si le arrastraban demasiado rápido quedaba medio destrozado por los moluscos adheridos al casco mientras que si el proceso resultaba excesivamente lento se ahogaba; en la práctica equivalía a pena de muerte pero por su bárbaro carácter fue abolido a mediados del siglo XVIII.

Se supone que el nombre se eligió para ese intercambio de prisioneros por aquello de que pasaban de un lado a otro, aunque la verdad es que resultaba un poco siniestro.

La Conferencia de Yalta se desarrolló del 4 al 11 de febrero de 1945 con la asistencia de Winston Churchill, Franklin D. Roosevelt y Iósif Stalin, como respectivos jefes de gobierno del Reino Unido, Estados Unidos y la URSS.

Dado que la guerra estaba prácticamente ganada y terminada (sólo duraría siete meses más), lo que se discutió más que nada fue cómo gestionar la posguerra: reparto de territorios y áreas de influencia con sus correspondientes compensaciones, indemnizaciones a exigir a Alemania, intervención soviética contra Japón e incluso la creación de lo que luego sería Naciones Unidas.

Uno de los temas extra tratados fue el de la repatriación de los prisioneros de guerra aliados que fueran liberados, tarea nada fácil porque sumaban muchos millares.

Churchill, Roosevelt y Stalin en Yalta/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

La dificultad era doble porque, aparte de los soldados, Stalin exigió incluir también a refugiados y desplazados civiles, lo que elevaba la cifra a casi dos millones de personas. El problema estaba en que no se las consultó, pues el compromiso, plasmado en un codicilo secreto firmado el 31 de marzo de 1945, implicaba el traslado forzoso.

¿Qué interés tenían los soviéticos en llevar a su país a gente en contra de su voluntad? La explicación estaba en que muchos de ellos eran disidentes del comunismo, rusos blancos que habían combatido en la guerra civil contra la Revolución Bolchevique (caso del general Andrei Shkuro o el atamán cosaco Piotr Krasnov) e incluso colaboracionistas de las Waffen SS y las Ostlegionen (unidades militares formadas por voluntarios de los países que integraban la URSS), entre ellos decenas de miles de cosacos.

Éstos habían integrado una parte considerable del Ejército Blanco, de ahí que Trotsky iniciara una campaña contra ellos en los años veinte; cuando Hitler inició la invasión de la URSS muchos se le unieron constituyendo una división con sus propios uniformes e insignias, aunque no combatieron en su suelo sino en Yugoslavia y norte de Italia, bajo el mando de las Waffen SS y con manifiesto “salvajismo”, en palabras de Stalin.

Los que lucharon en Europa central fueron internados en campos de concentración. El caso de Lienz, bajo control británico, alcanzó fama porque cuando los cosacos descubrieron que, pese a la palabra dada en contra, los iban a deportar a la Unión Soviética, se amotinaron; los guardias los redujeron violentamente, obligándolos a subir a los camiones a culatazos. “El NKVD o la Gestapo nos habrían matado con porras; los británicos lo hicieron con su palabra de honor” fue la tremenda frase de uno de los presos.

Cosacos aliados de los nazis/Foto: Blitzkrieg!

La cosa se repitió en Judeburg, Graz y otros sitios. Los soldados británicos y estadounidenses descubrieron horrorizados que muchos de esos hombres que empezaron a entregar en agosto de 1946 eran ahorcados sumariamente casi al momento de su recepción, fuindamentalmente mandos y oficiales, ya que los soviéticos los consideraban traidores y además muchos estaban implicados en crímenes de guerra.

Cabe decir que buena parte de ellos no tenían la ciudadanía soviética y por tanto no se consideraban tales, pero acabaron igualmente confinados en Siberia hasta que Kruschev los amnistió. Hasta dos millones de personas fueron entregadas, pues también había una importante cantidad de Ostarbeiter (eslavos utilizados por los nazis como trabajadores en régimen de esclavitud), multitud de civiles desplazados y unos once mil croatas de todas las edades y sexos. Las entregas se realizaron en la parte de Alemania controlada por la URSS, en Austria, norte de Italia y Eslovenia.

