Quantcast
Channel:
Viewing all 8192 articles
Browse latest View live

El espeluznante asedio de Suiyang, cuando el canibalismo acabó con más de 20.000 habitantes

$
0
0

Los asedios prolongados a ciudades casi siempre dieron lugar a situaciones límite de hambre y epidemias que terminaron diezmando a la población -a veces, también a los sitiadores- y generando comportamientos extremos motivados por la necesidad.

Uno de los comportamientos más execrables, por su condición de tabú ancestral para el Hombre, es el recurso al canibalismo, del que ya hablamos anteriormente en un artículo dedicado a la toma de Maraat durante la Primera Cruzada. Otro que causó una gran impresión fue el que tuvo lugar en la Batalla de Suiyang, China, durante la Rebelión de An Lushan.

Esta insurrección tuvo lugar en la segunda mitad del siglo VIII, en la época de la dinastía Tang. Los Tang habían sucedido a los Sui y otorgaron a China un período de esplendor; expansión de las fronteras, introducción de arqueros a caballo en el ejército, adopción oficial del budismo, desarrollo de la imprenta…

Una edad de oro de la literartura y las artes, y el desarrollo de un eficiente funcionariado público fueron algunas de las características de la dinastía Tang -especialmente de su mejor representante, el emperador Li Shi Min, también conocido como Taizong- que favorecieron el enriquecimiento del pueblo y un extraordinario incremento de su nivel de vida.

El emperador Li Shi Min/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Pero tras el auge suele venir la decadencia y ésta se presentó a mediados del citado siglo en forma de declive militar e inestabilidad económica. Los caudillos locales aprovecharon el empobrecimiento general para concentrar las tierras en sus manos y acrecentar progresivamente su poder en detrimento del central hasta que uno de ellos se consideró lo suficientemente fuerte como para encabezar un golpe de estado apoyado por la corte, aprovechando la derrota del ejército imperial ante los árabes en la Batalla de Talas y la consiguiente abdicación de Xuanzong en su hijo Suzong.

Se trataba de An Lushan, un gobernador de ascendencia sogdiana y turca que se autoproclamó emperador en el año 756 y conquistó la capital oriental, Chang’an, fundando la dinastía Yan. Estando en plena cima del poder, en enero del año 757 fue asesinado por su propio hijo, An Qingxu.

Presunto retrato de An Lushan/Imagen: Quora

Pero el parricida no llevó a cabo el crimen por lealtad a los Tang sino por ocupar el lugar de su padre frente a ellos, así que continuó la lucha ordenando al general Yin Ziqi poner sitio a la ciudad de Suiyang, que era la pieza clave para dominar toda la región al sur del río Yangtsé.

Un colosal ejército de ciento treinta mil hombres, resultado de juntar los contingentes de Ziqi y de otro militar rebelde llamado Yang Chaozong, rodeó la urbe. Consciente de su apurada situación, el gobernador, Xu Yuan, pidió ayuda al general Zhang Xun, muy prestigioso por su participación en la Batalla de Yongqiu y que accedió a enviársela; aún así sólo fue posible reunir siete mil efectivos. Xun se encargó de organizar la defensa mientras Yuan, un administrador, se ocupó de la intendencia.

El ejército Yan rodeó Suiyang y se encontró con una dura resistencia en la que descollaban las inusuales tácticas ideadas por Xun, como hacer sonar los tambores de noche para simular ataques y obligar a los sitiadores a estar constantemente en guardia, interrumpiendo su sueño.

Al cabo de un tiempo, los soldados Yan terminaron por confiarse e ignorar los redobles, momento que aprovecharon los de dentro para salir en una incursión devastadora. No obstante, el número abrumador de enemigos rebajaba la efectividad de esas acciones, por lo que Xun planeó matar a Yin Ziqi para dar un golpe que verdaderamente afectara a su moral.

Dado que no era fácil reconocerle desde las murallas, ordenó a sus arqueros disparar matojos en vez de flechas; los sitiadores, extrañados, corrieron a enseñarle a su general aquellos insólitos e inofensivos proyectiles, delatando su posición y provocando, sin pretenderlo, su identificación por los arqueros, que dispararon sobre él y esta vez con flechas. Una hizo blanco en su ojo izquierdo, dejándole fuera de combate por un tiempo.

Zhang Xun/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Esos osados golpes y lo infructuoso de los ataques, que le hizo perder veinte mil hombres en apenas dos semanas, afectaron ciertamente el ánimo del ejército Yan, que tuvo que retirarse para descansar. Eso sí, regresó dos meses después y con nuevos efectivos para cubrir las bajas.

Tampoco Xu Yuang se había quedado inactivo y empezó a solicitar ayuda a las provincias de los alrededores con el objetivo de reunir provisiones con las que poder resistir un año. Sin embargo, los gobernadores se mostraron reacios a colaborar, bien porque simpatizasen con los rebeldes -que solían otorgarles un trato bastante bueno y mantenerles en sus puestos si se rendían-, bien por temor a ellos -cuando se resistían la cosa cambiaba radicalmente- o bien por celos de Zhang Xun, de manera que cuando Suiyang volvió a quedar sitiada no había conseguido víveres.

De hecho, al llegar el verano la escasez fue tan grande que las raciones diarias se redujeron a una pequeña taza de arroz mezclado con hojas de té, corteza y papel que sólo podía complementarse comiendo hierbas, raíces y todo animal disponible: primero los ya innecesarios caballos, luego otros menores -aves, ratas- y finalmente hasta los insectos.

Enterado de la dramática situación en la ciudad, Yan Ziqi ordenó ataques directos, algunos encaminados a derribar las murallas y hasta arrancar las puertas enganchándolas a carros, pero todos fueron rechazados.

Al cabo de un mes se agotaron los singulares complementos dietéticos mencionados y hubo que mandar emisarios que, rompiendo el cerco, pidieran ayuda militar y alimentaria a otros sitios.

Se cuenta que uno de dichos enviados, el heroico oficial Nan Jiyun, consiguió llegar a Linhuai pero el gobernador no se mostró muy colaborador, aunque a él le ofreció un banquete; indignado, Jiyun rechazó la invitación y se cortó un dedo para dejárselo como demostración de su fallida misión (según otra versión, se lo mordió). Ese acto hizo cambiar de opinión al gobernador, que accedió a que se llevara tres mil guerreros.

Sin embargo, sólo un tercio logró burlar el cerco y entrar en Suiyang. Por otra parte, aquellos refuerzos venían bien para cubrir bajas pero no sólo no solucionaban el acuciante problema de la comida sino que lo agravaban porque eran mil bocas más que alimentar; pero los defensores de la ciudad confiaban en que el emperador les enviaría ayuda, dado que la caída de la urbe supondría una catástrofe estratégica.

Xianzong y Suzong, padre e hijo, los dos emperadores Tang/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Fue entonces, ante la carencia absoluta de algo que llevarse a la boca, cuando las crónicas chinas reseñan el recurso al canibalismo. “Los habitantes entregaron a sus hijos para comer y cocinaron los cadáveres (…) Zhang Xun Sacó a su concubina y la mató delante de sus soldados para alimentarlos” cuentan los libros de Tang, ordenándoles que comieran su carne ante su reticencia, para más tarde hacer lo mismo con sus sirvientes y seguir así con los que no eran combatientes, como los ancianos, las mujeres y los niños.

Es difícil verificar las cifras y condiciones que cita el susodicho libro, que habla de veinte a treinta mil personas devoradas pues buena parte de ellas seguramente corresponderían a los caídos en la lucha o los muertos por causas diversas. Lo verdaderamente sorprendente es que, al parecer, todos aceptaron la terrible iniciativa como un mal necesario, sin rechistar ni intentar organizar algún motín en favor de la rendición.

El caso es que Suiyang cayó finalmente en octubre de ese año y cuando el ejército Yan entró únicamente quedaban cuatrocientos defensores, todos desfallecidos, sin fuerzas ya para hacerles frente. Yin Ziqi, que admiraba el valor demostrado por Xu Yuan y Zhang Xun, intentó convencerles para que se unieran a su bando pero ante la rotunda negativa recibida terminó ejecutándolos junto a sus oficiales.

Con aquella victoria los rebeldes se adueñaron del sur de China durante dos años pero, entretanto, el tiempo ganado por la resistencia de Suiyang y el privarles de auxilio permitió al emperador Suzong contar con recursos para reunir tropas hasta alcanzar un número de ellas suficiente para hacerles frente y contraatacar. Así, cambió la hasta entonces victoriosa marcha de la rebelión Yan y la aplastó definitivamente en el año 763.

Fuentes: China, una nueva historia (John King Fairbank)/Breve historia de la China milenaria (Gregorio Doval Huecas)/Imperial Chinese Military History-8000 BC-1912 AD (Marvin C. Whiting)/An End To Murder (Colin Wilson y Damon Wilson)/Essays on Tʻang Society. The Interplay of Social, Political and Economic Forces (John Curtis Perry y Bardwell L. Smith)/Libro Antiguo de Tang y Libro Nuevo de Tang
Wikipedia


Apps y Turismo: compañeros de viaje

$
0
0
Foto: dominio público en pixabay.com

Ahora nos preguntamos con frecuencia cómo llegábamos a nuestros lugares de destino en vacaciones. Los antiguos planos de carretera y las continuas preguntas a habitantes locales pasaron a la historia. Y es que, la llegada de las nuevas tecnologías y las apps móviles han hecho que viajar sea cada vez más sencillo.

Si bien el surgimiento de los móviles fue todo un hito en la comunicación telefónica, el internet móvil ya de este siglo XX, lo fue aún más, gracias a herramientas como la geolocalización y las apps para smartphones y tabletas. Mapas online y muy diferentes apps dedicadas a los viajes y al turismo, llenan hoy la pantalla de nuestros móviles.

AMPLIA OFERTA TURÍSTICA

Tanto es así que el pasado 2016, la Cámara de Comercio de España, de forma conjunta con SEGITTUR, elaboró una guía con las 224 apps principales del sector turístico que dividió en siete categorías: transporte, alojamiento, ocio y restauración, turismo activo, guía de destinos, utilidades y smartwatch. En dicha guía, destacan que el nuevo turista digital se caracteriza por usar sus dispositivos móviles y aplicaciones allí donde reside para interactuar con el entorno y ser más práctico. Para ello, necesita servicios móviles en las distintas etapas del viaje.

Por esta razón, el sector turístico ha creado en los últimos años, multitud de apps de servicios, experiencias y productos turísticos… Desde búsqueda de lugares donde comer o reservar transporte y alojamiento, hasta apps relacionadas con la cultura, la naturaleza, los deportes, saber cómo está la nieve para esquiar, las olas para navegar o hacer surf, obtener descuentos y un largo etc. La preparación del viaje y la integración del turista en su destino vacacional es mucho más fácil gracias a estas apps. En estos últimos años se ha ido construyendo el llamado “turismo inteligente”.

OPINIÓN DE LOS USUARIOS

Alquilar un apartamento u hotel, reservar entradas para la Alambra, sacar billetes de tren o avión a París o conocer la afluencia de tráfico un día concreto en la carretera de la Costa Brava, son solo algunas de las informaciones y servicios que nos ofrecen estas apps. Además, muchas de ellas se basan en la economía colaborativa, donde la opinión de los usuarios es crucial para que nuevos clientes se decanten por contratar esos servicios. Cuanto mejor servicio o producto se ofrezca, mayores comentarios positivos conseguirá y, en consecuencia, más personas bajaran esa app y contratarán esos servicios. La excelencia es importante en este tipo de apps para conseguir el éxito.

En pocos minutos podemos reservar las vacaciones con las que siempre soñamos. No sólo hablamos de sacar billetes o alquilar apartamentos y hoteles. Cada vez más apps nos permiten originales opciones, como, por ejemplo, alquiler de barcos de particulares o reservar las vacaciones de esquí en pocos minutos, con muchas posibilidades de alojamiento y ofertas, como permite la app de Esquiades.com a los amantes de la nieve. Esta app ofrece ofertas de esquí en las mejores pistas de Andorra y otros puntos de España y Europa, así como escapadas para disfrutar de los deportes de aventura o para vivir un plan romántico a precios muy competitivos.

IMPROVISACIÓN ORGANIZADA

Si bien, hace algunos años teníamos que tener todo muy cuadrado para planificar nuestros viajes, estas nuevas tecnologías nos permiten jugar más con la improvisación y descubrir nuevas actividades o destinos que no teníamos en mente. Esto no quiere decir que no organicemos nuestras vacaciones, sino que tal vez teníamos una idea, pero investigando lugares en estas apps, cambiemos de destino por originalidad, precio u otros factores. Es decir, nos salimos de la antigua planificación de viajes más encorsetada, pues tenemos multitud de opciones interesantes con lugares únicos para conocer.

Las vacaciones de verano no son siempre sinónimo de ir a Tailandia, dentro de nuestro país contamos con múltiples lugares que no nos arrepentiremos de conocer y que tal vez nunca habíamos previsto descubrir. Visitar Caldea es uno de estos ejemplos. Seas o no amante del esquí, si lo que buscas es huir del estrés del trabajo y vivir un pleno relax, puedes conocer Andorra y visitar el centro termal de Caldea. Desde menos de 45€ puedes conseguir una noche de hotel y una entrada para este Balneario. La combinación de la energía del paisaje de Andorra con la vitalidad y descanso que aportan las aguas termales te renovarán y harán de tu veraneo una experiencia única para los sentidos.

Investigando en las apps descubrirás muchos ejemplos turísticos como éste. Te permitirán salirte de los destinos vacacionales típicos y poco económicos y desmarcarte con una escapada original que combine varias opciones – balneario, navegación, visitas culturales y un largo etc. Si ya estás pensando en tus vacaciones de verano, puedes consultar la guía de apps y decidir cuáles de ellas te pueden hacer más fácil la estancia en tu lugar deseado.

Cómo hacer el equipaje para optimizar el espacio al máximo

$
0
0
Foto: dominio público en pixabay.com

En los años cuarenta nadie podía imaginar en lo que iba a convertirse la original pista de hierba y las carpas de lona cedidas por la RAF que hacían las veces de terminal en Heathrow.

Eran el germen de lo que con el tiempo sería uno de los mejores aeropuertos del mundo, liderando hoy en día el tráfico aéreo internacional.

Por entonces apenas movía 60.000 pasajeros que debían llegar hasta el avión por un sendero de madera para no embarrarse. En los sesenta Heathrow amplió sus instalaciones con tres terminales, y más tarde se añadirían otras dos, la última en 2008, diseñada por el prestigioso arquitecto Richard Rogers.

Así Heathrow se convirtió en referente internacional en materia de transporte aéreo, y con la llegada de las nuevas tecnologías se ha volcado regularmente en la publicación de consejos y artículos de ayuda al viajero. Como este interesante y fascinante vídeo que nos enseña la mejor manera de hacer el equipaje optimizando el espacio disponible en la maleta y mostrando una serie de ventajas que permite la técnica en cuestión.

Algunas medidas son de sentido común, como poner el calzado en el fondo y rellenarlo con calcetines ocupando la mitad del espacio y dejando la otra mitad para camisetas. Los huecos que queden libres se cubren con piezas pequeñas y así se proporciona estabilidad y acolchamiento al conjunto. Pantalones, faldas, chaquetas y vestidos se van superponiendo luego, unos encima de otros de forma escalonada para ir doblándolos uno por uno.

Entonces llega el momento de crear un espacio mágico adicional cubriendo el conjunto con una bolsa grande de plástico en la que se introducirán libros, cámaras y la bolsita transparente de los líquidos, de forma que si en el control de seguridad te exigen abrir el equipaje para comprobar ésta, será lo primero que vean sin necesidad de revolver la ropa. La otra parte de la maleta servirá exclusivamente para las camisas (más delicadas por aquello de las arrugas).

Foto: dominio público en pixabay.com

Este ahorro de espacio nos evitará tener que cargar con más de un bulto y, en el caso de Heathrow, la posibilidad de evitar el desplazamiento a Londres en taxi, que supone un desembolso considerable, de 40 a 70 libras, y una hora de tráfico.

En su lugar se puede utilizar el autobús, que tarda más o menos lo mismo pero es más barato. El Airbus 2 va recogiendo gente en todas las terminales y termina trayecto en King's Cross. O el Metro, que también es asequible, aunque la línea Piccadilly, la que va al centro, tarda también en torno a una hora. Por último está la opción del tren: en la mitad de tiempo (Heathrow Connect, con paradas) o incluso menos, un cuarto de hora (Heathrow Express hasta London Paddington).

Científicos sugieren la existencia de un gran cráter de impacto en las Islas Malvinas

$
0
0

En el mundo existen unos 200 grandes cráteres de impacto asociados a meteoritos y a eventos de extinción a lo largo de la historia terrestre.

Uno de los más grandes es el que los científicos describen ahora en un artículo de la revista Terra Nova, situado en las Islas Malvinas en el Atlántico Sur, y que de confirmarse estaría entre los más grandes del mundo.

Su diámetro tendría unos 250 kilómetros, comparable al famoso cráter de Chicxulub, descubierto en la Península de Yucatán hace casi cuatro décadas, y su análisis por los investigadores ha revelado características que lo relacionan con el impacto de un asteroide, e incluso con el evento de extinción del Pérmico, que acabó con el 90 por ciento de las especies del planeta.

La investigación se centra en las características geofísicas de una gran cuenca submarina situada en la meseta de las Malvinas, que forma parte de la plataforma continental patagónica, al noroeste de la isla Gran Malvina, la segunda en extensión del archipiélago.

El análisis de los perfiles de reflexión sísmica marina de la zona, de la gravedad y el magnetismo, sugiere que la cuenca posee rasgos consistentes con los cráteres de impacto causados por colisiones de asteroides.

En particular destaca una anomalía, caracterizada por la disminución de la fuerza de la gravedad sobre la zona. Esta anomalía negativa está rodeada por otra positiva en forma de anillo donde la fuerza de la gravedad y el magnetismo aumentan, muy similar a la observada en Chicxulub.

Geología de las Islas Malvinas / foto Hogweard en Wikimedia Commons

Los análisis también indican que la cuenca está enterrada por sedimentos de baja densidad más jóvenes, lo que sugiere que se rellenó mucho antes que su entorno, y que no tiene expresión topográfica en el actual fondo marino.

Según los científicos el cráter las Malvinas se remontaría a la Era Paleozoica tardía, hace aproximadamente 270-250 millones de años, lo que lo relaciona con el evento de extinción masiva del Pérmico-Triásico, también conocido como Gran mortandad, y que es la mayor extinción ocurrida en la Tierra, llevándose por delante al 95 por ciento de las especies marinas y al 70 por ciento de los vertebrados.

Intensidad del magnetismo terrestre en la zona / foto National Centers for Environmental Information

Justo hace un año otro equipo encontró en Australia evidencias del impacto de un gran asteroide, el segundo más antiguo conocido, que habría colisionado con la Tierra al principio de su existencia.

Fuentes: Geophysical evidence for a large impact structure on the Falkland (Malvinas) Plateau (Maximiliano C.L. Rocca et al.) / IBTimes / Phys.org.

Anthony Johnson, el decano de los esclavistas negros de Norteamérica

$
0
0

Como vimos hace unos días en el artículo sobre John Punch, el antepasado de Barack Obama, hubo un tiempo en Norteamérica, en la época inicial de las primeras colonias, en que blancos y negros gozaban de cierta igualdad jurídica, al menos sobre el papel.

No es que no existiera la esclavitud sino que aún no había adoptado el carácter de pilar económico de aquellos territorios y, como figura legal, convivía con otra categoría laboral como era la del servant (sirviente, una especie de esclavitud light, temporal y por contrato).

Uno de esos servants que tan frecuentes se hicieron en Virginia fue Anthony Johnson, un negro originario de África, presuntamente nacido hacia el año 1600 y capturado en lo que hoy es Angola por una tribu enemiga que, como era habitual, le vendió a los esclavistas árabes y éstos, a su vez, se lo traspasaron a los traficantes negreros de la Virginia Company.

La Compañía de Virginia era el nombre común utilizado para referirse a las dos empresas (Virginia Company of London y Virginia Company of Plymouth) a las que el rey Jacobo I concedió licencia para fundar asentamientos en la costa este de América del Norte con la condición de que operasen separadas por un mínimo de cien millas.

La de Plymouth se instaló en la Bahía de Cheasepeake, en el actual estado de Maine, y tras crear la colonia de Popham cesó sus actividades. La otra lo hizo más al sur, en lo que hoy es Virginia, levantando una población a la que se puso el apelativo de Jamestown.

Logo de la Virginia Company/Imagen: ClipArt

Johnson llegó allí en 1621 a bordo del barco James. Su auténtico nombre se ignora porque fue registrado en el censo simplemente con el calificativo de a negro (literalmente, en español), aunque luego se le bautizó como Antonio.

En realidad hubo más antonios y no está claro que éste fuera el mismo que después alcanzó fama como Anthony pero es lo que cuenta la tradición. El caso es que fue vendido a un tal Bennet, un hacendado blanco que tenía una plantación de tabaco.

Es interesante recalcar que al africano no lo vendieron como esclavo exactamente sino como servant, lo que implicaba un contrato de trabajo legal y la manumisión al término de éste, normalmente tras un período entre cuatro y siete años, siempre que se comprometiera a quedarse en el lugar. Entretanto, sus condiciones laborales, aunque duras, eran mejores que las de los esclavos, con un trato más relajado y cierto margen de libertad en sus movimientos.

Anthony Johnson/Imagen: Alchetron

La mayoría de los negros de las colonias británicas de aquel período inicial se adscribían a esa modalidad, no a la esclavitud; de hecho, no sólo los negros puesto que también había servants blancos procedentes de otros países (fundamentalmente Escocia e Irlanda, a menudo convictos que redimían su pena por ese sistema).

Salvo los que tenían un compromiso de por vida, que de facto los convertía en auténticos esclavos, al cumplir el contrato los demás obtuvieron la libertad junto con tierras para trabajar. Algunos que prosperaron incluso compraron servants a su vez, como veremos.

El 22 de marzo de 1622, día de Viernes Santo, los indios atacaron Jamestown para vengar la muerte de uno de los suyos a manos de un blanco. La ciudad fue advertida a tiempo y pudo defenderse pero no así la treintena de haciendas que se repartían por los alrededores, con lo cual se produjo una tremenda masacre que acabó con unos cuatrocientos colonos, un tercio de la población.

Una de las plantaciones asaltadas fue la de Bennet, en la que los indios mataron a casi todo el mundo: sólo se salvaron cinco personas de un total de cincuenta y siete pero Antonio fue uno de ellos. Acababa de volver a nacer, como quien dice, y lo refrendó al año siguiente cuando se casó con una africana llamada Mary que fue incorporada a la hacienda.

La masacre de Jamestown en 1622/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Ambos fueron liberados hacia 1635 y fue entonces cuando Antonio pasó a adoptar el nombre de Anthony Johnson, más acorde a su nueva situación y al carácter británico de la colonia.

De acuerdo con el headright, una figura jurídica concebida para fomentar el colonizaje mediante la concesión de parcelas a cambio del compromiso de trabajarlas y asumir los costes del traslado, formación y manutención de servants, con la libertad recibieron un lote de tierras que más tarde ampliaron hasta pasar a ser dueños de un centenar de hectáreas en Naswattock (Northampton, virginia), allá por 1651. Johnson aparece en el registro oficial por determinadas transacciones, como la compra de ganado y la contratación de cinco servants, cuatro de ellos blancos y el quinto negro.

No obstante, su vida no resultó fácil -no lo era para nadie en ese tiempo y en ese lugar- y aunque hubo algunas alegrías, como el nacimiento de varios hijos, también se encontraron con adversidades, caso de un incendio que casi destruyó todo lo que tenían en 1652.

Para afrontarlo, solicitaron por vía judicial una exención de impuestos que les fue concedida por la madre y las dos hijas -entonces se tributaba por miembros de la familia, no por las propiedades-, lo que en la práctica igualaba a las Jonhson con las féminas blancas, que también estaban libres de gravámenes. A tenor de las palabras de los jueces, se trataba de una familia trabajadora y estimada en la comunidad.

Ello no impidió que un año después hubiera un nuevo asunto en los tribunales, después de que John Casor, el servant negro, denunciara a Johnson por considerar que su contrato había expirado hacía siete años. El caso, algo confuso, se enmarañó más cuando un vecino llamado Robert Parker se entrometió contratando al demandante.

Johnson se sintió estafado y denunció a Parker exigiendo que se le restituyera a su sirviente. Tras una sentencia adversa y la correspondiente apelación, en la primavera de 1655 la corte de Northampton ignoró el testimonio de dos agricultores blancos que corroboraron la historia de Casor y ordenó que fuera devuelto a Johnson, quedando en propiedad de éste de por vida.

Anuncio dieciochesco de tabaco de Virginia/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Fue la primera sentencia de la historia de las Trece Colonias que condenaba a alguien a servidumbre perpetua sin haber cometido ningún crimen. O dicho de otra manera, la primera que convertía en esclavo en la práctica a alguien; John Punch, al que mencionamos al comienzo, le había precedido en 1640 pero como consecuencia de un castigo por su intento de fuga, no por un pleito civil y ahí estaba el matiz.

Los tiempos en que la la ley estaba por encima de la raza empezaban a cambiar ante la evidencia de lo conveniente del esclavismo como base de la economía y la facilidad para ello, ya que la mayoría de los negros eran analfabetos y muchos apenas chapurreaban inglés, por lo que menos aún sabían interpretar sus contratos.

El propio Anthony Johnson constituye un ejemplo perfecto. Pese a que no sabía leer ni escribir, en 1657 un vecino suyo, Edmund Scarborough, presentó ante la justicia una presunta carta suya en la que admitía una deuda con él. Johnson no pleiteó y los jueces decretaron que se le embargaran cuarenta hectáreas para compensar al demandante.

Viendo el panorama, agravado por el creciente racismo en Virginia y rematado con la aprobación en 1665 del Partus sequitur ventrem, que cambiaba el derecho vigente en Inglaterra para otorgar a la vía materna en vez de la paterna la consideración jurídica del hijo (de manera que los niños de esclavas nacían esclavos), los Johnson optaron por trasladarse a Maryland.

La firma de Johnson/Imagen: Somerset County Court en Wikimedia Commons

Allí, en el condado de Somerset, arrendó ciento veinte hectáreas por un período de noventa y nueve años para cultivar tabaco. La plantación se llamó Tories Vineyards y en ella vivieron Anthony y Mary, prosperando económicamente, hasta la muerte de él en 1670; ella le siguió dos años más tarde.

En 1677 uno de sus nietos amplió las propiedades comprando otra finca a la que bautizó como Angola, en homenaje a la tierra originaria de su familia. Ésta dejó de aparecer en la documentación oficial en el segundo cuarto del siglo XVIII y su rastro se perdió, fundido con otros apellidos.

Anthony Johnson está considerado el decano de los africanos que lograron su libertad y pasaron a ser propietarios. Hasta pocos años antes de la Guerra de Secesión había casi cuatro millares de negros dueños de esclavos, lo que en algunos estados como Carolina del Sur equivalía al cuarenta y tres por ciento de los negros libres.

En ese mismo estado, sin ir más lejos, el mayor esclavista de la primera mitad del siglo XIX no era blanco sino un ex-esclavo negro manumitido llamado William Ellison -nombre tomado de su antiguo amo- que alcanzó más riqueza que la mayoría de los colonos blancos.

No todos eran ricos hacendados, por supuesto, sino que también había pequeños empresarios y artesanos, pero en total reunían más de doce mil setecientos esclavos. El negocio es el negocio y no hace distinciones entre razas.

Fuentes: The Historical Encyclopedia of World Slavery (Junius P. Rodriguez)/Slavery And Public History. The Tough Stuff of American Memory (James Oliver Horton y Lois E. Horton)/Slavery in the United States. A Social, Political, and Historical Encyclopedia (Junius P. Rodriguez)/Generations of Captivity. A History of African-American Slaves (Ira Berlin)/The American Past. A Survey of American History (Jospeh R. Conlin)

Piteas, el navegante griego que llegó hasta el Ártico en el siglo IV a.C.

$
0
0

Días atrás contábamos en un artículo el viaje del navegante cartaginés Himilcón por el Atlántico, rodeando la Península Ibérica, recorriendo la costa francesa y alcanzado las Islas Británicas, probablemente para comerciar con estaño.

Sin embargo, el periplo más famoso del que tenemos noticia siguiendo esa misma ruta es el que protagonizó más tarde el focense Piteas, llegando bastante más lejos que su predecesor y haciendo importantes descubrimientos geográficos y científicos; además escribió un relato -hoy perdido- de su odisea.

Esa narración la conocemos gracias a los extractos de obras posteriores de otros autores, caso de Estrabón o Diodoro de Sicilia, que a su vez los tomaron de otros intermedios.

El sabio Gémino de Rodas es quien aporta el presunto título original de la obra de Piteas, que sería algo así como Sobre el océano (o En el océano u Océano a secas), aunque Apolonio de Rodas lo cambia por Viaje alrededor de la Tierra.

En el siglo XIX se difundió la hipótesis de que en realidad Piteas contaba dos viajes en un único relato, uno a Gran Bretaña y otro a la Europa nororiental; no es lo aceptado actualmente.

Estatua de Piteas en Marsella/Foto: Rvalette en Wikimedia Commons

Como cabía esperar, los datos biográficos sobre Piteas no son claros. Se cree que nació hacia el año 350 a.C en Massalia (actual Marsella), una colonia griega, pero todo lo que le rodea es incierto y controvertido, pues los eruditos clásicos polemizaron sobre la verosimilitud de lo que luego contó.

Plinio el Viejo dice que el historiador griego Timeo de Tauromenio, autor de una crónica de los griegos del Mediterráneo occidental, sí creía en su relato.

En cambio, Dicearco de Mesina (un geógrafo que había sido alumno del Liceo aristotélico ateniense) era más bien escéptico y Estrabón, junto con Polibio y Artemidoro, le acusaban de haberse inventado el viaje aduciendo que nunca podría haberlos financiado -obviando que los comerciantes focenses pudieron hacerlo y ponerle al mando- y que abundan las inexactitudes en su relato, cosa lógica por otra parte debido a que a menudo parten de posiciones distintas.

Las opiniones de Timeo y Dicerarco resultan interesantes por ser ambos contemporáneos de Piteas y proporcionar así una pista sobre la fecha exacta del viaje, que se dataría entre los años 330 y 300 a.C.

Recreación de Massalia/Imagen: Canalbd.net

Tampoco están claras las circunstancias que lo impulsaron, teniendo en cuenta el contexto: en aquellos tiempos el Mediterráneo occidental estaba dominado por Cartago, que en el siglo VI a.C. había firmado con Roma un acuerdo para repartirse zonas de influencia y lo renovaría precisamente en el año 348 a.C.

Según Polibio, para entonces los cartagineses habían ocupado parte de Sicilia y Cerdeña, hasta entonces posesiones griegas, y por tanto el control sobre el Estrecho de Gibraltar.

Ello hace deducir que los massaliotas mantenían buena relación con ellos -probablemente merced a un tratado unilateral- o nunca hubiera podido salir al Atlántico. Otras teorías menos probables sugieren que quizá Piteas cruzó el estrecho de noche o aprovechando un temporal; incluso hubo, sobre todo en el siglo XIX, quien propuso que había zarpado de la desembocadura de algún río norteño de la Galia (¿Loira, Garona?).

El periplo de Piteas con teorías alternativas/Imagen: Exploration in the World of the Ancients

En cualquier caso, el pequeño barco de Piteas, que combinaba impulso a vela con remos, logró salir al océano y navegar hacia el norte, tocando tierra en varios sitios de la Galia. Se sabe que algunos, como lo que hoy es el Mont Saint-Michel, eran centros productores de estaño, lo que puede ser una pista sobre el objetivo del periplo.

Lo refrenda el que después saltara a Pretanniká Nesiá, o sea Britania, nombre que dio por primera vez a aquella gran isla que también tenía sitios ricos en ese mineral como Cornualles.

No está claro si Piteas circunnavegó Britania o sólo calculó el perímetro insular (cuarenta mil estadios, teniendo en cuenta que Heródoto establece la equivalencia aproximada de un estadio en casi dos mil metros), cálculo que Estrabón criticó aunque Diodoro de Sicilia da una cifra similar (acaso tomada del propio Piteas); de todas formas, al haberse perdido el relato del focense, sólo hay datos a partir de las reseñas posteriores y eso siempre es inexacto.

Sí parece que no se limitó a recorrer la costa por mar y exploró tierra adentro, describiéndola como fría y sujeta a heladas, e interactuando con sus habitantes, a los que califica de sencillos pero divididos en muchos reinos y añade que combaten en carros.

Piteas divide Britania en tres coordenadas: Kantion (seguramente el extremo sureste), Belerion (el suroeste) y Orkas (el archipiélago de las Orcadas, al norte de Escocia).

De ellos le interesó especialmente Belerion porque allí se ubica Cornualles, importante centro extractor y comercializador de estaño y cuyos pobladores son descritos como más civilizados, probablemente a causa de su trato mercantil con los visitantes extranjeros.

Comerciando en Britania/Imagen: Epila Sociales

Estrabón tampoco cree que Piteas llegara al Ártico, tal como cita Polibio, y cree que sólo era el norte británico; puede que las Islas Shetland o las Hébridas, teniendo en cuenta que dice que estaba a seis días de navegación desde la zona septentrional de Britania; puede que fuera Trondheim (Noruega), más o menos en la misma latitud.

Esto hace sospechar que en realidad no circunnavegó Gran Bretaña sino que luego tomó dirección sureste, bien es cierto que hay otras candidaturas para aquella misteriosa isla: ¿las Feroe? ¿Islandia?