En ese último país, por entonces una de las regiones que componían Yugoslavia, fue donde ocurrió la llamada Masacre de Bielburg, que tuvo lugar en mayo de 1945 en la localidad homónima y supuso la muerte de alrededor de cincuenta mil combatientes croatas de la Ustacha que apoyaron la instauración del autoproclamado Estado Independiente de Croacia (un estado fascista títere de la Alemania hitleriana).

Junto a a ellos, chetniks montenegrinos (guerrilleros ultraconservadores dirigidos por el coronel monárquico y anticomunista Dragoljub Mihajlović), domobranci eslovenos (literalmente defensores de hogar, militantes de la Guardia Nacional Eslovena, un cuerpo paramilitar católico y financiado por los nazis) y musulmanes bosnios al servicio de los alemanes, responsables de cometer auténticas atrocidades y todos cayeron, bien a manos de los partisanos de Tito, bien durante las duras marchas de traslado. Se calcula que hay en Eslovenia unas quinientas cuarenta fosas comunes correspondientes a ese episodio.

Columna de presos alemanes y croatas/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Las últimas entregas de prisioneros se hicieron en St. Valentin, Austria, los días 8 y 9 de mayo de 1947, en lo que internamente se denominó Operación Viento del Este, y afectó a un millar de rusos procedentes de los campos de concentración aliados en Italia: Bagnoli, Aversa, Pisa y Riccione.

Paradójicamente, se desarrolló de forma paralela a la Operación Fling, con la que se prestaba ayuda a los disidentes y desertores a huir de la Unión Soviética; porque a esas alturas, como decíamos antes, había terminado la Segunda Guerra Mundial pero empezaba la Guerra Fría y los servicios de inteligencia británicos ya retenían y acogían a presos anticomunistas.

La Operación Keelhaul permaneció oculta hasta que un periodista llamado Julius Epstein (por cierto, descendiente de Johan Strauss II) se topó con el asunto al encontrar unos registros de archivo clasificados mientras trabajaba para la Hoover Intitution en 1954.

Epstein era austríaco de origen judío, huido de Europa en 1938 y afincado en Nueva York. Anticomunista convencido, se zambulló en una investigación de veinte años que le llevó a demandar al gobierno de EEUU para que desclasificara la documentación sobre el tema. Ese trabajo lo publicó en 1973 con el título Operación Keelhaul, abriendo camino a otros autores.

Fuentes: Archipiélago Gulag (Aleksandr Solzhenitsyn)/The Failure of America’s Foreign Wars (Richard M. Ebeling y Jacob G. Hornberger)/Winning Without Victory (Rolf A. F. Witzsche)/Victims of Yalta. The Secret Betrayal of the Allies, 1944–1947 (Nikolai Tolstoy)/Operation Keelhaul exposed (Jeffrey Rogers Hummel)/Wikipedia.


El lago iraní que alberga la tumba, todavía no encontrada, de Hulagu Kan

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Los grandes gobernantes mongoles han dejado para la posteridad un misterio que apasiona a arqueólogos e historiadores, el de la localización exacta de sus tumbas.

Quizá el caso más destacado es el de Gengis Kan, cuyo celo en mantener oculta su última morada mantiene el secreto hasta hoy en día, a pesar de los esfuerzos de los investigadores, los posibles descubrimientos (como no en China) y las más avanzadas tecnologías empleadas en la búsqueda. El último intento hace pocos años, utilizando satélites.

No existe ninguna fuente documental, ni siquiera leyendas, que puedan aportar alguna pista sobre el asunto. Pero en otros casos si que existen, aunque el resultado de facto haya sido el mismo, debido quizá a la falta de interés en desentrañar el misterio.

Es lo que ocurre con las tumbas de Hulagu Kan y de su hijo Abaqa Kan. Se sabe por la fuentes que ambos fueron enterrados en 1265 y 1282 respectivamente, en una fortaleza (o en un macizo rocoso) en los acantilados de 300 metros de altura de la isla de Kabudi (antiguamente conocida como Shahi), en el lago Urmia.

Este lago, que hoy se encuentra en el Azerbaiyán iraní, al noroeste del país, fue en el momento de su mayor extensión (5.200 kilómetros cuadrados, 140 kilómetros de largo por 55 kilómetros de ancho) el mayor lago salado del Medio Oriente, y el sexto más grande del mundo.