A favor de esta última está su alusión al “fuego siempre brillante”, que algunos interpretan como el sol de medianoche y otros como los volcanes que tanto abundan allí. No falta quien añade Groenlandia a la lista. Sea cual sea la verdad, el nombre con que queda nombrado el lugar es Thule.

Navegando entre el hielo/Imagen: Epila Sociales

De Thule, estuviera donde estuviera, cuenta cómo eran sus habitantes: agricultores que recolectaban hierbas, frutas y raíces, almacenaban grano y bebían hidromiel (todo lo cual eliminaría a Islandia de la lista, dado que el registro arqueológico nos indica que estuvo desierta hasta el siglo IX).

También señala que en el barco se cruzaron con témpanos de hielo y vieron que la costa dejaba de ser tal para convertirse en una mezcla de tierra, agua y aire (en referencia a la niebla) que denomina pleumón thalattios o pulmón marino, el mismo término que los griegos usaban para referirse a las medusas, por la similitud de los bloques helados flotantes con éstas.

Llegó entonces a las aguas de Escitia, que hoy se cree más bien que era el Mar Báltico a la altura de Alemania y Dinamarca porque desembarcó y conoció a los gutones, un pueblo germánico que hoy llamamos godo.

Al parecer, el interés del griego allí era obtener ámbar de las islas de Heligoland, Zelanda y alrededores, sitios históricamente ricos en ese producto.

El increíble viaje continuó en dirección oriental hasta la desembocadura del Vístula, comerciando con los aesti de la actual Estonia y alcanzando el río Don.

Como decíamos antes, algunos autores decimonónicos opinaban que Piteas habría regresado a Massalia tras visitar Gran Bretaña y esta travesía báltica correspondería más bien a un segundo periplo; de nuevo no hay certezas.

Mapa del periplo incluyendo el tramo báltico/Imagen: Seafarer’s Blog

El caso es que aquella fantástica odisea duró un año en total y recorrió más de doce mil kilómetros, un trayecto comparable al del primer viaje de Colón.

Durante ese tiempo, Piteas recopiló y nos dejó una valiosísima información científica: descubrió el carácter peninsular de Iberia y fue el primero en llamarla Hispania, calculó con bastante precisión la ubicación del Polo Norte así como la latitud de Massalia con un mínimo error centesimal, dejando indicadores para que más tarde se trazaran los paralelos; también acertó al establecer la relación de las fases de la luna con las mareas, fue testigo por primera vez para un meridional del sol de medianoche y de las auroras boreales, y los datos geográficos reunidos sobre el norte de Europa estuvieron vigentes durante muchos siglos en autores como Eratóstenes, Hiparco o Posidonio, entre otros.

Fuentes: El descubrimiento del mundo (Francisco Javier Gómez Espelosín)/Donde el día duerme con los ojos abiertos. Un viaje científico al Ártico (Toni Pou)/A General History and Collection of Voyages and Travels (Robert Kerr)/Exploration in the World of the Ancients (John S. Bowman)/Wikipedia

La historia de los quince barcos atrapados durante ocho años en el Canal de Suez

$
0
0

El 24 de mayo de 1975 el puerto de Hamburgo se convirtió en improvisado escenario para un espectáculo que en sí no tendría nada de extraordinario, como era la llegada de dos buques.

No eran del tipo de nave que suscita la curiosidad del espectador, como pasa con los cruceros o los barcos de guerra, sino simples mercantes, y aún así más de treinta mil personas se agolpaban en las dársenas para verlos arribar y atracar en lo que era un recibimiento por todo lo alto.

Pero es que el Münsterland (de la compañía Hapag) y el Nordwind (de la Nordstern Reederei), que tales eran sus nombres, regresaban a su país después de haber permanecido ocho años atrapados en tierra extraña a causa de un conflicto bélico.

De hecho, no habían sido los únicos sino que junto a ellos sufrieron el mismo destino otras trece naves que, al cabo de tanto tiempo, ya no pudieron moverse de donde estaban, al menos por sí mismas.

Ese conjunto de damnificados fue conocido como Yellow fleet (Flota Amarilla), debido al tono cromático que adquirieron sus estructuras exteriores al ir impregnándose de la arena del desierto circundante llevada por el viento.

Porque el lugar donde se vieron bloqueados fue el Gran Lago Amargo, una bolsa de agua salada que junto con el Pequeño Lago Amargo cubre una superficie de doscientos cincuenta kilómetros cuadrados en medio del Canal de Suez, que mide más de ciento sesenta kilómetros de longitud enlazando el Mar Rojo con el Mediterráneo.

Entrada triunfal del Münsterland en Hamburgo/Foto: Hapag-Lloyd

No era la primera vez que ese sitio -de origen natural- se veía mezclado en un contexto bélico, ya que en la Segunda Guerra Mundial sirvió para concentrar los barcos italianos capturados por los aliados.

Y el 14 de febrero de 1945 acogió al USS Quincy, un crucero pesado a bordo del cual el presidente de EEUU, Franklin Delano Roosevelt, una vez terminada la Conferencia de Yalta, se reunió con el mandatario árabe Abd al-Aziz para firmar un acuerdo de ayuda militar por petróleo y, de paso, intentar convencerle de que apoyara la emigración de los judíos a Palestina. Precisamente esto último desataría el problema para la Flota amarilla unos años después.

El Gran Lago Amargo/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Y es que el 5 de junio de 1967 estalló la llamada Guerra de los Seis Días, en la que Israel tuvo que enfrentarse a una coalición árabe integrada por Egipto, Jordania, Irak y Siria.

Básicamente consistió en un fulminante ataque preventivo israelí que prácticamente destruyó la fuerza aérea egipcia (Operación Foco), a lo que siguió la ocupación de territorios como Gaza, Judea, Hebrón, la península del Sinaí y Jerusalén mientras se rechazaban ataques jordanos y sirios en el Golán y se reabrían los estrechos de Tirán.

El 10 de junio el gobierno israelí aceptó la propuesta de alto el fuego de la ONU y dio por concluidas las operaciones.

El USS Quincy/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Sin embargo, la situación no cambió para algunos. Al iniciarse las hostilidades había quince navíos navegando en dirección norte por el Canal de Suez y se encontraron con que no podían avanzar ni retroceder.

Al principio era por un período de tres días pero luego se alargó indefinidamente, dado que el ejército israelí se hizo con el control de la ribera oriental y los egipcios hundieron diversas embarcaciones y estructuras (un puente, por ejemplo) para bloquear el paso; incluso minaron una parte del canal, con lo que los barcos en tránsito tuvieron que anclar en el lago y esperar.

Esa espera se prolongaría pese al final de la guerra porque Nasser entendió que la opinión pública no le permitiría reabrir el canal permitiendo el paso a buques de Israel.

Aún cuando se hubiera llegado a un acuerdo, en esos momentos ninguna naviera estaba dispuesta a arriesgar sus unidades enviándolas por esa ruta mientras perdurase la tensión (israelíes y egipcios segurían intercambiando disparos esporádicamente desde sus respectivas posiciones a ambos márgenes del canal), con lo cual la reapertura tampoco resultaba económicamente viable por el momento.

El Agapenor, uno de los barcos atrapados en el canal/Foto: Shipspotting

Los quince barcos atrapados eran los suecos Killara y Nippon; el francés Essayons; los británicos Agapenor, Melampus, Port Invercargill y Scottish Star; los estadounidenses African Glen y Observer; los polacos Djakarta y Boleslaw Bierut; el búlgaro Vassil Levsky; y el checoslovaco Lednnice, además de los alemanes ya citados.

Todos cargueros (algunos con mercancías perecederas que se perdieron) o de pasajeros menos el Observer, que la US Navy empleaba para transporte de tropas.

Otro de los navíos de la Flota amarilla, el Melampus/Foto: Malcolm Cranfield en Shipspotting

Las tripulaciones fundaron la GBLA (Great Bitter Lake Association), una asociación de apoyo mutuo gracias a la que afrontaron la coyuntura de forma más llevadera: juegos de mesa, actividades de ocio (el Killara tenía piscina), proyección de películas, servicios religiosos y competiciones deportivas (en 1968 incluso organizaron sus propios Juegos Olímpicos en paralelo a los que se celebraban en México).

Hasta diseñaron su propia bandera: un triángulo con dos bandas azules y otra blanca que llevaba inscrito el número 14.

Luego, los marineros fueron evacuados progresivamente, quedando pequeños retenes que en 1969 juntaron los barcos entre sí para facilitar su mantenimiento entre todos con el mínimo de personal; estos retenes, que cada treinta días lanzaban sus barcos a toda velocidad por el lago para que las hélices no se corroyeran por el salitre, rotaban cada tres meses hasta que en 1972 se les sustituyó definitivamente en esa tarea por una empresa noruega contratada ad hoc.

Muchos de aquellos tres mil hombres de todas las razas -“una pequeña ONU” lo describió uno de ellos- entablarían buena amistad y mantendrían posteriormente el contacto.

Fútbol a bordo del Port Invercargill/Foto: Pinterest

Hablando de mantenimiento, el Canal de Suez se vio privado de él y la falta de labores de dragado, junto con la ausencia de corrientes generadas por las hélices de las naves, provocó que se acumularan grandes cantidades de lodo en sus fondos, agravando la situación.

Y así transcurrieron ocho años desde 1967 hasta principios de 1975, en que por fin volvió a abrirse a la navegación. Lamentablemente, para entonces ya sólo los dos buques germanos estaban en condiciones de regresar a casa por sí mismos.

Eso sí, hicieron el viaje marítimo más duradero de la Historia: el Münsterland había tardado ocho años, tres meses y cinco días en llegar a destino desde que zarpó de Australia. Aún volvería a pasar por Egipto ese mismo año, en dirección a Corea.

Otro momento del retorno del Münsterland/Foto: Hapag-Lloyd

Fuentes: The Sea in World History. Exploration, Travel and Trade (Stephen K. Stein, ed.)/Hapag-Lloyd (Web oficial)/Down To The Sea In Ships. Of Ageless Oceans and Modern Men (Horatio Clare)/Wikipedia

Paleotocas, los gigantescos túneles excavados en Sudamérica por mamíferos extintos

$
0
0

Conocidos desde muy antiguo, los paleotocas fueron considerados en un primer momento como obra de antiguas civilizaciones humanas desconocidas.

Sin embargo será desde hace aproximadamente quince años cuando el interés por estos túneles gigantescos vuelve al primer plano de la actualidad científica, con numerosos estudios publicados en revistas especializadas, que intentan hallar una explicación coherente para su formación.

Existen miles de ellos repartidos por la mitad norte del subcontinente, y tienen una característica peculiar: muestran marcas de haber sido excavados en vez de haberse formado de manera natural por procesos geológicos. Pero no por el hombre.

El profesor Heinrich Frank fue el responsable de acuñar el término paleotoca a comienzos de la década de 2000. Sus investigaciones fueron el punto de partida para una búsqueda que ya ha reportado la existencia de más de 1.500 de estos túneles sólo en el estado brasileño de Rio Grande do Sul.

Los paleotocas presentan una gran variedad, los hay formados por un sólo túnel, mientras que otros agrupan ramificaciones de hasta 25 túneles. La mayoría no se pueden explorar por estar cubiertos por sedimentos, pero al menos unos 50 permiten el tránsito.

Galerías de un paleotoca brasileño / foto Amilcar Adamy

En cuanto a las dimensiones, la mayoría tiene entre uno y dos metros de altura, con longitudes que pueden alcanzar los 60 metros del más grande descubierto (en Ponta do Abuna, estado de Rondonia), en el que se calcula que se extrajeron hasta 4.000 toneladas de tierra y rocas para excavarlo.

Los cientificos opinan que fueron excavados hace unos 10.000-8.000 años, aunque todavía está pendiente una datación más exacta mediante análisis del material orgánico encontrado en ellos.

Marcas en uno de los túneles / foto Heinrich Frank

La teoría actual más aceptada es que son obra de mamíferos extinguidos hace mucho tiempo. Según algunos de una especie de perezoso gigante (del tamaño de un elefante moderno) que habitaba la zona, cuyas primeras descripciones fueron realizadas por Darwin en Bahía Blanca, Argentina, el Scelidotherhium.

Esta especie, junto con el Glossotherium, fueron comunes en América desde el Plioceno hasta finales del Pleistoceno.

Otros piensan que pueden ser obra de diferentes especies: Catonyx, el gigantesco Lestodon, e incluso de armadillos como el Pampatherium, Holmesina o Propraopus, de tamaño menor que los perezosos.

Reconstrucción de un Scelidotherium / foto Dominio público en Wikimedia Commons

Las colosales dimensiones de algunos de los túneles también hacen pensar que no son el trabajo de un solo ejemplar, sino que fueron progresivamente ampliados por generaciones de estos mamíferos.

Una de las cuestiones más intrigantes es por qué solo se han descubierto paleotocas en Brasil, la mayoría en el sur del país (Rondonia, Minas Gerais y Santa Catarina), y unos pocos en otros países sudamericanos, mientras que en Norteamérica, donde también habitaban las mismas especies no se ha encontrado ninguno.

Fuentes: Discover Magazine / O Globo / Megafauna: Giant Beasts of Pleistocene South America ( Richard A. Fariña et al.) / A Problemática das Galerias Subterrâneas na Arqueologia do Sul do Brasil (Fabricio Vicroski) / Wikipedia.


La historia de Norton I, primer y único Emperador de los Estados Unidos y Protector de México

$
0
0

La ambición es un poderoso motor político de la Historia pero, más allá del ansia de poder de personajes clásicos que lograron su propósito y se convirtieron en figuras de referencia, como Julio César o Napoleón, es preciso puntualizar que no todos los casos son tan brillantes.

Hay algunos cuya experiencia -aún siendo exitosa a veces- no consiguió pasar de la categoría de anécdota curiosa y a menudo estrambótica, como los del papa Luna, Pedro Bohórquez, el Pastelero de Madrigal o la princesa Caraboo.

Ahora bien, pocos alcanzaron el nivel inaudito de Joshua Abraham Norton, quien a mediados del siglo XIX se autoproclamó ¡Emperador de EEUU y Protector de México!

El 10 de enero de 1880 San Francisco acogió un funeral multitudinario con la asistencia de unas treinta mil personas que formaban un cortejo de casi cinco kilómetros. La prensa publicó extensos obituarios, así como artículos contando la vida del finado, y el establishment local presentó sus respetos.

Incluso al día siguiente se produjo un eclipse de sol, como si el astro rey también quisiera mostrar condolencias. Paradójicamente, el fallecido había muerto en la ruina y tuvo que ser una asociación de empresarios la que costeara los gastos del sepelio junto con un ataúd digno, pues al principio le habían puesto en uno de madera barata.

Algo impropio de todo un emperador, sin duda, pues tal era la categoría del muerto, el citado Norton; probablemente el primero en darle el sentido actual a la palabra freaky.

La tumba de Norton I/Foto: Wayne Sieh en Flickr

Poco se sabe de la juventud de Joshua Abraham Norton, ya que no era de familia aristocrática precisamente. Se cree que nacería en torno a 1815, según se deduce de la inscripción de la placa de su féretro («[muerto] a la edad de 65 años»), pero otras fuentes (registros de pasajeros navales, fichas de la asociación de empresarios…) proponen fechas alternativas.

Lo que sí es cierto es que, aunque probablemente era originario de un extrarradio de Londres llamado Deptford -hoy absorbido por la capital-, la mayor parte de su vida temprana la pasó en Sudáfrica, a donde sus padres -comerciantes judíos- emigraron en 1820 al amparo del plan de colonización británico dictado ese año.

Tras morir sus progenitores, Joshua se embarcó hacia esa tierra de promisión que eran los jóvenes EEUU en la Franceska y recaló en San Francisco el 23 de noviembre de 1849.

Con él llevaba la herencia de su padre, cuarenta mil dólares americanos, gracias a los cuales pudo empezar una nueva vida en negocios como el mercado de materias primas y especulación inmobiliaria que le proporcionaron una posición bastante acomodada, de manera que a finales de 1852 se había convertido en uno de los hombres más prósperos de la ciudad.

Una de las aventuras de Lucky Luke se basa en Joshua Norton

Aún no había terminado ese año cuando vio lo que consideró una oportunidad única: la hambruna por la que pasaba China -que impulsaría una fuerte ola migratoria precisamente a San Francisco- hizo que el país oriental prohibiera la exportación de arroz, de manera que el precio de éste se disparó en EEUU.

Norton se enteró de que el buque Glyde regresaba de Perú trayendo un ingente cargamento de arroz (noventa y un mil kilogramos) y lo compró íntegro por veinticinco mil dólares con la idea de acaparar el mercado y venderlo a mayor coste aún, ya que previamente también había adquirido todas las existencias que encontró.

Lamentablemente para él, tras el Glyde llegaron otros navíos desde el país andino con el mismo cargamento y la esperada subida de precios no sólo no se produjo sino que, al contrario, se desplomaron.

Norton se encontró con que nadie pagaba por su mercancía y aunque intentó paliarlo demandando al proveedor con el argumento de que el producto no tenía la calidad prometida, el juicio se prolongó cuatro años y al final la Corte Suprema de California falló contra él. Endedudado, le embargaron sus propiedades, tuvo que declarar la quiebra en 1858 y dejar la ciudad, viviendo únicamente de un subsidio.

Retrato de Norton I/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Aquella nefasta experiencia le afectó mucho; tanto que, a tenor de su comportamiento posterior, puede decirse que prácticamente perdió la razón.

Disconforme con la sentencia, de pronto consideró que las instituciones judiciales y políticas del país no satisfacían los intereses de sus ciudadanos, así que el 17 de septiembre de 1859, ya de regreso en San Francisco, envió una inaudita carta a todos los periódicos con la siguiente declaración:

“A petición, y por deseo, perentorio de una gran mayoría de los ciudadanos de estos Estados Unidos, yo, Joshua Norton, antes de Bahía de Algoa, del Cabo de Buena Esperanza, y ahora por los pasados 9 años y 10 meses de San Francisco, California, me declaro y proclamo emperador de estos Estados Unidos; y en virtud de la autoridad de tal modo investida en mí, por este medio dirijo y ordeno a los representantes de los diferentes Estados de la Unión a constituirse en asamblea en la Sala de Conciertos de esta ciudad, el primer día de febrero próximo, donde se realizarán tales alteraciones en las leyes existentes de la Unión como para mitigar los males bajo los cuales el país está trabajando, y de tal modo justificar la confianza que existe, tanto en el país como en el extranjero, en nuestra estabilidad e integridad.
NORTON I, Emperador de los Estados Unidos”.

Una de las fotos oficiales del emperador/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Así empezaba un reinado tan insólito como duradero (veintiún años), empezando enseguida a promulgar decretos. El primero, emitido al mes siguiente, abolía el Congreso de EEUU por fraude y corrupción, invitando a sus miembros a reunirse con él en el Platt’s Music Hall para alcanzar un acuerdo; como obviamente no se presentaron, lanzó otra orden destituyéndolos por violar el edicto anterior e instando al ejército a desalojar el Congreso.

Pese a que, como cabía esperar, las fuerzas armadas tampoco le obedecieron, a lo largo de la década siguiente continuó legislando; en un ejercicio de realpolitik reautorizó el Congreso pero suprimiendo los dos grandes partidos (Republicano y Demócrata), estableció una multa de veinticinco dólares al que se empeñara en llamar Frisco a San Francisco (era y sigue siendo el diminutivo popular) y se proclamó Protector de México por la “incapacidad de los mexicanos para regir sus propios asuntos”.

No todas sus iniciativas eran grotescas; algunas tenían una base razonable que con el tiempo incluso se convertirían en realidad, como la creación de una Liga de Naciones (antecedente de la ONU), la construcción de un puente que salvara la bahía de San Francisco (se hizo el San Francisco-Oakland Bay Bridge al que, por cierto, alguna vez se ha propuesto rebautizar como Norton Bridge) o la exigencia de que todas las instituciones religiosas nacionales dejaran de rivalizar entre sí (y de paso, que le reconocieran emperador).

Asimismo, cuando estalló la Guerra Civil invitó a los presidentes de Norte y Sur, Abraham Lincoln y Jefferson Davies, a reunirse con él como mediador; viendo que no le hacían caso ordenó una tregua que tampoco se materializó.

Hay una campaña para rebautizar con el nombre de Norton el San Francisco-Oakland Bay Bridge/Foto: ChristianSchd en Wikimedia Commons

Esa vocación de intentar arbitrar la llevó a la práctica en otras circunstancias más directas, como cuando se interpuso en el intento de linchamiento de unos emigrantes chinos por parte del populacho, logrando que éste se se dispersara tan sólo entonando un himno religioso y exhortando a amar al prójimo.

Y es que su figura era conocida por todos, ya que solía recorrer las calles luciendo un uniforme azul con charreteras doradas que le había donado el ejército y un singular gorro de castor con pluma de pavo real, además de bastón o paraguas; de hecho, su vestuario se debía a una subvención municipal obtenida después de quejarse vía prensa de que su raído guardarropa era indigno de su condición imperial, agradeciendo la donación con la concesión de títulos nobiliarios a los responsables.

Norton I inspeccionando las calles acompañado de sus dos perros/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Como se aprecia, Norton I era visto con mucha simpatía por los ciudadanos de San Francisco, que lo consideraban algo suyo porque demostraba interesarse por sus asuntos: en sus paseos, siempre acompañado de dos perros vagabundos adoptados (Bummer y Lazarus), revisaba el estado de las aceras y otros equipamientos urbanos, inspeccionaba el alcantarillado, comprobaba las frecuencias de paso de los autobuses, controlaba el tiempo que tardaba en aparecer la policía cuando se requería su presencia, etc.

Hablando de policía, cuando un agente le arrestó ya bien entrado su mandato, en 1867, acusándole de desorden mental, el jefe ordenó su inmediata puesta en libertad; por supuesto, Norton demostró su grandeza imperial perdonando al policía y con ello se ganó el respeto de todo el cuerpo, cuyos integrantes saludaban marcialmente a su paso.

Norton comiendo con sus perros/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Se trataba, pues, de un personaje muy popular al que los restaurantes invitaban a comer -junto con sus perros- para poder poner a la entrada placas de latón indicando que habían tenido como cliente a un emperador (una vez no le invitaron en un tren y se convirtió en un escándalo que obligó a la compañía a rectificar y pedir disculpas públicamente).

Asimismo, le reservaban asiento en todos los espectáculos y en todas las iglesias (iba a una distinta cada domingo para contentarlas a todas).

Es más, Norton I emitió una tirada de sellos que tuvo gran éxito e incluso emitió su propia moneda (en billetes de cincuenta centavos y diez dólares que hoy son preciados artículos de coleccionista), con la que sufragaba sus gastos; por increíble que parezca, los comerciantes los aceptaban, igual que aceptaban los pequeños impuestos de pocos centavos que les imponía, porque luego el Ayuntamiento validaba los billetes haciendo gala de un extraordinario sentido del humor.

Billete de 10 dólares/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Y es que institucionalmente también se optó por esa vía, quedando Norton inscrito en el censo nacional de 1870 con la profesión de Emporer (se supone que un error de escritura por Emperor) junto a su dirección de 624 Commercial Street. Allí tenía domiciliada la corte imperial, en la sencilla habitación de una pensión decorada con retratos de la reina Victoria, con la que se rumoreó que planeaba casarse (aunque se dice que sí llegó a cartearse con ella).

También se decía que era amigo de Pedro II, emperador del Brasil, e hijo secreto de Napoleón III. Era inevitable esa leyenda sobre leyenda, hasta tal punto que se cree que algunas de sus leyes no las dictó él de verdad sino que se trataba de añagazas de los periódicos para vender más ejemplares, tal cual pasaría en Londres con las cartas de Jack el Destripador.

Su perros fueron muriendo y él, que les dedicó fastuosos funerales contratando al mismísimo Mark Twain para escribir los epitafios, se quedó solo. La noche del 8 de enero de 1880 paseaba frente a la iglesia de Ols T. Mary para asistir a una conferencia cuando se desplomó en el suelo, víctima de un ataque de apoplejía.

Falleció antes de que llegara un médico. “Le Roi est mort” publicó al día siguiente en titulares el San Francisco Chronicle, mientras The Morning Call anunciaba en primera plana “Norton I, por la gracia de Dios Emperador de estos Estados Unidos y Protector de México, ha dejado esta vida”.

Uno de los bonos al 7% emitidos por el Imperio/Foto: JMAW

Fue entonces cuando se esclareció otro de los bulos que corrían sobre él: la fortuna que se decía que guardaba en casa no existía y era bastante pobre. Apenas se encontraron unos pocos dólares, una colección de bastones, un sable y el vestuario.

También había cartas escritas para la soberana británica, un telegrama falso del zar Alejandro II felicitándole por su inminente matrimonio con ella, antiguas acciones de una mina de oro y un puñado de bonos imperiales con un interés del siete por ciento que solía vender a los incautos turistas.

No extraña que se ganase como necrológica la misma frase que dijera el jefe de policía: «El Emperador Norton no mató a nadie, no robó a nadie, no se apoderó de la patria de nadie. De la mayoría de sus colegas no se puede decir lo mismo.»

Fue enterrado en el Cementerio Masónico, si bien más tarde, en 1934, ese camposanto se trasladó a Woodlaw y con él sus restos mortales. Su memoria prevalece gracias a relatos, entre otros, de Mark Twain (que lo reseña en Las aventuras de Huckelberry Finn) y Robert Louis Stevenson (en Los traficantes de naufragios, aparte de que su hija le conoció personalmente) y parece que en 2018 la ciudad de San Francisco celebrará por todo lo alto el bicentenario de su nacimiento.

Fuentes: An Emperor Among Us. The Eccentric Life and Benevolent Reign of Norton I, emperor of the United States as Told by Mark Twain (David St. John)/Tales of San Francisco (Samuel Dickson)/Tales of English Eccentrics (Tony Grumley-Grennan)/The Imaginary Emperor (Steve Bartholomew)/San Francisco is Your Home (Samuel Dickson)/Wikipedia

Libro recomendado: Norton I Emperador de EEUU (Xavier Deulonder).

El Broch de Mousa, una torre prehistórica mencionada dos veces en las sagas vikingas

$
0
0

El broch situado en la pequeña isla de Mousa, en el archipiélago escocés de las Shetland, es uno de los edificios prehistóricos mejor conservados de Europa.

No solo eso, de los más de 500 brochs que se pueden encontrar en Escocia, este es el más alto de todos, y además se puede visitar gracias a las reparaciones llevadas a cabo en la década de 1980.

Un broch es un tipo de torre construída con piedra seca, sin mortero, de forma troncocónica y muros dobles, durante la Edad del Hierro escocesa (entre el 300 a.C. y el 500 d.C.). Pueden sorprender estas fechas tardías para un período prehistórico que en Europa se considera generalmente finalizado con la conquista romana. Pero en lugares periféricos como Escocia, todavía se extendería algunos siglos más.

El de Mousa se remonta al año 100 a.C. (300 a.C. según la web oficial de patrimonio escocés), levantado sobre un pequeño promontorio en la costa occidental de la isla del mismo nombre en las Shetland. Su ubicación en un lugar tan remoto explicaría, para los arqueólogos, su buen estado de conservación.

Es el más alto de todos los brochs escoceses, con 13 metros de altura. Aunque por el contrario es de los más pequeños en diámetro y espacio interior. Sobre su función los historiadores no se ponen de acuerdo. Algunos opinan que tenía un carácter defensivo, pero otros alegan que, al igual que los otros brochs, no tiene aberturas en altura, lo cual lo hace poco apto para ese fin.

Exterior del broch / foto Otter en Wikimedia Commons

El único acceso al interior es una pequeña puerta en la base, y ya dentro se conserva completa la escalera de acceso a la parte superior. Se cree que en origen pudo contar con una segunda planta con suelo de madera y funcionar como vivienda, ya que hay restos de un hogar y una cisterna de agua en la base.

El broch fue testigo de las invasiones vikingas, que pudieron llegar a ocuparlo de manera semipermanente. Un indicio de esto sería que la altura de la puerta se duplicó en algún momento, arrancando los dinteles antiguos, para permitir el paso de los nórdicos, más altos que sus originales ocupantes. Durante la restauración moderna se volvió a rebajar la entrada a su primitivo nivel.

Una característica que intriga a los estudiosos es la presencia en la planta baja de tres compartimentos entre los muros, a los que se accede por aberturas adinteldas situadas a medio metro del suelo. Por encima de los dinteles hay otras aberturas que permiten el paso de la luz y el aire al interior de las cámaras. Dentro, cada estancia posee varias repisas excavadas en el muro, posiblemente para almacenar productos u otros objetos. La utilidad de estas cámaras, como de la existente en la parte superior del edificio, tampoco ha podido ser determinada.

Base interior del broch / foto Otter en Wikimedia Commons

Lo que si se sabe es que el uso del broch no se interrumpió a lo largo de los siglos, porque aparece mencionado en dos sagas vikingas. La primera, la saga de Egil Skallagrímson escrita a principios del siglo XIII, cuenta la historia de un noble noruego que lo utilizó como refugio tras naufragar en su viaje a Islandia. La segunda, la saga Orkneyinga escrita hacia 1200, relata un ataque y asedio al broch por parte del conde Harald Maddadsson, jarl de las Orcadas, en 1153, para liberar a su madre raptada y retenida en su interior.

El interés por el edificio en tiempos más modernos parte de los dibujos realizados por el anticuario George Low en 1774, en un momento en que el historicismo medieval comenzaba a ponerse de moda. Ello provocó que a lo largo de los años siguientes numerosos intelectuales y escritores lo visitaran, como fue el caso de Walter Scott, que en 1814 lo describía como una fortaleza picta, probablemente la más completa del mundo.

Detalle de las paredes y cámaras interiores / foto Nicholas Mutton

Las primeras obras de reparación y reconstrucción llegarían en 1861, encontrándose en su interior abundantes huesos de animales, piezas de cerámica e incluso un barco noruego tallado en madera de abeto, de casi un metro de longitud. La mayoría de estos objetos se guardan en el Museo Nacional de Escocia en Edimburgo.

En 1981 Noel Fojut publicó un controvertido artículo en el que bajo el título ¿Es Mousa un broch? ponía en tela de juicio su adscripción a dicha tipología, basándose en las, según él, anomalías que el edificio presenta con respecto a otros brochs.

Fuentes: Historic Environment Scotland / The Herald / Is Mousa a broch? (Noel Fojut) / Prehistoric Britain from the Air: A Study of Space, Time and Society (Timothy Darvill) / Wikipedia.

La base de entrenamiento para espías en Canadá, tan secreta que ni el gobierno canadiense sabía exactamente lo que hacían

$
0
0

A muchos lectores les sonará el nombre del escritor Roal Dahl, autor de Charlie y la fábrica de chocolate, Matilda o James y el melocotón gigante, entre otros éxitos infantiles.

Lo que seguramente no sabrán es que Dahl se alistó en la RAF en 1939 y combatió en la Segunda Guerra Mundial (con algunas acciones heroicas) a los mandos de un Hurricane.

Y menos aún habrán oído uno de los episodios menos conocidos de esa etapa: su paso por un campo de entrenamiento para espías en Canadá que se llamaba Camp X y que era tan secreto que ni siquiera el gobierno canadiense tenía claro qué se hacía allí.

Resulta sugestivo el hecho de que Camp X también recibiera otras dos curiosas visitas relacionadas con la literatura y el cine. Una, la de Paul Dehn, guionista británico que firmó los libretos de películas como Asesinato en el Orient Express, El planeta de los simios y, atención, tres filmes muy significativos: dos de la saga 007, Goldfinger y La espía que me amó, y El espía que surgió del frío.

La otra visita fue del mismísimo Ian Fleming, el creador de James Bond, que además es especialmente interesante porque se alojaba en un hotel cercano a la St. James-Bond United Church, lo que hace poner en duda la historia clásica -contada por él mismo- de que tomó el nombre de su personaje del autor de un libro de ornitología.

Ian Fleming/Foto: BBC

No se sabe con exactitud si Dahl y Fleming se entrenaron en Camp X o sólo estuvieron allí como visitantes, aunque cabe recordar que el segundo fue reclutado por el British Department of Naval Intelligence de la Royal Navy, pero Paul Dehn sí que debió hacerlo, ya que formó parte de las fuerzas especiales británicas y protagonizó algunas misiones en Francia y Noruega.

El lugar, cuya denominación oficial era Special Training School Nº 103, se había creado el 6 de diciembre de 1941 por el jefe de coordinación de Seguridad Británica, el canadiense sir William Stephenson, un hombre muy cercano a Churchill y Roosevelt.

De hecho, la idea de situarlo en Canadá, a pocos kilómetros de la frontera con EEUU, buscaba estrechar las relaciones entre ambos países en el sentido de que, oficialmente, Reino Unido era beligerante en la guerra mientras que EEUU permanecía neutral. Parece significativo, eso sí, que justo al día siguiente se produjera el ataque japonés a Pearl Harbor dando a Roosevelt un ineludible casus belli.

Ataque a Pearl Harbor visto desde un avión japonés/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Ubicado entre Whitby y Oshawa, en la orilla noroccidental del lago Ontario, estaba bajo el mando de una Coordinadora de Seguridad Británica, encargada de ordenar los programas del MI-6 y los militares canadienses, además de gestionar la actividad de Hydra, una estación de comunicaciones que emitía desde allí.

Para ser exactos, Hydra se instaló un poco más tarde, en mayo de 1942, y se eligió ponerla precisamente allí porque la orografía era idónea para enviar y recibir transmisiones entre Gran Bretaña, EEUU y la Commonwealth en general, a salvo de las escuchas alemanas dada su lejanía de éstas.