El lago Urmia en 1984 / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Contenía 102 islas, la mayoría de las cuales ya no lo son porque el tamaño del lago ha disminuido hasta quedar en un 10 por ciento de su antigua extensión, principalmente a causa de la construcción de presas en los ríos que lo alimentaban y la explotación de pozos de agua en los alrededores.

No obstante su declaración y protección como parque natural por el gobierno iraní, y su inclusión como Reserva de la Biosfera por la UNESCO, han dado signos de recuperación en los últimos años.

Situación del lago Urmia al noroeste de Irán / foto Shutterstock

La segunda en tamaño de todas las islas (hoy conectada a tierra por la desecación y convertida en península) es precisamente la de Kabudi, que además es la única habitada, en la que hay cuatro pueblos situados en sus costas norte, este y sur.

Como decíamos este es el lugar de enterramiento de Hulagu Kan y de su hijo Abaqa Kan, según señalan la tradición y las fuentes. Hulagu era uno de los nietos de Gengis Kan, que se convirtió en el primer kan del Ilkanato de Persia, establecido ya como reino independiente a partir de 1259. Hulagu, que era cristiano, llegaría a destruir Bagdad y a intervenir en las Cruzadas.

Funerales de Hulagu, ilustración de un manuscrito del siglo XV / foto Dominio público en Wikimedia Commons

A su muerte sería enterrado con todas sus fantásticas riquezas, siendo su funeral el único de la historia del Ilkanato en que se realizaron sacrificios humanos, ya que con él fueron sepultadas vivas sus concubinas.

En la cercana población de Maghara, donde Hulagu fundó el observatorio en el que trabajó el famoso astronómo Nasir al-Din al-Tusi, quien resolvió la incompatibilidad entre el modelo Ptolemáico y la teoría sobre el movimiento de los planetas de Aristóteles, hay varias torres funerarias que desde tiempos muy antiguos se han asociado con la familia de Hulagu (concretamente con su madre y hermana), aunque no hay nada que lo pruebe.

En Kabudi se llevaron a cabo investigaciones en busca de las tumbas de ambos kanes en 1939. Cuenta Colin Thubron en su libro Shadow of the Silk Road que tales prospecciones no revelaron absolutamente nada, aunque el arqueólogo en cuestión oyó hablar de una serie de cisternas y cámaras excavadas en la roca en una montaña casi inaccesible cerca de la costa Oeste de la isla. Pero nunca regresó para explorarlas.

Cisternas y cámaras excavadas en la roca / foto Roger More Nisbett

Roger More Nisbett exploró la zona poco antes de la caída del Sah de Persia y la llegada al poder de Jomeini, que conllevó el cierre del país a los occidentales. Encontró las cisternas y cámaras excavadas en la roca, pero lamentablemente no contaba con el equipo adecuado para realizar una excavación. En ellas halló fragmentos de cerámica que llevó al Museo Nacional de Teherán, donde le confirmaron que, efectivamente, se trataba de cerámica de origen mongol.

Tampoco pudo regresar, debido a la coyuntura política, y parece que desde entonces ningún arqueólogo ha vuelto a investigar la zona.

Fuentes: Shadow of the Silk Road (Colin Thubron) / The Mystery of the missing Mongols / Iran, Past and Present (Donald Newton Wilber) / Wikipedia

4 ideas para una escapada este Puente de Mayo

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Foto: dominio público/pixabay.com

Atrás quedan las vacaciones de Semana Santa y las de verano aún están lejos; sin embargo, nos quedan aún algunas festividades para ayudarnos a sobrellevar estos meses primaverales.

La primera fiesta en llegar va a ser la del Puente de Mayo. Dependiendo de la Comunidad Autónoma en la que vivas, las fechas pueden variar. Eso sí, el día 1 de mayo es fiesta en todo el país, ya que es el Día de los Trabajadores.

En la Comunidad de Madrid el puente será aún más largo, ya que el día 2 es festivo también porque se conmemora el comienzo de la Guerra de la Independencia en esa misma ciudad el 2 de mayo de 1808.

Tanto un fin de semana largo como un macro puente pueden aprovecharse de la mejor manera posible: viajando. Por eso te traemos unos cuantos destinos nacionales para ayudarte a elegir dónde pasarás estos merecidos días libres:

Feria del queso de Trujillo

Foto: feriadelquesotrujillo.es

Si eres amante del queso lee con atención: se celebra del 28 de abril al 1 de mayo en el pueblo extremeño de Trujillo. En su plaza mayor se instalan puestos donde los queseros que acuden a la feria ofrecen degustaciones de sus quesos.

Además, hay stands de vino y de cerveza para acompañar las tapas de queso. La mayoría de los queseros que acuden a este evento son ganaderos que obtienen la leche de sus propios animales y elaboran el queso de manera artesanal, por lo que todos son de una buenísima calidad y si te gusta alguno de sus productos, puedes comprarlo y llevártelo a casa.

Monasterio de Piedra

Foto: monasteriopiedra.com

Es la escapada perfecta para los amantes de la naturaleza. Se trata de un parque natural que ofrece un recorrido por un paisaje espectacular plagado de cascadas, lagos, grutas y árboles centenarios.

Además del bonito paisaje, podrás visitar el monasterio del siglo XIII emplazado en la misma zona. Se trata de un magnífico ejemplo de la arquitectura cisterciense que alberga más de setecientos años de Historia.

Además de todo esto, en una parte de las ruinas del monasterio se construyó un hotel con spa tan bonito que está declarado Bien de Interés Cultural. Es la excusa perfecta para darte un salto a la provincia de Zaragoza.

Cuenca

Foto: turismocuenca.es

Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es una ciudad digna de visitar y un destino perfecto para un fin de semana, ya que no hacen falta muchos días para visitar todos sus monumentos y lugares de interés entre los que se cuentan las Casas Colgadas, la catedral, el castillo, el pintoresco barrio de San Martín…

Puedes disfrutar de su riquísima gastronomía en el Bar Basilio, que se caracteriza por sus raciones abundantes y deliciosas a muy buen precio y si te apetece gastar un poco más, puedes acudir al restaurante Recreo Peral, situado en la ribera del río Júcar, lo que además provee al restaurante de unas vistas muy agradables.

Lanzarote

Foto: dominio público/pixabay.com

La isla de Lanzarote fue declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1993 y es que su origen volcánico (como el del resto de las Islas Canarias) proporciona unos paisajes muy bellos y muy particulares que se pueden explorar en todas las rutas y excursiones disponibles.

Por supuesto, la isla tiene numerosas playas solitarias de aguas cristalinas entre las que destaca La Graciosa.

Además de senderismo, visitar las playas y los centros culturales y de arte, puedes hacer submarinismo y visitar el Museo Atlántico, que se encuentra bajo el agua y consiste en un conjunto escultórico creado por el artista Jason deClaires Taylor; es realmente digno de ver. ¿Te animas a cogerte un par de días y alargar tu puente en este pequeño trozo de paraíso?

Si tienes muchas ganas de hacer una escapadita este Puente de Mayo y no quieres que la misma afecte demasiado a tus ahorros, siempre puedes acudir a los minicréditos y disfrutar de tu viaje al máximo y sin preocupaciones. ¿Con qué destino te quedas?

Cuando el legendario sheriff Wyatt Earp asesoraba westerns en Hollywood e inspiró a John Wayne

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La relativamente corta historia de EEUU y el poder difusor de sus medios de comunicación ha encumbrado a algunas figuras que quizá protagonizaron episodios menores pero que ya forman parte popular de unos anales casi legendarios, de ésos que suelen usar los países para forjar su identidad.

En ese sentido, no cabe duda de que la conquista del Oeste constituye un episodio épico y sus protagonistas se estudian con el mismo interés que en Europa se hace con Aquiles, Alejandro, el Cid o cualquier otro héroe.

Uno de ellos fue -pese a sus muchos clarosocuros- Wyatt Earp, el mítico sheriff que protagonizó el célebre duelo de OK Corral y cuya última etapa de su vida transcurrió plácidamente en el recién nacido Hollywood, asesorando a los actores que encarnaban cowboys; de ellos, parece ser que un alumno aventajado fue una joven estrella del football universitario al que todos llamaban Duke pero que era conocido por el público como John Wayne.

Wyatt Earp nació en Mommouth, Illinois, en 1848, cuarto de los siete hijos de un veterano militar casado en segundas nupcias. Se casó pronto, con veintiún años y tras una etapa como cazador y vaquero empezó a trabajar en la defensa del orden público en 1869 al sustituir a su padre como comisario de la localidad de Lamar, Missouri, cuando éste lo dejó para ser juez de paz.