Uno de los equipos de Hydra/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

No obstante, la función principal de Camp X era el entrenamiento de agentes en todas las artes que caracterizan su profesión: sabotaje, manejo de explosivos, comunicaciones, codificación y decodificación de mensajes, aprendizaje del Morse, combate con y sin armas, técnicas de asesinato sigiloso, apertura de cerraduras, formas de incitar a la subversión y reclutar guerrilleros…

Tras la entrada de EEUU en la guerra, entre quinientas y dos mil personas pasaron por allí, luego destinadas a múltiples tareas, desde agentes sobre el terreno a personal de seguridad pasando por oficiales de inteligencia o especialistas en guerra psicológica. También miembros de la Oficina de Servicios Estratégicos (la futura CIA) y del FBI (que adoptó algunos programas para su academia de Quantico).

Vista aérea de Camp X en 1943/Foto: Lynn Hodgson en Wikimedia Commons

Probablemente el alumno más destacado fue Gustave Biéler, un canadiense que fue destinado a Francia, ayudando a la Resistencia a volar puentes, ferrocarriles, depósitos de combustible y similares, aparte de informar sobre movimientos de tropas y, en suma, obstaculizar cuanto pudo al enemigo.

Eso sí, su final fue trágico: le capturaron y ejecutaron en 1944. Otros nombres de referencia, pero por motivos distintos, fueron el de William E. Bairnairn, alias Dangerous Dan, y Eric A. Sykes, los instructores de combate; sus lemas eran ganar a toda costa, matar o morir jugando limpio o sucio, y William Wild Bill Donovan, jefe de la inteligencia estadounidense.

Aunque para nombres o motes, ninguno como el que tenía el mismo Stephenson: Intrépido, apodo perfecto para alguien que había sido un héroe de la Primera Guerra Mundial (en la que participó como aviador y obtuvo doce derribos, entre ellos el hermano del Barón Rojo) y que se convirtió en el auténtico cerebro de la inteligencia aliada, reclutando agentes, entrenándolos, organizando campañas mediáticas de propaganda y planeando acciones. Algunas de insólita audacia, como la que pretendía llevarse las reservas de oro de la Francia de Vichy custodiadas en la Martinica, que nunca se llevó a cabo pero que, según se cuenta, inspiró a Ian Fleming para la escena del robo de Fort Knox de Golfinger. En su honor, el sitio se llama hoy Intrepid Park.

Además de las instalaciones correspondientes a su actividad, Camp X tenía otras complementarias conocidas como Station M, en las que se fabricaban dispositivos y gadgets para los agentes, tal cual hace Q en las películas de Bond.

William donovan condecorando a sir William Stephenson/Foto: The Chronicle Herald

La localización de ese lugar es incierta y algunos la sitúan en Casa Loma, una vistosa mansión neogótica que hay en Toronto con aspecto de castillo escocés y que ha servido de escenario para unas cuantas películas como X-Men, Chicago o Harry Potter y las reliquias de la muerte, entre otras. Otros expertos, en cambio, opinan que allí sólo se desarrolló el sónar y que nadie sabe dónde estaba realmente Station M.

La existencia de Camp X (al que la Policía montada llamaba School S-25-1-1, los militares canadienses Project J y la CIA The Farm, en alusión a la granja original donde se asentaba) se mantuvo en riguroso secreto hasta el punto de que incluso el primer ministro canadiense William Lyon Mackenzie-King desconocía a qué se dedicaba exactamente.

Durante el transcurso de la guerra se sucederían dos comandantes más como directores hasta que a finales de 1944, viendo que el transcurso del conflicto ya era abiertamente favorable, se decidió su cierre; aunque aún rindió algún servicio en la posguerra: en otoño de 1945 acogió el interrogatorio de Igor Gouzenko, diplomático soviético que desertó a Canadá y que pasó allí dos años de “cuarentena”.

Casa Loma/Foto: Hand Luggage Only

La Guerra Fría hizo que Hydra se mantuviera activa hasta 1969, en que los satélites de comunicaciones y espionaje le dieron el relevo, pero la estación fue desmantelada sólo parcialmente, pues aún se siguieron haciendo seguimientos de transmisiones unos años. Hoy en día, sin embargo, el lugar se ha convertido en el citado Intrepid Park (Boundary Road, Whitby, Ontario) con monumentos y placas recordando su historia y tours guiados.

De vez en cuando hasta se encuentran restos de aquellos turbulentos tiempos, como la granada de mortero que tuvieron que desmontar in situ los artificieros del ejército canadiense en 2016. También suele ser escenario del Remembrance Day (Día del Recuerdo o, popularmente, Poppy Day), en que la Commonwealth homenajea a los combatientes y civiles de sus guerras.

Fuentes: Camp X Official Site/How to Be a Spy. The World War II SOE Training Manual (Denis Rigden, int.)/Inside Canadian Intelligence. Exposing the New Realities of Espionage and International Terrorism (Dwight Hamilton)/In Spies We Trust. The Story of Western Intelligence (Rhodri Jeffreys-Jones)/Wikipedia

Libros recomendados: SOE Manual: How to be an Agent in Occupied Europe (SOE) / Camp X: SOE school for spies (David Stafford).

La ‘máquina de manivela’ que no hacía nada, el absurdo castigo decimonónico de las prisiones británicas

$
0
0

Ninguna prisión del mundo debía ser un lugar agradable en el siglo XIX. Tampoco ahora, pero seguramente los internos no estarán sometidos a absurdos trabajos forzados como los que se inventaron en aquellos tiempos.

Hoy en día la prisión se concibe más como un lugar de reinserción y de formación, por lo menos en el mundo occidental, pero en el siglo XIX la prisión significaba única y exclusivamente castigo y, por tanto, implicaba todo aquello que supusiera incomodidad, humillación y, en definitiva, hacer pagar al interno por sus crímenes.

Una de las sentencias más comunes era la condena a trabajos forzados. Si habéis leído la novela autobiográfica de Henri Charrière Papillon, o habéis visto la película protagonizada por Dustin Hoffman y Steve McQueen en 1973 del mismo título, os podéis hacer una idea. Y eso que en este caso los hechos ocurrieron prácticamente antesdeayer, en 1931.

Los trabajos forzados en el Reino Unido se introdujeron por primera vez en 1818, como sustitutos de los latigazos y otros castigos corporales. Aunque esto podría parecer algo positivo, en realidad trabajos forzados significaba mucho más que el propio sentido literal de la expresión: llevaba implícita una intensificación del dolor infligido al reo.

Al principio las labores encargadas a los presos tenían relación con la productividad, como por ejemplo picar piedra o recoger cultivos. Pero pronto hubo más convictos que trabajo real, por lo que las autoridades carcelarias comenzaron a inventar dispositivos que permitiesen seguir aplicando el concepto de trabajos forzados, aun cuando en realidad ni se producía nada ni se obtenía ningún beneficio de ello.

La cinta de correr o ‘treadmill’ / foto Nick Grantham

Entre ellos estaba la cinta de correr, probablemente el primer dispositivo de este tipo inventado, que se parecía mucho a una rueda de noria sobre la que los presos debían pasar hasta 14 horas al día, caminando sin parar y descansando sólo 20 minutos para comer.

Evidentemente no existía ningún mecanismo de seguridad, por lo que aquellos que se rezagaban terminaban cayendo sobre los tablones escalonados de la rueda, con el consiguiente perjuicio. La cinta podía estar conectada a un molino o una noria de agua, pero no era lo habitual. Se sabe que al menos 44 prisiones británicas contaron con uno de estos aparatos.

Pero quizá el más absurdo de todos los inventos de aquella época fue la Manivela. Un dispositivo que se instalaba en una pared, a un lado de la cual estaba la maquinaria principal operada por los guardias, y al otro una enorme manivela metálica.

La ‘máquina de manivela’ / foto Nick Grantham

Los presos debían hacer girar la manivela un número determinado de veces al día, entre 10.000 y 14.000 aproximadamente, para obtener recompensas como poder disfrutar de la comida del día. Giros que se iban registrando en un dial mecánico.

Evidentemente la manivela requería un cierto grado de fortaleza y esfuerzo para ser movida. Pero si por alguna razón uno de los presos era lo suficientemente fuerte como para hacerla girar fácilmente, los guardias podían ajustar la tensión y resistencia del dispositivo, algo parecido a las modernas bicicletas estáticas. En algunos casos la manivela movía, en el lado oculto a los internos, unas grandes palas que no hacían más que remover arena dentro de un contenedor.

Con el tiempo se desarrollaron también manivelas de una pieza que no requerían la instalación en un muro, y podían ser trasladadas de un sitio a otro.

Una de las manivelas que se conservan / foto Sara K. Joiner

El mayor Arthur Griffiths, que vio una durante su visita a la prisión londinense de Millbank en 1872, la describía como un conjunto de ruedas con engranajes que ejercían una presión resistente, giradas por un mango ponderado a voluntad para fijar la cantidad de esfuerzo requerido para moverlas.

No solo no hacía nada, ni servía para nada, sino que solía producir daños físicos permanentes en los internos, en ocasiones obligados a realizar el esfuerzo con un brazo atado a la espalda.

Así, se cree que el rápido deterioro físico y la muerte del escritor Oscar Wilde tres años después de ser liberado en 1897 (había pasado 2 años condenado a trabajos forzados) se deben, en buena parte, a este tipo de castigos sufridos en prisión.

Sir Edmund Du Cane, que en 1863 se convirtió en el responsable de las prisiones británicas, escribió que la verdadera inutilidad del trabajo penitenciario estaba en el fracaso de la imaginación de los presos al percibir que este tipo de trabajo podría tener un buen efecto sobre sus personas.

Fuentes: Victorian Prison Lives (Philip Priestley) / The Prison Boundary: Between Society and Carceral Space (Jennifer Turner) / Auld Stirling Punishments (David Kinnaird) / Nick Grantham / No tech magazine / Wikipedia.

Stanley Clifford Weyman, el impostor más descarado del siglo XX

$
0
0

Quizá recuerden a Claude Khazizian, aquel jubilado francés que se entretenía colándose en eventos de estado y se fotografiaba junto a los grandes líderes, charlando con ellos como si fuera uno más del establishment y sin que nadie sospechara nada.

O al inefable Thamsanqa Jantjie, el intérprete del lenguaje de signos que se dio a conocer ante las cámaras de todo el mundo durante el funeral de Nelson Mandela inventándose los gestos porque, en realidad, no tenía ni idea.

La impostura no es algo nuevo en la Historia y podemos recordar casos como el del Pastelero de Madrigal, que suplantaba al rey portugués don Sebastián, o la falsa princesa Anastasia a la que delató el ADN.

Pero probablemente el récord de los impostores, aunque sólo sea por insistente, lo tenga el estadounidense Stanley Clifford Weyman.

Weymann dijo una vez una frase que resume de forma tan gráfica como ajustada su existencia: “La vida de un hombre es bastante aburrida. Yo viví muchas vidas. Nunca me aburrí“.

Literalmente porque a su fallecimiento, ocurrido el 27 de agosto de 1960, este inefable individuo había asumido al menos una decena de identidades falsas, algunas verdaderamente atrevidas.

Lo sorprendente es que siempre tenía éxito, pese a que con el tiempo se hizo bastante conocido para las autoridades. Pero era incorregible; un tiempo tras las rejas, salida en libertad y vuelta a las andadas.

Thamsanqa Jantjie junto a Barack Obama/Foto: Daily News

En cierta forma, pertenecía a otro siglo; de hecho, llegó a este mundo en el XIX, el 25 de noviembre de 1890 -lástima que no hubiera esperado un mes para nacer el 28 de diciembre-.

Fue en el neoyorquino barrio de Brooklyn, hijo de una familia modesta que no pudo sufragar sus estudios superiores, razón por la cual Stanley Jacob Weinberg -que tal era su verdadero nombre- tuvo que ponerse a trabajar desde joven.

Al parecer ejerció los oficios más variopintos, pero ya entonces empezaba a practicar ocasionalmente el arte de la impostura aparentando pertenecer a una clase superior.

Nueva York hacia 1900/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Esos primeros escarceos le sirvieron de ejercicio para empezar su verdadera vocación ya en serio en 1910, cuando contaba veinte años de edad y se hizo pasar por cónsul de Marruecos en EEUU. Gracias a ello se pegó una buena vida, cenando de gorra en los mejores restaurantes y agasajado como merecía su cargo, en una época donde no era fácil hacer las comprobaciones pertinentes.

Sin embargo, se trataba de una carrera en un callejón si salida; tarde o temprano tenían que descubrirle y así pasó cuando aprovechó las circunstancias para robar una cámara, terminando arrestado bajo la acusación de fraude y estafa, y pasando un año en un reformatorio.

Ello no sólo no le disuadió sino que le hizo ver lo fácil que resultaba engañar a la gente si uno sabía cómo actuar. Así que con aquel potencial por explotar no tardó en reincidir y en sólo un lustro fingió tres identidades distintas: aparte de la citada del cónsul, asumió la de agregado militar de la embajada de Serbia y después la de teniente de la US Navy.

Ese período acabó con una nueva detención pero, al igual que en el caso anterior, quedó muy pronto en libertad condicional. Para entonces ya utilizaba un nombre falso, el que le hizo famoso: Stanley Clifford Weyman, que le parecía más glamouroso -y menos judío-, si bien a veces se hacía llamar también Stephen Weinberg o de otras muchas formas.

En 1915 pasó a ser cónsul de nuevo, esta vez de Rumanía: el comandante Ethan Allen Weinberg; como se ve, usaba su propio apellido sin tapujos. No obstante, no podía evitar cierta tendencia irreflexiva a autodesenmascararse: tras una visita de inspección al acorazado USS Wyoming , que estaba fondeado en el río Hudson, no tuvo mejor idea que invitar a todos los presentes a una cena en el fastuoso Hotel Astor, que se había inaugurado en 1904 en pleno Times Square y relevaba en prestigio al Waldorf-Astoria de la calle 34, que había sido demolido para construir el Empire State.

El problema es que ese banquete se anunció en la prensa y llamó la atención del FBI (departamento de investigación federal que también acababa de ser creado, en 1908). Los agentes se personaron en el restaurante y se llevaron arrestado a Weyman ante los lamentos de los demás comensales, a quienes había caído en gracia y reclamaban que, al menos, se esperasen a terminar.

El Hotel Astoria de Times Square en 1909/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Fue juzgado y, como era reincidente, condenado a un año de prisión. Salió en 1917 e inasequible al desaliento volvió a adoptar la identidad de un militar pero cambiando de cuerpo, pasándose a la fuerza aérea: Royal St. Cyr, teniente del Army Air Corps, un cuerpo auxiliar. Por lo visto, en esta ocasión fue un sastre militar el que sospechó de él y le denunció, siendo detenido cuando realizaba una inspección en el arsenal de Brooklyn. La cárcel volvió a ser su hogar durante tres años.

Pero ya estaba totalmente metido en esa vida de farsante y en cuanto cumplió la pena se metió en la piel de médico de empresa de una constructora que buscaba un inspector para unas instalaciones sanitarias que hacía en Perú. Se trasladó a Lima y de nuevo pasó a ser un bon vivant que iba de fiesta en fiesta derrochando dinero a crédito: lujosa mansión, dos coches… Cuando éste rebasó su límite la ley cayó sobre él una vez más.

Eso no le detuvo. De regreso a su país embaucó a la princesa Fátima de Afganistán, aprovechando la visita que ésta hacía a EEUU en busca de reconocimiento oficial del gobierno; fue uno de sus momentos álgidos, como veremos.

Otro momento de Weyman con la princesa Fátima y su séquito/Foto: Library of Congress

Mientras el Departamento de Estado desoía la propuesta de la afgana, Weyman se presentó ante ella como oficial de enlace naval disculpándose por la tardanza y prometiéndole que le conseguiría una entrevista personal con el presidente Warren Harding.

Con unas sorprendentes dotes de persuasión, la convenció de que habría que sobornar a algunos funcionarios, logrando arrancarle diez mil dólares; ese dinero sirvió para reservar suites en el opulento Hotel Willard de Washington, situado a dos manzanas de la Casa Blanca, donde alojar a todo el séquito -él incluido, claro está- e incluso alquilar un tren privado. Por supuesto, el nivel de vida del descarado impostor subió como la espuma durante aquellos días.

Lo más increíble de todo fue que realizó sus gestiones y, en efecto, consiguió cita con el secretario de Estado y con el presidente mismo, celebrándose el 26 de julio de 1921. Pero lo que tenía que ser su triunfo definitivo fue su perdición, ya que Weyman cometió varios errores de protocolo que levantaron sospechas.

Descubierto, pasó por los tribunales una vez más y le enviaron a prisión otros dos años. Sin embargo, la jugada había sido lo suficientemente prometedora como para volver a intentar otra parecida cuando salió libre, aunque esta vez por encargo.

María de Sajonia-Coburgo-Gotha/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

El Evening Graphic deseaba realizar una entrevista a María de Sajonia-Coburgo-Gotha, reina consorte de Rumanía y esposa del soberano Fernando I. Era un personaje muy popular y en 1926 estaba de visita oficial en EEUU, donde fue recibida con entusiasmo, pero resultaba difícil acceder a ella, de ahí que el periódico recurriera a Weyman.

Éste cumplió su cometido de forma impecable, haciéndose pasar por el Secretario de Estado y acordando una interviú; también, se supone, recibiendo una buena recompensa por ello.

Ese mismo año redondeó su currículum con la acostumbrada desfachatez que le caracterizaba. El 23 de agosto moría en Nueva York, a causa de una súbita peritonitis, el famoso galán Rodolfo Valentino.

El funeral fue impresionante, todo un acontecimiento en el que cien mil personas abarrotaron Manhattan para darle el último adiós y que terminó como el rosario de la aurora cuando la policía tuvo que cargar contra la multitud para imponer orden en medio de la histeria colectiva; de hecho, todo fue una sucesión de esperpentos, con la actriz polaca Pola Negri, su presunta novia, de pie sobre el ataúd llorando a gritos y varios actores contratados por el propio dueño de la funeraria disfrazados de camisas negras mussolinianos formando una guardia de honor.

La gente agolpada ante la funeraria donde reposaban los restos mortales de Valentino/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

La impostura estaba a la orden del día, como se ve; es más, dicen que el cadáver depositado en el féretro ni siquiera era el de Valentino. El caso es que aquél parecía el caldo de cultivo idóneo para Weyman: fingiendo ser el médico personal de Valentino, auxilió los desmayos de la desconsolada Pola Negri durante el sepelio y luego continuó atendiéndola, recetándole sedantes y publicando notas de prensa en las que informaba sobre el estado de salud de su cliente; incluso utilizaba la casa del fallecido para atender pacientes, tal como ya había hecho en 1922 al colaborar con un famoso quiropráctico que visitaba EEUU. Como cabía esperar, le cayeron algunas denuncias pero ninguna de Negri.

La estancia más larga de Weyman en prisión, de las trece veces que fue condenado, tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial: siete años desde 1941 por un oscuro caso de asesoramiento a soldados sobre cómo fingir enfermedades que les evitaran ser enviados al frente; para ello se hacía pasar por abogado y hasta abrió una asesoría en pleno Broadway.

En 1948, ya libre, se hizo con credenciales de periodista para acceder a la ONU y entrevistar a importantes personalidades, entre ellas Warren Austin, embajador de EEUU en ese organismo, y Andréi Gromyko, que era el representante de la URSS; con ambos mantuvo una relación amistosa.

Andréi Gromyko/Foto: Alchetron

En ese mismo papel periodístico, se las arregló para convencer a la delegación de Tailandia de que había trabajado en la Oficina de Servicios Estratégicos estadounidense y le nombraron agregado oficial de prensa.

No obstante, por una vez Weyman quiso ser legal y consultó al Departamento de Estado si había algún impedimento; en cuanto vieron quién era se lo notificaron a los tailandeses, que dieron marcha atrás y prescindieron de sus servicios.

Los años pasaban y el mundo cambiaba. Ya no resultaba tan sencillo embaucar y menos aun con las limitaciones que imponía la edad. Pese a todo, siguió con su carrera siempre al filo de la navaja, haciendo estafas menores y visitando los juzgados periódicamente hasta que, quizá asumiendo el final de sus días de gloria, aceptó un trabajo humilde, como aquellos que desempeñaba en su juventud: portero nocturno de un hotel de Nueva York.

Fue allí donde redimió definitivamente su pasado. El 27 de agosto de 1960, intentando impedir un asalto a mano armada, fue asesinado. Ya no le quedaban vidas que usurpar.

Fuentes: Grandes maestros de la estafa (Néstor Durigon)/Fraudes, engaños y timos de la historia (Gregorio Doval Huecas)/A Treasury of Deception: Liars, Misleaders, Hoodwinkers, and the Extraordinary True Stories of History’s Greatest Hoaxes, Fakes and Frauds (Michael Farquhar)/Reporting at Wit’s End. Tales from The New Yorker (St. Clair McKelway)/Wikipedia

Équihen-Plage, el pueblo francés de las casas-barco invertidas

$
0
0

Como su propio nombre indica Équihen-Plage (Équihen-Playa) es una localidad costera situada en el extremo norte de Francia, en la región del Paso de Calais.

Apenas llega a los 3.000 habitantes, pero durante la época estival su población aumenta considerablemente porque en las últimas décadas se ha convertido en uno de los lugares vacacionales favoritos de los franceses.

Su magnífica playa de más de 3 kilómetros de longitud y la cuidada calidad de su entorno natural la han hecho merecedora en varias ocasiones de la codiciada bandera azul europea.

A diferencia de otras zonas costeras Équihen ha sabido mantenerse al margen de la urbanización salvaje, conservando sus espacios naturales, lo que significa que los turistas no tienen demasiadas opciones para elegir a la hora de buscar alojamiento, salvo el camping y poco más.

Una de esas opciones es lo que le da a la localidad su mayor peculiaridad: numerosas casas creadas con grandes botes invertidos que se alquilan durante el verano, o que incluso son habitadas de manera permanente.

Hoy están enfocadas al turismo, pero no siempre fue así. Hasta comienzos del siglo XX Équihen era un pequeño puerto que vivía exclusivamente de la pesca del arenque. La vida no era fácil y los recursos escaseaban, por lo que ya desde mediados del siglo anterior los pescadores comenzaron a reciclar los botes que retiraban del servicio, utilizándolos para construirse casas.

Casas-barco de Équihen a principios del siglo XX / foto Équihen-Plage Côte d’Opale

Aunque pueda parecer lo contrario, eran los que poseían mayores recursos dentro de las familias más desfavorecidas, quienes podían permitirse retirar un bote para tal fin, que al fin y al cabo resultaba más barato que construir una casa tradicional.

Para ello se invertía el bote, con la quilla funcionando ahora como tejado e impermeabilizándola con alquitrán. Se colocaba sobre una plataforma de madera o piedra, y se abría una puerta y ventanas en el casco. Estas viviendas constaban de una sola habitación, que abarcaba todo lo largo del bote, donde se cocinaba y dormía en un espacio compartido.

Interior de una casa-barco / foto Équihen-Plage Côte d’Opale

Las curiosas viviendas ya llamaron la atención de los visitantes en las primeras décadas del siglo XX, época de la que existen numerosas postales con fotografías que reflejan la precariedad y la miseria de aquellos años. Ya entonces se las comenzó a denominar quilles en l’air (quillas al aire).

Por suerte las cosas fueron mejorando y poco a poco la vida en Équihen se fue transformando gracias al turismo, de modo que para finales de la década de 1930 los botes se fueron abandonando y construyendo en su lugar casas más estables y cómodas.

La única casa-barco que sobrevivió a la guerra / foto Joel.herbez en Wikimedia Commons

Durante la Segunda Guerra Mundial las pocas casas-bote que quedaban fueron completamente destruidas, bien como consecuencia de los bombardeos, bien aprovechadas como leña. Al finalizar la guerra no quedaba más que una en pie. Todavía sigue en su sitio, conservada tal cual y convertida en símbolo de la localidad.

En los años 90 Équihen quiso recuperar ese aspecto de su pasado como parte del patrimonio local, incentivando la construcción de nuevas casas-bote en el camping local, precisamente en el mismo lugar donde una vez estuvieron las antiguas, sobre los acantilados cercanos a la bajada a la playa.

Modernas casas-barco en la actualidad / foto Bertrand Hodicq en Wikimedia Commons

Pero ahora ya utilizando técnicas modernas y dotándolas de todas las comodidades que el siempre creciente turismo demandaba.

No es el único sitio donde se pueden ver estas curiosas construcciones. En Gran Bretaña, Escocia y otros lugares de Francia existen ejemplos aislados de viviendas construídas de manera similar. En Sizun, en la Bretaña francesa, está quizá la más impresionante de todas, construída con un barco de 30 metros de largo, 15 de anchura y 7 de alto.

Fuentes: Équihen-Plage (web oficial) / Équihen-Plage Côte d’Opale / Patrimoine de France / Wikipedia

El Incidente del Mayagüez, el desastroso epílogo de la Guerra de Vietnam

$
0
0

La Guerra de Vietnam terminó para EEUU el 27 de enero de 1973 con la firma del Acuerdo de París, por el que se retiraba del conflicto abandonando a su aliado del Sur, definitivamente derrotado a finales de abril de 1975.

Pero a Washington aún le saldría un último grano ese año, cuando ya había acabado todo, y que se puede considerar la última y postrera batalla, un epílogo innecesario y algo absurdo. Fue el 12 de mayo y se conoce como el Incidente del Mayagüez.

El SS Mayagüez era un buque de carga botado en 1944 y perteneciente a la compañía Sea-Land Service Inc. que navegaba bajo bandera estadounidense por el sudeste asiático rumbo a Sattahip, Tailandia.

Al pasar cerca de Koh Poulo Wai, isla perteneciente a Camboya, lanchas rápidas de este país lo interceptaron en nombre del Jemer Rojo, disparando ante la proa para obligarlo a detenerse.

Al no hacerlo, hubo nuevos disparos y el capitán Charles T. Miller envió un SOS antes de ceder y mandar parar las máquinas.

El navío fue abordado con el argumento de que estaba en aguas camboyanas, pero EEUU no reconocía la jurisdicción de doce millas náuticas que defendía Camboya y así se repetía la historia que había ocurrido siete años antes con el USS Pueblo, barco espía capturado por Corea del Norte.

Las lanchas camboyanas abordando al Mayagüez/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Pero la caída de Saigón apenas tres semanas antes, la retirada norteamericana de Camboya y la pérdida del USS Pueblo eran demasiados episodios negativos para la imagen del país y, enterado del asunto, Gerald Ford, se mostró resuelto a adoptar medidas contundentes.

Debido a que su radar no funcionaba, el Mayagüez fue autorizado a quedarse fondeado en la isla bajo vigilancia de los jemeres rojos mientras Kissinger pedía la intercesión de China -que rechazó involucrarse- ante lo que Ford definió como un acto de piratería.

Varios P-3 Orion de EEUU y Reino Unido despegaron de Filipinas y Tailandia hacia el lugar, al igual que el portaaviones USS Mar del Coral y dos destructores desviaban su rumbo en esa dirección. Asimismo, se movilizó a los marines acantonados en las bases de la región.

El presidente Ford con su gabinete de crisis/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Diplomacia al margen, la idea básica era impedir que el barco fuera trasladado a la Camboya continental, autorizándose el uso de armas para ello. Hay que reseñar que el incidente tenía un carácter más simbólico que material, pues aunque setenta y siete de los contenedores que transportaba el buque guardaban equipo militar procedente de la embajada en Saigón (otros ciento siete eran de mercancía rutinaria y noventa estaban vacíos), los jemeres rojos no se molestaron en inspeccionarlos.

Los aviones localizaron al Mayagüez el 13 de mayo. Los disparos de los jemeres rojos no les alcanzaron pero el comandante de éstos, Sa Mean, ordenó al capitán levar anclas y tomar dirección noroeste siguiendo a sus lanchas hasta Koh Tang, otra isla más cercana a Camboya, donde desembarcaron a los marineros.

El convoy fue interceptado por dos Phantom norteamericanos que dispararon ante la proa para detener la marcha y a los que poco después se unieron otros aviones, impidiéndole seguir moviéndose.

El SS Mayagüez en puerto/Foto: Bettmann-CORBIS en The Week

A lo largo de los días siguientes fueron llegando las unidades de la marina de EEUU enviadas ad hoc. La recuperación del Mayagüez se le encargó a la III MAF (Marine Anphibious Force), reforzada por la 3ª Marine Division procedente de Okinawa. Debían ser embarcados en helicópteros, desde los que setenta y cinco voluntarios del 56º Security Police Squadron saltarían sobre la cubierta del barco, contando con apoyo aéreo.

Lamentablemente, en los ejercicios de ensayo se estrelló uno de los helicópteros muriendo los cinco miembros de su tripulación y dieciocho soldados, lo que, combinado con la información de que los contenedores del navío no soportarían el peso de los helicópteros y que bajar en rápel suponía exponerse a los tiradores jemeres, llevó a Ford a posponer la operación hasta que las unidades de la armada llevaran al lugar a los infantes de marina.

Los soldados fallecidos en el accidente/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Dado que la fuerza aérea impedía acercarse a los barcos camboyanos, Sa Mean subió a la tripulación americana a un barco pesquero el 14 de mayo para su traslado de Koh Tang a Kampong Som, una ciudad ubicada ya en la costa continental camboyana. Pero los Phantom y los F-111 desataron una fuerte cortina de fuego que obligó al pesquero a dar media vuelta.

Dadas las circunstancias, el presidente autorizó el hundimiento de las lanchas y dio luz verde otra vez a la operación de rescate. El problema ahora estaba en situar con exactitud a la tripulación, que estaba diseminada entre el Mayagüez, Koh Tang y Kampong Som, ya que al final el barco de pesca logró llegar a tierra. Así que no bastaba con recuperar el buque; habría que atacar también objetivos más difíciles.

Se fijó el amanecer del 15 de mayo para iniciar la operación con seiscientos marines. Koh Tang presentaba el problema de su frondosidad, que sólo permitía aterrizar en dos playas: una, al oeste, se usaría para un ataque de diversión con dos helicópteros mientras que la otra, al este y más grande, sería el objetivo principal al creerse que allí se custodiaba a los cautivos, y se le destinaron cinco helicópteros. Ambas fuerzas se unirían luego para ser evacuadas. Habría apoyo naval y aéreo pero Ford vetó el uso de bombarderos B-52 por considerarlos excesivos.

Dos helicópteros derribados en la playa este/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Según los cálculos norteamericanos, en la isla no habría más de veinte o treinta jemeres. Lo cierto es que, desde la caída de Saigón, había un centenar que se emplearon en levantar unas defensas considerables, con ametralladoras pesadas en cada playa, varios lanzagranadas e incluso algún cañón, todo dispuesto de manera que pudieran disparar entre sí para apoyarse.

También excavaron trincheras y construyeron búnkeres para la munición. Otro error de información estadounidense fue el del cobertizo donde se suponía que se alojaban los tripulantes del Mayagüez, pues en realidad todos habían sido trasladados a Kampong Som.

Con la aurora se inició el asalto al buque mediante el lanzamiento de gases lacrimógenos, seguido de su abordaje por marines equipados con máscaras. No encontraron oposición porque la nave estaba vacía, aunque los jemeres tenían pensado enviar esa mañana al capitán y nueve marineros para poner en marcha los motores y poder negociar por radio. Ya era tarde para eso.

Simultáneamente, ocho helicópteros aterrizaron en las playas de Koh Tang en medio de un intenso fuego que dejó tres de ellos fuera de combate y cuatro dañados, haciendo necesario el fuego de cobertura de una cañonera. Sin embargo, la mayor parte de los marines lograron echar pie a tierra y tomar posiciones, aunque con sensibles bajas.

Otra imagen del asalto de los marines al barco/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Curiosamente esa misma mañana Hu Nim, ministro de Información y Propaganda camboyano, anunciaba que no tenían intención de retener al Mayagüez ni a su tripulación. Los jemeres subieron a los marineros a otro pesquero para devolverlos a su nave.

Pero la respuesta de Washington fue que continuaría la operación de rescate y envió al destructor USS Wilson a interceptar la embarcación camboyana (que en realidad había sido capturada a los vietnamitas) pensando que sería una cañonera. Como no lo era, no hubo necesidad de luchar y los marinos fueron transbordados al Wilson, si bien el comunicado de prensa del gobierno estadounidense omitió ese detalle.

El pesquero que trasladó a los marineros/Foto: Shawn Sairin en Peter Alan Lloyd

Todo parecía ir bien: la gente rescatada y el barco recuperado; sólo faltaba sacar a los marines de Koh Tang. El siguiente paso fue iniciar los bombardeos sobre Kampong Som, que destruyeron el puerto, los depósitos de combustible y el aeródromo. A continuación se dio por terminada esa parte de la operación para centrarse en la isla.

No resultó tan sencillo y obligó a desembarcar refuerzos, así como a hacer intervenir al destructor contra un submarino ligero camboyano que causaba bastantes problemas.

La batalla duró todo el día y al anochecer se procedió a la evacuación, que fue difícil porque tuvo que hacerse a oscuras y bajo un intenso ataque enemigo.

Todo concluyó en un par de horas, pero al precio de dejar atrás los cuerpos de varios caídos (que no se recuperaron hasta finales de los noventa) y, lo que era peor, tres soldados que habían quedado aislados y de cuya ausencia nadie se percató hasta que estaban todos ya a salvo en los barcos.

La evacuación de Koh Tang/Foto: dominio público en Wikimedia Commons

Ello obligaba a volver para rescatarlos. Hubo discusiones sobre si llevar a cabo una operación o negociar con los jemeres. Al clarear, el destructor recorrió el litoral insular explicando al enemigo que sólo buscaban a los rezagados; los jemeres no respondieron ni dispararon pero como tampoco hubo señal alguna de los tres ausentes, se les consideró desaparecidos en combate o fallecidos.