Al año siguiente se quedó viudo y Earp se sumió en una depresión que le llevó a una peligrosa espiral de roces con la ley: deudas, falsificación de documentos, robo de caballos… Por esta última acusación fue arrestado pero huyó antes del juicio, aunque volvería a estar entre rejas un par de veces por regentar un burdel flotante.

Luego trabajó como vigilante de otro en Wichita, acompañado de su hermano James. Estaba mediada la década de los setenta y Wyatt Earp era un nombre marcado en rojo como delincuente habitual.

Retrato de juventud de Wyatt Earp, hacia 1860-70/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Irónicamente, fue en esa ciudad donde cambió a la trinchera de enfrente y volvió a colgarse una placa en el pecho. Wichita tenía una estación ferroviaria donde se embarcaba el ganado que traían los cowboys, quienes al terminar su trabajo y cobrar su salario solían emborracharse y armar graves altercados callejeros, así que hacían falta agentes para garantizar la calma.

Earp se apuntó a las órdenes del marshall Mike Meagher. Pero el 2 de abril de 1876, durante las elecciones a marshall, fue despedido tras golpear a un candidato que le acusó de nepotismo por contratar a sus hermanos; entonces abandonó el lugar para dirigirse a Dodge City, donde James había abierto otro burdel.

El marshall local, Larry Deger, le contrató, pasando dos años como agente de policía (aunque parece que no fueron continuos y hubo etapas de ausencia temporal para trabajar como cazador). En mayo de 1878 pasó a ser ayudante de Deger y como tal protagonizó la primera de sus hazañas al enfrentarse a un grupo de vaqueros que estaban armando lío y disparando.

El incidente tuvo como escenario el Long Branch Saloon, donde tuvo la ayuda de otro mítico personaje al que había conocido en uno de sus recientes viajes: Doc Holliday, médico reconvertido en jugador profesional que pasó a ser un buen amigo. No obstante, ese verano hubo un nuevo enfrentamiento armado con vaqueros borrachos, quedando clara la peligrosidad de la vida en esa ciudad.

Interior del Long Branch Saloon, donde Earp protagonizó una de sus acciones más recordadas con la ayuda de Doc Holliday /Foto: dominio público en Wikimedia Commons

En septiembre de 1879 Earp decidió trasladarse a Tombstone, Arizona, a instancias de su hermano Virgil, que era comisario de la vecina Prescott. Acaba de emparejarse con una prostituta llamada Celia Anne Mattie Blaylock y, lógicamente, se la llevó consigo; les acompañaron su hermano James, Doc Holiday y la esposa de éste.

Los Earp intentaron vivir de la minería pero fracasaron y Wyatt entró a trabajar para la compañía Wells & Fargo como escolta de diligencias. Sin embargo, la caza de un bandido llevó a Virgil, que ya era la máxima autoridad policial de la región, a contratar a sus hermanos para su persecución.

De esta manera, Wyatt se vinculó de nuevo con tareas policiales y en 1880 pasó a ser sheriff, protagonizando algunas acciones que le dieron fama de frío y arrojado ante el peligro, así como de una dureza implacable en sus intervenciones; esto le hizo ganarse profundas enemistades y las más destacadas llevaban los apellidos de dos clanes locales: los Clanton y los McLaury.

Los cinéfilos recordarán el célebre duelo que enfrentó en 1881 a dichos clanes con el de los Earp cuando éstos fueron a detenerlos por robo de caballos. Duelo de titanes, Pasión de los fuertes, Duelo a muerte en OK Corral… El séptimo arte ha inmortalizado muchas veces aquellos hechos que lanzaron a la fama a Wyatt, aunque muchos no saben que el incidente se prolongó cuando la justicia exoneró de responsabilidad a los Earp y los otros se vengaron matando a Morgan, el pequeño de la saga, y dejando inválido a Virgil, lo que llevó a Wyatt a acabar con todos.

Curiosamente, una discusión le había llevado a romper su amistad con Holliday porque éste menospreció a su nuevo amor, una bailarina llamada Josephine Sarah Marcus, por su origen judío (había abandonado a Celia Anne por alcohólica); sin embargo, Holliday estuvo a su lado en OK Corral.