El caso es que uno de ellos seguía vivo y dos días más tarde mató a un jemer antes de ser apresado y fusilado. Una semana después capturaron a los otros dos y también los ejecutaron, bárbaramente no sólo porque lo hicieron a golpes con un tubo lanzagranadas sino también porque fue a sangre fría, en una pagoda de Kampong Som.

Los tres marines que quedaron olvidados en la isla/Foto: Monroe Marauders

EEUU registró treinta y dos muertos y cincuenta heridos, sin contar las considerables pérdidas materiales; las bajas jemeres se calculan en torno a quince o veinte fallecidos en la isla, ignorándose cifras en los otros sitios. Pese a ello y como suele pasar, la opinión pública se mostró favorable a la acción y el ejecutivo de Ford salió fortalecido.

No fue igual en el Congreso, que manifestó su irritación por el ninguneo recibido del gobierno, ni en Tailandia, donde se desató una ola antiamericana por haberse usado la base de U-Tupao ignorando la denegación del correspondiente permiso tailandés.

La tripulación del Mayagüez también demandó a su naviera acusando al capitán de navegar en aguas camboyanas, recibiendo una cuantiosa indemnización; paradójicamente, siempre aseguraron que los jemeres rojos les habían tratado bien, en contraste con los soldados.

Fuentes: The Mayaguez Incident: Near Disaster at Koh Tang (Mayor Mark J. Toal)/The Press and the Ford Presidency (Mark J. Rozell)/Warrior Elite. 31 Heroic Special-Ops Missions from the Raid on Son Tay to the Killing of Osama Bin Laden (Nigel Cawthorne)/Use of Force. War and Neutrality Peace Treaties (Rudolf Bernhardt)/Abandon Ship: Interagency Decisionmaking during the Mayaguez Incident (Richard Hughes en National Defense University Press)/Wikipedia

Libro recomendado: A Very Short War: The Mayaguez and the Battle of Koh Tang (John F. Guilmartin Jr.).


Las casas de dragones de la isla de Eubea en Grecia, construcciones megalíticas de función y edad desconocida

$
0
0

A estas alturas parece imposible que edificios antiguos tan grandes como las casas de dragones de la isla griega de Eubea no hayan podido ser datados, y que no se sepa prácticamente nada sobre ellas.

Las casas de dragones (en griego Drakospita) son 20 grandes edificios repartidos por el sur de la isla de Eubea, la sexta más grande del Mediterráneo, situada frente a la costa oriental de la Grecia continental.

Son construcciones rectangulares a base de enormes piedras, del tipo conocido en la antigüedad como ciclópeo, colocadas unas sobre otras sin ningún tipo de mortero o argamasa. Los espacios entre ellas se rellenan con otras piedras de menor tamaño, y el techo se cubre con placas de piedra igualmente grandes dejando un hueco para la entrada de luz (o para la salida de humo del hogar o la vista de estatuas de deidades en el interior, según las interpretaciones).

Las mejor conservadas son la del Monte Oque, en el extremo sureste de la isla y a unos seis kilómetros al norte de la localidad costera de Caristo; y las tres de Palli-Lakka, en la zona de las antiguas canteras de mármol en el Monte Kliosi.

Se las denomina casas de dragones no porque su construcción se atribuya a estos animales mitológicos, sino porque la tradición local atribuía a sus desconocidos creadores poderes sobrehumanos, dado el tamaño de los bloques de piedra.

Vista de la casa de dragones del Monte Oque / foto Shutterstock

Aunque fueron descritas por primera vez a finales del siglo XVIII todavía hoy se carece de una datación exacta de los edificios. Algunos especialistas opinan que pueden remontarse al siglo VII a.C., siendo los precursores de los posteriores templos griegos. Otros los consideran construcciones defensivas de época helenística, del siglo III-IV a.C.

Su descubridor fue el geólogo británico John Hawkins, que ascenció al monte Oque (1.398 metros de altitud) el 21 de octubre de 1797. Allí encontró una construcción que inspeccionó y de la que realizó dibujos y esbozos, llegando a la conclusión de que debía ser más antigua que los templos clásicos.

Interior de una de las construcciones de Palli-Lakka / foto Klaus Norbert en Wikimedia Commons

En los años siguientes numerosos arqueólogos visitaron el lugar, como Heinrich Ulrichs, quien publicó una monografía al respecto en 1842. El francés Jules Girard llegó diez años después, recogiendo ya descripciones de las construcciones de Palli-Lakka. Todos ellos apuntaron las similitudes con las construcciones micénicas de Tirinto y Micenas, especialmente en la configuración del techo. Así se las consideró hasta que Theodor Wiegand estableció en 1896 que no tenían ninguna relación.

Y ya en tiempos más recientes las principales investigciones son las de los norteamericanos Jean Carpenter y Dan Boyd.

Vista de la puerta desde el interior en el Monte Oque / foto Klaus Norbert en Wikimedia Commons

El edificio del monte Oque está situado a 1.386 metros de altitud y tiene unas dimensiones de 12,7 por 7,7 metros, con una puerta en el centro del muro sur, de 2 metros de altura por uno de ancho y coronada por un enorme dintel de 10 toneladas de peso que sobresale por encima de ella, y pequeñas ventanas a los lados.

Los muros tienen un espesor medio de 1,4 metros, adecuado para soportar el pesado techo de piedras, y el interior se eleva hasta los 2,4 metros. La superficie de la construcción es de 48 metros cuadrados y todo el piso estaba igualmente recubierto con paneles de piedra.

Las tres construcciones de Palli-Lakka son muy similares en dimensiones a la del monte Oque, pero los muros son menos gruesos, de tan solo 1,1 metros de media. Los bloques de piedra utilizados son de menor tamaño y, en general, el estilo es más rústico, menos elaborado y posiblemente más antiguo.

Vista superior de la casa de dragones del monte Oque / foto Klaus Norbert en Wikimedia Commons

No existe en las fuentes antiguas absolutamente ninguna referencia a estos edificios, por lo que toda la información disponible al respecto procede de las leyendas y el folklore de las zonas donde se encuentran.

Las excavaciones llevadas a cabo en 1959 en el edificio del monte Oque sacaron a la luz fragmentos de cerámica de época helenística y algunas cerchas, en una de las cuales hay un pequeño texto en una escritura desconocida, que hoy se guardan en el museo arqueológico de Caristo.

Entre 2002 y 2004 investigadores del departamento de astrofísica de la Universidad de Atenas estudiaron la orientación de la casa del monte Oque, llegando a la conclusión de que coincidía con la aparición en el firmamento de Sirio hacia el año 1100 a.C. y apuntando una posible función como observatorio astronómico.

A falta de una investigación más exhaustiva, las casas de dragones continúan siendo un pequeño misterio para los arqueólogos. Bien podrían ser la clave para entender la evolución de la arquitectura griega posterior, o por el contrario simples refugios de pastores anteriores a la conquista romana.

Fuentes: Study and orientation of the Mt. Oche ‘dragon house’ in Euboea, Greece (E. Theodossiou et al.) / Dragon-Houses: Euboia, Attika, Karia (Jean Carpenter y Dan Boyd) / The mysterious Dragonhouses of Evia / Dragon-houses of Styra / Wikipedia.

Denis Davydov, el húsar que se convirtió en héroe y modelo literario de los escritores rusos

$
0
0

Si hay un tipo característico y bien representativo de las guerras napoleónicas es el húsar. Se trataba de un cuerpo creado bastante antes -a finales del siglo XV-, aunque alcanzó su máximo esplendor en ese período y en todos los sentidos.

Desde sus espectaculares uniformes a las hazañas de algún oficial especialmente famoso (aquí vimos, por ejemplo, las del inefable general Lasalle) pero, sobre todo, porque fue entonces cuando se asentó y difundió la imagen clásica de los húsares como redomados fanfarrones, bravucones y pendencieros. Y parte de la culpa de eso la tuvo uno llamado Denis Vasilievich Davydov.

Irónicamente Davydov no era de Hungría, el país donde nacieron los húsares, ni de Francia, el que los sublimó.

Era ruso, nacido en Moscú el 27 de julio de 1784 en el seno de una familia de aristócratas cuyos orígenes, al parecer, se remontaban hasta Gengis Khan.

Por tanto, tenían una gran tradición militar y, de hecho, su padre sirvió a las órdenes de Aleksandr Suvórov, uno de los generales más famosos de la historia de Rusia por no haber perdido jamás una batalla -y eso que el currículum era extenso, contra polacos, turcos y franceses- y por acuñar un afortunado lema guerrero: “Entrenar duro, luchar calmado”.

Aleksandr Suvórov/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La fidelidad a Suvórov supuso una adversidad a la larga, ya que al fallecer Catalina la Grande ese militar cayó en desgracia -era su protectora- y con él los Davydov. Suvórov fue despedido por el zar Pablo I (aunque más tarde se le restituyó temporalmente para combatir a los revolucionarios franceses en Italia) y la familia se vio sancionada económicamente, teniendo que vender sus propiedades e instalarse en una pequeña granja de Borodino.

Aún así, el joven Denis pudo ser enviado a ingresar en la Caballería de la Guardia Imperial Rusa mientras a su hermano se le destinaba al cuerpo diplomático.

A pesar de su escasa estatura consiguió ser cadete de un regimiento en 1801, ascendiendo a corneta al año siguiente y consiguiendo el despacho de teniente en 1803.

Para entonces ya era popular entre sus compañeros por varias razones: la primera, su carácter burlón y sarcástico, plasmado no pocas veces en hacer trampas durante las partidas de naipes y emitir feroces críticas contra todos, unos por corruptos, otros por cobardes, muchos por ser gente de orden; dicen que Denis tenía cierto complejo por su talla y por su nariz, lo que podría haber incidido en ese personalidad provocadora.

Retrato ecuestre de Davydov/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

La otra razón que le dio a conocer fue su afición a escribir, tanto en prosa como en poesía. Algunos versos dejaron constancia de cómo se enfrentó a esos complejos físicos con humor pero lo cierto es que su producción literaria es bastante variada y junto a esas chanzas escribía también cosas más serias, como el ensayo titulado Teoría de la guerra de guerrillas (algo que practicó con notorio éxito) o sus memorias mismas, Al servicio del zar contra Napoleón.

No hablaba sin saber: el 2 de diciembre de 1805 tuvo ocasión de participar en la batalla de Austerlitz, en la que fue herido varias veces, una de bala y las otras de sable y bayoneta, siendo capturado y recibiendo la visita del mismísimo Napoleón en el hospital de campaña donde se recuperaba.

También combatió en Eylau, donde ganó la Cruz de Vladimir y una espada de oro como recompensa a su heroica actuación al frente de los húsares rusos contra los lanceros galos. En 1808 le destinaron a Finlandia y al año siguiente combatió a los turcos en Moldavia. En todas esas acciones estuvo a las órdenes del audaz príncipe Piotr Bagration, inmortalizado por Tólstoi en Guerra y paz.

Piotr Bagration/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Es más, se cree que el propio Davydov aparece en esa novela, identificado con el personaje Vasily Denisov. Pese a todo, con Bagration tuvo sus más y sus menos. Algo paradójico teniendo en cuenta que fue el príncipe el que le nombró ayudante tras sustituir al mariscal Mikhaïl Kamenski en noviembre de 1806, tal como cuenta Pushkin en su novela La dama de picas.

El caso es que el sarcástico Davydov no pudo evitar componer unos versos en los que se choteaba de la nariz de su superior (era de dimensiones considerables) y a partir de ahí su relación no volvió a ser igual. Aquel húsar era incapaz de contenerse en sus atrevidas bromas y calambures, muy divertidas para el lector… siempre que el lector no fuera el burlado.

Claro que no siempre era así. Dicen los expertos que sus poemas reflejan un profundo sentimiento y son de gran vivacidad rítmica, amén de muy originales; Pushkin mismo le alababa considerándole su modelo literario mientras que otros autores aseguraban que él mismo se fabricó una imagen de húsar prototípica bajo la que, en realidad, subyacía una fina sensibilidad.

Y es que, junto a los soldados que compartían con él sus borracheras, sus visitas a burdeles, su derroche de temeridad en el frente, su exaltación de la camaradería y la sal gorda de su humor, los escritores románticos y los decembristas le apreciaban, valoraban y ensalzaban en términos estrictamente artísticos.

Los mundos militar y literario de Davydov unidos en una misma estampa/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Ser vividor y hedonista no le impidió ascender en 1812 a teniente coronel de los Húsares de Ojtirka. El 21 de agosto la Grande Armée llegó a Borodino, el pueblo donde tenía su hogar su familia. Davydov le propuso a Bagration realizar una guerra de guerrillas y la idea fue aceptada.

Así se desarrollaron una serie de intrépidas acciones, unas con éxito, como la captura de trescientos setenta prisioneros franceses por ciento treinta húsares rusos o las intercepciones continuas de columnas de bagaje enemigas, y otras desafortunadas, como la emboscada sufrida a manos de campesinos locales, que les tomaron por soldados napoleónicos.

Sin embargo, el balance fue lo suficientemente positivo como para que Bagration decidiera continuar en esa línea toda la campaña y, una vez, los hombres de Davydov estuvieron a punto de capturar al Emperador en persona al sorprenderle en un traslado con una escolta mínima; al final Bonaparte pudo escapar pero ese episodio se difundió como la pólvora y consagró definitivamente al ruso como un héroe, hasta el punto de que hoy en día es considerado un arquetipo de guerrillero.

Luego, cuando los franceses se batieron en retirada, Davydov fue de los que llegaron a las puertas de París; allí cargando contra las defensas de la brigada de Jacquinot, le mataron cinco caballos y se ganó el ascenso a general.

Davydov en campaña/Imagen: Simon Kozhin en Wikimedia Commons

Entonces ocurrió uno de esos capítulos que sólo un húsar podría protagonizar: recibió la orden de cambiar de cuerpo e incorporarse al de dragones. Terrible ultraje que le hizo indignarse y decidir presentar la dimisión. En el último momento optó por enviar una carta al zar expresando su enojo pero adoptando astutamente ese tono humorístico que tan bien se le daba.

Gracias a ello, se revocó la orden y pudo seguir exhibiendo su bigote rizado, su morrión de pelo y su pelliza con alamares. Aún le quedaban guerras por delante, como la librada contra los persas en 1827 y contra la insurrección polaca de 1831.

Falleció el 22 de abril de 1839, siendo enterrado en la localidad de Novodevichy, al sudoeste de Moscú, en un cementerio que acoge también las tumbas de otras afamadas personalidades de la historia de Rusia, como por ejemplo, los escritores Nicolás Gogol y Antón Chéjov, el político Viatcheslav Mikhaïlovitch Molotov, Nadezhda Serguéievna Allilúyeva (la segunda esposa de Stalin), los músicos Serge Prokofiev y Dimitri Shostákovich, el diplomático Andréi Gromyko, el violinista Mstislav Rostropovich, el ingeniero Andrei Tupolev, Raísa Gorbachova (la esposa de Gorbachov) o el cineasta Serge Bondartchouk (director de dos películas relacionadas con este tema como la coproducción Waterloo o una versión rusa de Guerra y paz).

La tumba de Davydov en Novodevichy/Foto: Angela Monika Arnold en Wikimedia Commons

Fuentes: Russia Against Napoleon. The Battle for Europe, 1807 to 1814 (Dominic Lieven)/Guerrilla Warfare. A Historical and Critical Study (VVAA)/Towards the Romantic Age. Essays on Sentimental and Preromantic Literature in Russia (Rudolf Neuhäuser)/Insurgents, Raiders, and Bandits: How Masters of Irregular Warfare Have Shaped Our World (John Arquilla)/Wikipedia

Combate con pulpos, el deporte más extravagante del siglo XX

$
0
0

A la hora de buscar deportes extraños se nos vienen a la cabeza algunos tradicionales, como esos que se celebraban ancestralmente en otros tiempos y hoy se recuperan adaptados a la actualidad.

El calzio storico, una especie de fútbol medieval italiano; el yukigassen, una batalla de bolas de nieve japonesa; el polo que usa una cabeza de animal en vez pelota como el buzkashi afgano…

También los hay de corte más estrambótico, como The Cooper’s Hill Cheese Rolling and Wake (perseguir un queso que rueda colina abajo), el eukonkanto (una gymkana cargando con tu esposa a hombros) o las carreras con zapatos de tacón.

Luego están los decididamente insólitos, como el chess-boxing (una partida de ajedrez en la que cada movimiento de pieza implica un guantazo al oponente).

Pero si se busca uno raro, raro, raro, estrafalario e inaudito hasta lo increíble, la palma se la lleva el octopus wrestling sin duda alguna. No hace hace falta saber inglés para entender el nombre, aunque sí es necesario procesarlo con calma para poder asumirlo.

Porque en esa denominación no hay trampa ni cartón: este deporte consiste en un combate submarino con un pulpo. Zambullirse en aguas pocos profundas, agarrar al animal y luchar con él para sacarlo a la superficie. Y si alguien cree que es ficción se equivoca porque su práctica está documentada.

Imagen: Christopher Larochelle

Hoy ya no se lleva, claro, pero hubo unos años que sí -y no hace tanto- e incluso se organizó un campeonato mundial en abril de 1963 con la participación de, nada más y nada menos, ciento once buceadores que lograron vencer a veinticinco pulpos. Alguien se metió una buena cena entre pecho y espalda aquella noche.

La cosa empezó, al parecer, a finales de la década de los cuarenta. En concreto con una revista llamada Modern Mechanix que en abril de 1949 publicó un artículo titulado Octopus wrestling is my hobby (Mi hobby es la lucha con pulpo), considerado la primera referencia documentada a este entretenimiento.

Cartel publicitario de 1963/Foto: Fro Design Company

Lo firmaba el escritor Wilmon Menard, que al parecer lo aprendió de los nativos durante un viaje a Tahití. Probablemente los polinesios no lo concebían como deporte propiamente dicho sino que era una simple manera de capturar cefalópodos de gran tamaño, pero ahí entró en liza la mentalidad del hombre blanco.

El texto de Menard describe uno de esos enfrentamientos entre el humano y la bestia y parece que se trate del fragmento de 20.000 leguas de viaje submarino en el que la tripulación del Nautilus se las tiene que ver a hachazos con un pulpo gigante: “Los largos tentáculos golpeaban la superficie de la laguna con furia salvaje, mientras el monstruo trataba de librarse de nuestras lanzas que estaban firmemente incrustadas en su cabeza (…) Llevó mucho tiempo cansar al pulpo y tuvimos que sujetar firmemente las sogas atadas al extremo de las lanzas para evitar que se hundiera hasta el fondo de la laguna, donde nos perdería”.

Ilustración de 20.000 leguas de viaje submarino de 1870/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

El trepidante relato reseña también los daños recibidos: “Me acerqué también y uno de los tentáculos se cerró alrededor de la pantorrilla de mi pierna desnuda. Estremeciéndose al contacto, corté desesperadamente con mi cuchillo, seccionando el tentáculo. Cuando despegué el espeluznante trozo, la piel se fue con él ¡Durante meses llevé la cicatriz roja del beso del pulpo en mi pierna!”.

La justificación de esa dramática actividad es acorde a la mentalidad de la época: “Me doy cuenta de que todo suena como un deporte repugnante, pero en realidad es más divertido que la caza de alguna pobre criatura inofensiva. Cuando luchas y matas a un pulpo estás librando al mundo marino de un traicionero enemigo.”

El caso es que una década más tarde ya encontramos noticias de octopus wrestling en la costa Este de EEUU. Un artículo del periódico Toledo Blade, publicado el 24 de noviembre de 1957, informa de la celebración de un campeonato del mundo en la localidad de Tacoma.

El periodista bromea comparando lo inusitado de esta actividad con las carreras de hidroaviones que se organizan por esas latitudes y duda que alcancen tanto público, pero señala que la lucha contra los pulpos congregó a un par de centenares de personas.

Ilustración del artículo de Menard/Imagen: Modern Mechanix

Eso sí, las reglas eran un poco diferentes a las tahitianas para hacerlas menos sangrientas: no se trataba de matar al cefalópodo con armas sino de arrastrarlo a la superficie. Los participantes eran buceadores a pulmón libre y se dividían en equipos de tres hombres que se turnaban para buscar un pulpo entre las rocas y luego intentar capturarlo.

La puntuación se basaba en el peso del animal y en el escenario donde se llevaba a cabo, pues se valoraba más una lucha subacuática que otra a flor de agua o usando snorkel. El ganador, por cierto, fue una captura que superó los treinta y seis kilogramos.

Se entiende que no eran pulpos pequeños sino de la especie Enteroctopus dofleini o pulpo gigante de California, una especie que puede alcanzar un tamaño considerable: el más grande conocido medía nueve metros de longitud y pesaba doscientos setenta y dos kilos, aunque la mayoría de los adultos se quedan en unos cuatro metros y cincuenta kilos.

Un adversario de talla para una pelea, pues si bien se sabe poco de ellos, sí está comprobado que se alimentan de camarones, almejas, cangrejos, langostas, peces e incluso tiburones y aves marinas.

Un Enteroctopus dofleini/Foto: Scuba Diving Resource

No obstante, el Enteroctopus dofleini es un animal tímido que tiende a huir ante el peligro y sólo se vuelve agresivo ante la provocación. Pero incluso así posee una fuerza bastante limitada y los buceadores pueden quitarse las ventosas sin demasiado esfuerzo.

Ahora bien, tampoco resulta fácil para el ser humano agarrar su cuerpo blando y afrontar la maraña de tentáculos. Y cuando se consigue falta el esfuerzo de llevarlo a la superficie sin que se escape entre las manos.

El octopus wrestling aparenta ser un deporte realmente adrenalínico para quien lo practique pero no lo parece tanto para el espectador, que no va a ver nada al desarrollarse bajo el agua la mayor parte del tiempo.

Aún así, el campeonato mundial de 1963, que tuvo lugar de nuevo en Tacoma, atrajo a un número mucho mayor de asistentes: cinco mil personas más su retransmisión televisiva, empezando a aparecer en revistas de submarinismo.

Recorte de prensa del Mundial de 1963/Foto: CongenitalDisease

El destino de los pulpos derrotados era servir de cena a los participantes, terminar en algún acuario o, los más afortunados, ser devueltos al mar.

Ya no existe esa dicotomía porque a mediados de los años sesenta empezó a declinar el interés por el octopus wrestling y en 1976 el estado de Washington, donde se solían celebrar los mundiales, prohibió que se molestase a esos cefalópodos.

Así que quien quiera ver hoy una pelea entre el Hombre y el pulpo tendrá que recurrir al cine de serie de B.

Fuentes: Octopus wrestling is my hobby (Wilmon Menard en Modern Mechanix)/Fox Tossing, Octopus Wrestling and Other Forgotten Sports (Edward Brooke-Hitching)/Fightland/Wikipedia

La escalera que permite subir al punto más alto de Bélgica

$
0
0

Los Países Bajos llevan ese nombre por una buena razón, la escasez de montañas altas y el predominio de territorio principalmente llano y con poca elevación sobre el nivel del mar.

Así por ejemplo el punto más alto de Holanda es una simple colina de 321 metros sobre el nivel del mar, el Monte Vaals. Y Bélgica, a la que sus propios habitantes consideran también como países bajos (véase nuestro artículo sobre el embrollo del nombre de Holanda y los Países Bajos), tampoco puede presumir mucho en ese sentido.

Su punto más alto se encuentra en las Hautes Fagnes, un territorio de páramos elevados en la provincia de Lieja, en el Macizo de las Ardenas.

Éste fue en origen una cadena montañosa comparable a los Alpes, que se vio reducida a su actual elevación de apenas unos cientos de metros tras millones de años de erosión.

La localidad más cercana es Eupen, la capital de la comunidad germanohablante del país, ya que la zona perteneció a Prusia hasta la Primera Guerra Mundial.

El lugar en cuestión más alto de la zona, y de toda Bélgica, se llama Signal de Botrange, y ni siquiera es una montaña o una colina, sino un terreno llano hoy atravesado por una autopista.

Monolito que marca los 700 metros de altitud en lo alto de la escalera / foto Wikoli en Wikimedia Commons

Está situado a 694 metros de altitud, en un lugar de habituales fuertes vientos y bajas temperaturas invernales, cuya media no supera los 0 grados (la temperatura mínima registrada es de -25,6º).

De hecho tampoco fue el punto más alto del país hasta 1919, cuando la región se unió a Bélgica por el Tratado de Versalles que ponía fin a la Primera Guerra Mundial.

Tan escasa altitud debió parecerles a los belgas algo vergonzosa y por eso en 1923 se construyó, sobre un pequeño promontorio, una escalinata de piedra de exactamente 6 metros de altura, denominada Escalera Baltia en honor del general Herman Baltia, comisionado real para los cantones orientales entre 1920 y 1925.

Ello permite a cualquier belga que lo desee subir hasta los 700 metros justos de altitud en su país.

La torre de 1934 / foto Wikoli en Wikimedia Commons

Muy cerca de la escalera hay una torre construída en 1934 y que sustituyó a otra de madera erigida por los prusianos en 1889. Tiene 24 metros de altura, alcanzando así los 718 metros sobre el nivel del mar, y se usa como torre de comunicaciones. Pegada a ella hay un restaurante.

En 2010 un internauta descubrió, utilizando Google Earth, un punto junto a la frontera con Alemania que en un principio se estimó tenía 701 metros de altitud.

La escalera en invierno / foto Donar Reiskoffer en Wikimedia Commons

En marzo de ese mismo año miembros del Instituto Geográfico Nacional de Bélgica realizaron mediciones, confirmando que solo llegaba a los 693,05 metros. Signal de Botrange continuaba siendo el punto más alto de Bélgica.

En 2013 se construyó en las cercanías otra torre, esta vez de 50 metros de altura, que funciona como estación intermedia para la transmisión de datos en tiempo real entre las bolsas de Londres y Francfort, evitando así el retraso de las transmisiones de datos vía satélite.

Fuentes: Waimes / Le Soir / Peakbagger / Wikipedia.

Abubakari II, el rey de Mali que organizó una expedición para cruzar el océano en el siglo XIV

$
0
0

De las múltiples teorías que existen sobre los predecesores de Cristóbal Colón en la llegada a América, una de las más sorprendentes es la que tiene como protagonista a Abubakari II.

Este rey del imperio de Malí habría partido de la costa senegalesa con una flota, atravesado el océano Atlántico y arribado al Nuevo Mundo casi dos siglos antes que el marino al servicio de Castilla.

No se ha encontrado ninguna prueba material de esa aventura y, dado que esa expedición tampoco regreso nunca a su tierra, hay que concluir que fracasó en su empeño.

No se sabe en qué año nació Abubakari, tan sólo que lo hizo en la segunda mitad del siglo XIII, según se deduce de la fecha de su coronación en 1310.

Su verdadero nombre era Bata Manding Bory y sucedía en el trono a su hermano Mohammen ibn Gao, octavo mansa del Imperio de Malí.

Ambos eran nietos del fundador de dicho imperio, Sundiata Keita, uno de esos personajes casi desconocidos en la historiografía europea pero cuya vida resulta tan jugosa como trascendente. Guarda cierto parecido con la del célebre Shaka, rey de los zulúes.

Las epopeyas que se transmitieron oralmente en esa parte de África cuentan que a su padre, Naré Maghann Konaté, se le hizo una singular profecía según la cual su sucesor al frente del reino sería un hijo que tendría con una mujer muy fea.

Sundiata Keita en Malí/Imagen: Atlanta Black Star

La conoció unos años después: se llamaba Sogolon Kédjou y se casó con ella, probablemente intuyendo que era la elegida. Y, en efecto, dio a luz a Sundiata, débil y enfermizo hasta el punto de que las piernas apenas le sostuvieron en pie durante muchos años.

A la muerte de Naré subió al trono su hijo legítimo Dankaran Touman quien, fiel a la costumbre, se dedicó a exterminar a todos sus parientes para evitar que le derrocasen. Sundiata se libró por su invalidez pero tuvo que marchar al exilio.

Cuando los sossa invadieron el país mandinga, llegó el momento de Sundiata, quien milagrosamente recuperó sus fuerzas, se convirtió en un gran arquero y se puso al frente de los guerreros para rechazar la invasión. Luego dirigió a las tropas contra el rey y logró ser proclamado mansa (rey de reyes), empezando la expansión que le llevó a formar un gran imperio.

El esplendor de la corte maliense/Imagen: Profissáo História

Grande en muchos sentidos, no sólo el militar, pues introdujo cultivos nuevos, explotó la minería de oro y desarrolló una intensa labor legislativa plasmada en la llamada Kouroukan Fouga, una especie de constitución que en cuarenta y cuatro decretos proclamaba la libertad individual, establecía una serie de derechos ciudadanos, reducía la esclavitud a los prisioneros de guerra -medida insólita en la época que se complementaba con un régimen prohibiendo su maltrato-, fomentaba el comercio, autorizaba el divorcio, promovía la solidaridad entre vecinos y protegía el entorno natural, entre otras muchas interesantes cosas.

Sundiata murió en 1255, no se sabe si ahogado en un río o de un flechazo -que pudo ser intencionado o accidental- y, según la leyenda, se reencarnó en un hipopótamo. El caso es que su nieto Abubakari, también conocido como Mansa Qu, pasaría a ser mansa en 1310 y estaba llamado a ser tan importante como su abuelo, de haber tenido éxito en su aventura oceánica.

Al contrario que él, su reinado fue pacífico pero tenía un gran sueño: cruzar las aguas para ver qué había al final. En tiempos de Mansa Musa, que era su visir pero le sucedería en 1312 como uno de los grandes soberanos de Malí, los djelis (bardos) narraban que Abubakari II decidió averiguar esa duda geográfica organizando una gran expedición naval. No sólo eso sino que él mismo en persona se pondría al frente.

Mansa Musa por Angus McBride/Imagen: The Independent

Durante meses procedió a reunir todos los recursos materiales que se pudieran considerar necesarios para colonizar una nueva tierra, que es lo que se creía que había al otro lado del océano: canoas, armas, mercaderías, grano, oro, vasijas… También efectivos humanos como marineros, carpinteros, comerciantes, joyeros, alfareros, herreros, eruditos, guerreros…

Al final se hicieron dos expediciones. La primera, compuesta por doscientas canoas, se puso en marcha en 1310 pero al parecer fue desbaratada por una fuerte tormenta y apenas regresó un puñado de supervivientes. Entonces se preparó una segunda más cuidadosamente. Abubakari II envió delegados a Egipto para aprender a construir embarcaciones más grandes, con velas aparte de remos, reuniendo dos millares de ellas.

Como decía antes, esta vez el propio mansa se puso a la cabeza, dejando como regente a Mansa Musa (que así fundaría la nueva dinastía Faga Laya en sustitución de la Kolonkan). Zarparon bajando por el río Senegal, con una nave capitana que impartía las órdenes mediante toques de tambor. Llegaron a mar abierto y pusieron proa al horizonte, perdiéndose en la lejanía… y nunca más se supo.

Extensión de los reinos e imperios que se sucedeiron en la región/Imagen: Profissao História

Esta fascinante historia se conoce gracias a Shihab al-Umari, un historiador árabe al servicio del Imperio Mameluco que tuvo ocasión de conocer a Mansa Musa en El Cairo cuando éste regresaba de una peregrinación a La Meca. Según Al Umari, Musa le contó cómo alcanzó el poder, así como la aventura de Abubakari II. El relato dice, por boca de Musa:

“El gobernante que me precedió creyó que era posible llegar al extremo del océano que rodea la tierra y quería llegar a él y obstinadamente persistió en el plan. Así que él equipó doscientas embarcaciones llenas de hombres, con muchas otras llenas de oro, agua y víveres suficientes para varios años. Ordenó al jefe que no regresara hasta que hubieran alcanzado el extremo del océano o si hubieran agotado las provisiones y el agua. Se pusieron en marcha. Su ausencia se prolongó durante un largo período y, por fin, sólo regresó una canoa. Interrogado, el jefe dijo: “Príncipe, navegamos durante mucho tiempo hasta que vimos en medio del océano como si un gran río fluyera violentamente. Mi bote era el último; otros estaban por delante de mí. Tan pronto como cualquiera de ellos alcanzó esa zona, se ahogó en el remolino y nunca salió. Bogué hacia atrás para escapar de la corriente”. Pero el sultán no le creía. Ordenó que se equiparan dos mil botes para él y para sus hombres, mil para el agua y víveres. Luego me confirió la regencia durante su ausencia y partió con sus hombres en el viaje por el océano, para no regresar ni para dar un signo de vida”.

El hipotético encuentro entre África y América/Imagen: Histoire Islamique

¿Llegó Abubakari a América, como creen algunos investigadores? El maliense Gaoussou Diawara hasta se atreve a decir el punto de llegada: el litoral de Recife, Brasil. Hay más voluntarismo que otra cosa en ello. Decíamos al principio que no se ha encontrado vestigio arqueológico alguno en ese sentido, pero es que tampoco en el ámbito lingüístico ni en el antropológico, por lo que lo más probable es que el sueño de Abubakari terminara en el fondo del Atlántico.

Fuentes: Abubakari II. Explorateur mandingue (Gaoussou Diawara)/General History of Africa (Ali A. Mazruei, ed.)/Man, Know Thyself. Corrective Knowledge of Our Notable Ancestors (Rick Duncan)/Invented Knowledge. False History, Fake Science and Pseudo-religions (Ronald H. Fritze)/Empires of Medieval West Africa: Ghana, Mali, and Songhay (David C. Conrad)/Discovering the Empire of Mali (Philip Wolny)/Wikipedia.

Libro recomendado: Crónica del país de los negros: El Tarij as-Sudan, la primera obra escrita del África occidental, que recoge la tradición oral de los imperios … Malí y Songay: el mítico Tombuctú (Vicente Millán Torres).

Viewing all 8192 articles
Browse latest View live