OK Corral en 1882/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Entretanto y durante los años siguientes, Earp siguió trabajando en el mundo policial pero ampliando actividades a otros campos: tomó parte en la llamada Guerra de Dodge City poniendo orden, se involucró en el mundo del boxeo como árbitro y en las carreras de caballos comprando una cuadra, hizo inversiones inmobiliarias, probó la minería en Yukon al amparo de la Fiebre del oro (y se hizo amigo de Jack London, que también estaba en ello), abrió un salón de juego, etc.

Unas cosas salieron bien y otras no tanto, pero en general logró reunir un más que considerable capital y entrar en el siglo XX como un hombre acomodado. Pese a todo, en 1910 se instaló en Los Ángeles al servicio del Departamento de Policía como cazarecompensas; su nombre era toda una garantía y él mismo solía esgrimirlo en voz alta para disuadir a los criminales de cualquier intento de resistencia.

Cabaña usada por Wyatt y Jamie Earp en Alaska/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Una década después, ya mayor y enfermo, inició una nueva aventura profesional: si siempre había estado abierto a los avances y fue de los primeros en invertir en petróleo, ahora supo ver el potencial de la incipiente industria cinematográfica y aceptó la oferta de ser asesor en películas del oeste, conociendo a Charles Chaplin y Douglas Fairbanks, además de entablar amistad con Raoul Walsh (futuro director de Murieron con las botas puestas, El hidalgo de los mares, El mundo en sus manos y Tambores lejanos, entre otras grandes cintas), aunque con quien tuvo una relación especial fue con los dos actores de westerns más importantes que había en la época: William S. Hart y Tom Mix.

Respecto a este último, cabe recordar que fue interpretado por Bruce Willis en el film Asesinato en Beverly Hills (Sunset, Blake Edwards, 1988), donde James Garner asume el rol de un Wyatt Earp que le asesora durante el rodaje de una película sobre su vida.

Wyatt Earp en los años veinte/Foto: True West Magazine

De hecho, a partir de 1923 empezaron a hacerse películas sobre él (más de treinta hay) y otras grandes estrellas como por ejemplo Henry Fonda, James Stewart, Burt Lancaster o Kevin Costner, se encargarían de encarnarle.

Curiosamente, el vaquero cinematográfico por excelencia, John Wayne, confesó en una ocasión haber imitado en sus actuaciones -al igual que Hart antes que él- los ademanes y el habla de Earp desde que le conoció muy joven, cuando aún daba sus primeros pasos en el cine y salía sin acreditar, durante las visitas que el viejo sheriff hacía en los años veinte a los sets de rodaje de John Ford (que por entonces tenía como actor de cabecera a Harry Carey, antes de descubrir el carisma de Wayne).

Earp, el último que quedaba de su familia, falleció el 13 de enero de 1929.

Fuentes: True West Magazine/Breve historia del salvaje oeste. Pistoleros y forajidos (Gregorio Doval Huecas)/El rescate de la historia (Ed Rayner y Ron Stapley)/Wyatt Earp History Page/Wikipedia.

Libro recomendado: Wyatt Earp: Sheriff Del Oeste Americano (Magdalena Alagna).

Hace 5.000 años los antiguos egipcios inventaron su propio color azul: el primer pigmento sintético de la historia

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El color azul ha sido a lo largo de la historia de la humanidad uno de los más cotizados, identificado por ello con la realeza y la divinidad, debido a la dificultad de su obtención.

Los pigmentos azules se emplearon desde muy antiguo, pero de manera más tardía que otros como el rojo, negro, marrón u ocre, más fáciles de conseguir en la naturaleza y usados ya en el arte paelolítico.

Así en Europa se obtenía de la isatide (también conocida como hierba pastel), que proporcionaba un tinte añil. En Asia y África del índigo (indigofera tinctoria), un arbusto cuyo nombre alude también a la variedad de azul que proporciona.

Pero el pigmento azul más cotizado provenía de minerales como el lapislázuli, escaso y raro, y por tanto muy costoso. Los mayores yacimientos de lapislázuli están situados en el Hindukush de Afganistán, donde todavía son explotados con procedimientos muy similares a los empleados hace más de 3.000 años. Desde allí se exportaba a todo el mundo antiguo, siendo usado en joyas y recipientes en Mesopotamia y todo Oriente Medio.

Los egipcios importaban de aquellas minas grandes cantidades de lapislázuli para obtener la azurita, el polvo que proporcionaba el pigmento azul con que adornaban sus obras artísticas. Su precio era tan alto que incluso en tiempos medievales todavía cuadriplicaba el del oro.

Por eso hacia el 3000 a.C. buscaron la manera de fabricar su propio pigmento azul. Poco a poco fueron perfeccionando la técnica, que consistía en moler sílice, cal, cobre y una base alcalina, y calentarla a 800-900 grados centígrados de temperatura. El resultado obtenido está considerado como el primer pigmento sintético de la historia.

Azul Egipcio / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Por ello se le denomina Azul Egipcio, un nombre que se empezó a utilizar a partir de principios del siglo XIX para distinguirlo del resto de pigmentos azulados.

Los egipcios lo usaban para pintar madera, papiros y lienzos, colorear esmaltes, incrustaciones y vasijas. Pero especialmente en el ámbito funerario en máscaras, estatuillas y pinturas de las tumbas, ya que creían que el color azul protegía a los muertos del mal en la otra vida. Incluso coloreaban con él los paños en que eran envueltas las momias.

Pinturas de la tumba de Horemheb / foto Colourlex

Las primeras evidencias de su uso fueron identificadas por Lorelei H. Corcoran en un recipiente de alabastro, datado en la cultura Naqada III del período predinástico (hacia 3200-3000 a.C.), encontrado en 1898 en las excavaciones de Hieracómpolis en el Alto Egipto, que además lleva una inscripción con el nombre del Rey Escorpión. Hoy se halla en el Museum of Fine Arts de Boston.

Allí en Hieracómpolis, uno de los primeros núcleos antecedentes de la civilización egipcia, se encontraron también la tumba egipcia con pintura parietal más antigua conocida, y la primera colección zoológica de la historia.

Recipiente en el que se detectaron los primeros restos del pigmento / foto Museum of Fine Arts, Boston

El pigmento se siguió fabricando y usando durante toda la Antigüedad, siendo extendido por griegos (incluso en las esculturas del Partenón) y romanos, por lo menos hasta los últimos años del Imperio Romano de occidente (h. 395 d.C.), cuando la técnica cayó en el olvido y el secreto de la fórmula pareció perderse para siempre. Sin embargo el análisis con infrarrojos de algunas obras pictóricas del siglo XVI muestran indicios de su uso en la época.

Ningún antiguo texto egipcio hace referencia al método de producción. El primer testimonio que tenemos proviene del arquitecto romano Vitruvio, que vivió en el siglo I a.C. y lo describió en su obra De Architectura denominando al pigmento obtenido como coeruleum (cerúleo). Según Vitruvio se producía mezclando arena, cobre y natrón.

En la década de 1930 el arqueólogo Mahmud Hamza encontró en las excavaciones de Qantir, la zona arqueológica al nordeste del delta del Nilo identificada como la antigua Ramesés bíblica, objetos relacionados con la producción del pigmento.

Y más recientemente aparecieron crisoles de cerámica con restos de azul egipcio en el contexto de una gran industria de fundición de cobre, fabricación de vidrio y producción de loza, lo que sugiere que Qantir pudo ser un importante centro productor del pigmento.

Los antiguos egipcios no solo consiguieron así producir de manera industrial un color que era de los más difíciles y caros de obtener, sino que la tecnología empleada para ello precedió a la de fabricación de cristal en al menos 1.500 años.

Fuentes: Colourlex / Pigments through the ages / Egyptian blue — Cuprorivaite a window to ancient Egyptian technology (H. Jaksch et al.) / Egyptian Blue: the colour of technology (Philip McCouat) / Wikipedia

La ley china que obliga a los budistas a solicitar licencia administrativa para poder reencarnarse

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No es cosa de que cada uno haga lo que quiera cuando le venga en gana, que para algo están las leyes. Y eso de reencarnarse es demasiado serio como para hacerlo sin solicitar la correspondiente licencia.

Así que quien esté en trance de morir y tenga pensado que su alma renazca en otro cuerpo para una nueva vida ha de saber que necesita gestionar antes un permiso; al menos si vive en China.

Puede parecer sorprendente, incuso para un país que periódicamente acostumbra a dejarnos boquiabiertos por alguna razón.

Pero el caso es que la legislación china tiene en su corpus jurídico lo que llama oficialmente Medidas sobre el uso de la reencarnación de budas vivientes, más popularmente conocida como Orden nº 5, emitida por la Oficina Estatal de Asuntos Religiosos.

Este organismo es que el que se encarga de las cuestiones relativas a los cultos, que siempre han de estar bajo supervisión gubernamental.

La orden fue promulgada vía decreto el 3 de agosto de 2007 “para institucionalizar la gestión de la reencarnación de los budas vivos” y porque “la selección de los reencarnados debe preservar la unidad nacional y la solidaridad de todos los grupos étnicos”, añadiendo la coletilla “el proceso de selección no puede ser influenciado por ningún grupo o individuo del país”.

Mapa de China y Tibet/Imagen: UCA

A priori causa estupor leer esto porque da a entender que un alma puede elegir el cuerpo donde instalarse en su próxima vida o, al menos, puede haber una direccionalidad consciente por parte de los lamas a la hora de orientar dicho renacimiento. Los denominados tulkus son maestros que han conseguido tener un control, bien parcial, bien total, sobre su reencarnación, conociendo de antemano tanto la forma como el lugar y asumiendo además la mente de un maestro importante.

Resulta evidente entonces que la verdadera razón subyacente tras todo esto no hay que buscarla tanto en la metafísica como en la política. Más de uno se habrá percatado ya de que el decreto no es más que una reacción al conflicto que China tiene con el Tibet y, más concretamente, a la figura del Dalái Lama, máximo dirigente espiritual de ese país y, por tanto, rival para la autoridad política y militar que Pekín ejerce allí.

El actual Dalái Lama, Tenzin Gyatso, es el decimocuarto en ese cargo pero también la reencarnación número trece de Gendun Gyatso, quien a su vez lo era de Gendun Drup (que vivió entre los siglos XIV y XV). Y, consecuentemente, tiene la facultad de decidir en quién se reencarnará; el elegido, presumiblemente, será nombrado próximo Dalái Lama, y China quiere reservarse el derecho a intervenir sobre una cuestión que afecta, en su opinión, a su jurisdicción.

Tenzin Gyatso, 14º Dalái Lama/Foto: Luca Galuzzi en Wikimedia Commons

Así, aunque la administración ha declarado que únicamente se ocupa de los asuntos religiosos relacionados con el Estado y los intereses públicos sin interferir en los estrictamente espirituales, el hecho es que no ve con buenos ojos la constitución de un influyente clero que le es manifiestamente hostil.

Ya quedó patente en 1995 con la controversia que hubo entre ambas partes por la selección del Panchen Lama, el segundo en el escalafón tras el Dalái, y la Orden nº 5 se emitió unos años después con el objetivo de regular, encauzar y controlar el asunto.

Consta de catorce artículos que desgranan las condiciones, procedimientos, deberes y responsabilidades (y las sanciones, lógicamente) que debe cumplir al respecto un grupo religioso.

Cartel propagandístico chino sobre su presencia en el Tibet/Imagen: shugdeninfo.com

De esta forma, los templos budistas tienen la obligación de estar debidamente inscritos en un registro y presentar una solicitud de reencarnación que, antes de recibir la aprobación oficial, ha de pasar por cuatro niveles de la administración (la burocracia china tiene fama).

Dichas entidades son el correspondiente departamento de asuntos religiosos del gobierno provincial, el propio gobierno provincial, la citada Oficina Estatal de Asuntos Religiosos y el Consejo de Estado, que deben dar su visto bueno al reconocimiento de los talkus.

Lo realmente curioso de todo es especular qué pasará si la solicitud no se ajusta a derecho y es rechazada: ¿el alma se queda sin reencarnación? ¿Hay suplentes, como en el deporte? ¿Se puede elegir renacer en un talku en función de los intereses políticos?

Fuentes: Orden nº 5 (Oficina Estatal de Asuntos Religiosos, Gobierno de la República Popular China)/El budismo (Henri Arvon)/El estatus histórico del Tíbet de China (Jiawei Wang y Gyaincain Nyima)/China’s Tibet Policy (Dawa Norbu)/Dalai Lama/
Wikipedia.

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